El pasado 4 de junio los investigadores Ana María Vicedo-Cabrera (Universidad de Bern) y Antonio Gasparrini (London School of Hygiene and Tropical medicine) publicaron el ensayo More than one-third of heat deaths blamed on climate change (Más de una tercera parte de las muertes por calor son atribuibles al cambio climático) en el cual, después de comparar los registros de temperatura y mortandad de 743 localidades de 28 países entre 1991 y 2018, demostraron que el 37% de las muertes acaecidas eran ocasionadas por fenómenos hidrometeorológicos derivados del cambio climático (sequías, huracanes, inundaciones, ondas de calor) [1].
Las recientes inundaciones europeas y asiáticas, la onda de calor que acaba de afectar Canadá, la grave sequía que afecta al norte mexicano y todo el centro sur de EE. UU. incrementarán dichas cifras, pues nos encontramos en la época del “esto nunca había ocurrido”.
Y si aumentamos la lente y miramos lo que está ocurriendo con las otras especies que nos acompañan en el mundo el panorama se agrava. Recordemos que el 6 de mayo del 2019 la Unesco y WWF decretaron iniciada la Sexta Extinción Masiva de las Especies al incluir un millón de ellas (una cuarta parte de las que tiene registradas) en la lista roja de especies en peligro de extinción.
Los noticieros nos confirman que tales fenómenos derivan del cambio climático, pero buena parte de las personas difícilmente conectan que es la humanidad, es decir, que somos nosotros mismos, la responsable de tales fenómenos. Nuestros insostenibles hábitos de consumo (la práctica del “usar y tirar”, nuestra absurda creencia de que los desechos desaparecen una vez que los depositamos en los basureros, la extracción desmedida de agua, la deforestación, el consumo de carne y nuestra adicción por los combustibles fósiles, entre muchos otros) están dando al traste con las condiciones que hicieron posible la vida en el planeta.
Hace poco, el doctor Raúl García Barrios me indicaba que tales condiciones derivan de un fenómeno económico denominado el “crecimiento destructor”, el cual es descrito en el ensayo La gran crisis del capitalismo neoliberal por el doctor Humberto Márquez Covarrubias (2010) como una cualidad propia del modelo económico prevaleciente, es decir, su necesidad de crecer siempre más (expansión del Producto Interno Bruto Mundial), pues de otra manera se enfrentaría a un peligroso colapso [2].
Afortunadamente, cada vez son más los que aprecian que, tal y como anunciaba el Club de Roma desde los años 70 del siglo pasado [3], la economía del crecimiento es insostenible y que más nos valdría optar por aquello que Serge Latouche denominó como el decrecimiento (la décroissence), tesis que el economista Herman Daly denominó “economía de estado estacionario”, la cual sostiene que fomentar el modelo económico de las naciones industrializadas no es la manera de mejorar la calidad de vida de las mayorías, que un modo de vida que aceptase los límites naturales podría hacer más feliz a la humanidad.
Afortunadamente, en mayo pasado un grupo de valiosos holandeses (los Amigos de la Tierra, en holandés: Milieudefensie) logró que un tribunal de distrito de La Haya decretase que la petrolera Shell deberá reducir su producción mundial en un 45%, pues reconoció su enorme contribución al Calentamiento Global Antropogénico [4].
En Noruega, asimismo, desde el 2018 los Amigos de la Tierra vienen logrando que tal nación deje su petróleo donde debe estar, es decir, en el subsuelo:
“El gobierno noruego ha anunciado que no se extraerá petróleo y gas en las islas árticas de Lofoten durante los próximos cuatro años. La protección de esta área marca una victoria significativa para el movimiento de Amigos de la Tierra Europa para liberar al viejo continente de combustibles fósiles” [5].
Nuestro México, desgraciadamente, parece andar a contracorriente respecto a esas tendencias. La merecida condena de los parques eólicos en Oaxaca (por su abandono de las comunidades locales) no se vio acompañada de nuevas propuestas sostenibles, sino que todo apunta a que, respecto a la cuestión energética, la presente administración sólo le apuesta al petróleo. Refinerías, carboeléctricas y obtención de energía gracias a la quema del contaminante combustóleo marcan su propuesta, todo ello acorde al modelo del crecimiento destructor criticado por el doctor García Barrios.
Necesitamos en México, y con urgencia, dejar atrás ese modelo económico y avanzar en el estímulo de las energías renovables. Es cierto que las energías eólica y solar son intermitentes, pero ello se corrige mediante su acumulación en baterías (sean de litio o de estado sólido), sea mediante volantes de inercia (Flywheels). Un mundo con economía de decrecimiento podría perfectamente subsistir gracias a las renovables. Sólo se necesita que los humanos nos autolimitemos, no sólo en la cantidad de hijos sino en el consumo: consumir lo menos posible, dejar de extraer minerales y combustibles fósiles, reparar nuestras máquinas y bienes en lugar de adquirir nuevos, exigir que se detenga la “obsolescencia programada”, cambiar en las ciudades los autos por bicis y biohíbridos y, para los viajes largos, usar el tren en lugar del avión:
“En una economía de decrecimiento, en lugar de depender del poder del consumidor para reducir la demanda de producción dañina para el medio ambiente, lo haríamos al revés: ralentizar colectivamente todo el sistema. Producir y consumir menos significaría que también podríamos trabajar menos. Seríamos más pobres en cosas, pero más ricos en tiempo, reemplazando la fiebre del consumismo por placeres más profundos, como la comunidad y las actividades creativas, ya sea las artes o el cultivo de nuestros propios alimentos. Tendríamos tiempo para ser voluntarios y compartir recursos, participar en la democracia directa, y desarrollar alternativas a una economía basada en las ganancias” [6].
¿Lograremos decrecer y, en consecuencia, mitigar la crisis socioambiental venidera o estamos condenados a la extinción? Esa es la pregunta clave.
NOTAS
[1]www.nature.com/articles/d41586-021-01475-0
[2]www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632010000200004
[3]The Limits of Growth, 1972.
[4]www.forbes.com.mx/tribunal-holandes-exige-a-shell-reducir-45-sus-emisiones-para-2030/
[5]Del sitio web de los Amigos de la tierra: www.tierra.org/gran-victoria-las-energias-sucias-europa/
[6]www.dw.com/es/qué-beneficios-traer%C3%ADa-una-econom%C3%ADa-del-decrecimiento/a-55558737