La reciente cumbre de los BRICS en Johannesburgo nos ofreció un panorama muy interesante de este conglomerado de países emergentes. Si bien se logró un hito al integrar a otras naciones al bloque, es difícil decir que hay completa unidad entre el quinteto de Estados. ¿Qué elementos permiten entrever esta situación?
Es cierto que la más reciente reunión de los BRICS fue relevante porque acudieron líderes de cada Estado miembro, lo que les permitió dialogar desde la cúpula del poder de sus respectivos gobiernos y así tomar decisiones más directas. Eso coadyuvó a emitir el trascendental anuncio de la incorporación de seis integrantes al bloque. Desde luego, eso fue motivo de júbilo para Brasilia, Moscú, Nueva Delhi, Beijing y Pretoria, puesto que significa que el grupo ha crecido, nutriéndose de otros países emergentes que aportarán a sus compañeros.
Sin embargo, se presentaron diferencias entre los principales miembros de los BRICS en torno a qué países integrar al bloque. Mientras que Rusia y China buscaban incorporar a Estados claramente alejados de la influencia occidental, India, otro peso pesado del grupo, mantenía una postura más equilibrada, pugnando por aceptar a naciones con un grado más elevado de independencia en el sistema internacional y que jugaran con una interacción entre Occidente y no Occidente.
Este roce de ideas pareciera trivial, pero lo cierto es que ilustra mucho la visión que Moscú junto con Beijing y Nueva Delhi tienen del sistema internacional deseado y de la misión que esperan que los BRICS como conjunto sigan en los años venideros. Esto resulta problemático para el quinteto de países, puesto que no existe un consenso respecto a la dirección del bloque. Lo anterior resulta incluso más difícil de atender cuando se interpreta que este grupo es la competencia directa del G7, un conglomerado de países potencias de Occidente.
Más allá del ascenso tan evidente y vertiginoso de los BRICS en los últimos años, el G7 sigue siendo hoy en día el grupo de países más influyente y poderoso del mundo. Se nota un asentimiento habitual en sus ideas y hay respaldo en decisiones, por lo que se aprecia un movimiento en una dirección, es decir, en bloque. Si bien, la quinteta de Estados emergentes también termina moviéndose en bloque, no parece llegar a un grado mayor de cohesión o consenso.
Quizá, una razón que explica esta situación es que, si bien Rusia y China tienen la intención de alterar la gobernanza global occidental existente en la actualidad, el grupo de los BRICS no cuenta con las suficientes coincidencias. Es cierto que hay algunos ejemplos de una operación elaborada del quinteto de países, pero en varias ocasiones se han presentado roces y tensiones por la discrepancia de las ideas que emanan de él.
El ejemplo más reciente de esto es justamente la selección de la integración de los países a los BRICS; otra es la visión multipolar que busca Nueva Delhi, a comparación de Moscú y Beijing. Esta diferencia de nueva cuenta vista en la cumbre de Johannesburgo ha detonado otras acciones que edifican tensiones, por ejemplo, entre China e India.
Se sabe que estos no son los vecinos más queridos entre sí, y eso tiene una explicación que se encuentra en la historia, pero se han visto obligados a cooperar para forjar ese contrapeso con Occidente. Sin embargo, ha habido múltiples ejemplos de tensiones, como pueden ser las escaramuzas en la frontera en común, o el reciente desaire que Beijing ha efectuado al anunciar que su líder no acudirá a la reunión del G20 en India.
Los BRICS son un grupo que ha demostrado un gran avance en presencia económica y de influencia en el globo, agrupa al menos un par de potencias emergentes de enorme crecimiento y mantiene una proyección envidiable. Se ha convertido en rival de varios grupos de Occidente, entre ellos el G7. Sin embargo, en tanto no pueda crear una cohesión entre sus integrantes, será difícil que opere como un bloque para generar los cambios que esperan sus miembros más fuertes. Hay tiempo para ir trabajando eso, pero por ahora no es la realidad.