El acoplamiento entre la humanidad y el medio ambiente se basa en una retroalimentación bidireccional. Por un lado, la sociedad impacta los sistemas naturales al explotar, extraer y (a veces) restaurar recursos, contaminar y dejar residuos. Sin embargo, a la inversa, el medio ambiente afecta los sistemas sociales al proporcionar o restringir los recursos necesarios para su supervivencia o cualquier otro propósito. A este acoplamiento entre humanidad y medio ambiente se le puede denominar sistema socioecológico, en analogía con la definición más popular de sistema socioeconómico.
Podemos afirmar entonces que si la relación entre ambos componentes del sistema socioecológico implica que sus impactos mutuos no amenazan la existencia futura de su asociación entonces el sistema socioecológico es sostenible. Sin embargo, la superpoblación, el consumo excesivo y la desigualdad económica han disminuido la viabilidad de los sistemas socioecológicos, llevándolos a posibles escenarios futuros insostenibles, es decir, poniendo en riesgo la persistencia de los roles y funciones reales de los sistemas humanos y naturales.
Este riesgo, cada vez más manifiesto en la problemática del cambio climático, nos obliga, en la práctica, a implementar estrategias y políticas sostenibles que regulen el comportamiento social con la finalidad de reestructurar las relaciones socioecológicas y hacerlas sostenibles. Por supuesto, existen ya marcos teóricos que se usan para guiar políticas públicas o intervenciones, pero suelen otorgar un peso predominante a factores económicos y, a veces, a la explotación de recursos naturales sin tener en cuenta otros factores importantes, relativos muchos de ellos al propio comportamiento humano. Es por esto que nosotros consideramos imprescindible que los marcos teóricos que pretenden establecer estrategias y políticas sostenibles deben tener en cuenta los aspectos epistemológicos asociados a las comunidades humanas que serán receptoras de dichas estrategias, políticas y, en general, intervenciones.
Creemos que las políticas de gestión e intervención de recursos no pueden considerarse experimentos socioecológicos. Los efectos producidos por algunas políticas, al igual que los experimentos, son a priori desconocidos y en ocasiones provocan alteraciones irreversibles en la vida y las actividades de los individuos, así como en los procesos ambientales.
A diferencia de los experimentos científicos, el objetivo principal de las políticas y las intervenciones públicas no es probar hipótesis, ni su justificación es la de deducir algún conocimiento a partir de dichos experimentos. Más bien, su objetivo se reduce a la regulación del comportamiento social. Habitualmente, las políticas y las intervenciones públicas se basan en ideologías políticas e intereses económicos. En el intento de reducir los riesgos en la decisión de dichas políticas, serían bienvenidas normas que establezcan análisis amplios sobre la viabilidad y los posibles alcances y efectos de una intervención o política determinada.
Sin embargo, en la actualidad, estos requisitos se cumplen con estudios aislados sobre impactos económicos, ecológicos y sociales. Así, en los estudios no integrados, los procesos complejos de los sistemas sociales y naturales acoplados no son evidentes. Además, las políticas generalmente no consideran la posibilidad de que coexistan las perspectivas de la mayoría de los actores, perspectivas que emergen de diversos intereses y antecedentes epistemológicos. Este hecho ha dado lugar a la pregunta sobre la conveniencia de una evaluación, por adelantado (a priori), de los posibles resultados de la implementación de una determinada política. Esta evaluación debería incorporar retroalimentación asociada a prácticas sociales, en particular a la implementación de diferentes métodos de transferencia de información para la explotación y gestión de recursos.
Históricamente, muchas civilizaciones han colapsado debido a sus malas políticas de gestión de recursos y a la falta de capacidad para modificar sus prácticas culturales, creando así trayectorias socioecológicas insostenibles. Sin embargo, se ha señalado que nuestra sociedad podría considerarse ventajosa respecto a aquellas civilizaciones por disponer de valiosas herramientas para predecir y anticipar algunos posibles acontecimientos futuros. Los modelos matemáticos que incorporan tanto información económica, ecológica, fisicoquímica y epistemológica pueden ser útiles para la previsión de nuestras acciones. Específicamente, el uso de modelos dinámicos permite explorar las complejas relaciones entre la sociedad y el medio ambiente como sistemas acoplados, en lugar de realizar experimentos sociales innecesarios mediante la implementación de políticas o estrategias basadas únicamente en declaraciones ideológicas. Por lo tanto, es beneficioso implementar modelos cuantitativos que puedan predecir varios escenarios posibles de fenómenos socioecológicos complejos. La implementación de esos modelos puede reducir la incertidumbre de las políticas e intervenciones propuestas, y conducir a ideas y aspectos destacados que pueden producir planes basados en el conocimiento científico y cultural de nuestra sociedad.
El doctor Iván Santamaría Holek es profesor en la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias de la UNAM Campus Juriquilla
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