Hace unos seis años, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador ondeaba una de sus banderas más importantes en contra del nepotismo; esto es, contra la política de favorecer a amistades o familiares en cargos políticos o gubernamentales sin tener méritos ni capacidad para ocuparlos.
En un mensaje de tuiter emitido el 29 de enero de 2016, López Obrador escribió: “designar al hijo de (José) Murat como candidato del PRI en Oaxaca, demuestra que en vez de república existe una monarquía hereditaria y corrupta”.
Se quejaba —y con razón— de que el gobernante oaxaqueño estaba tratando de “heredar” el gobierno estatal a su hijo… lo que finalmente logró.
Algo parecido sucedía en el estado de Coahuila: el priista Humberto Moreira Valdés (2005 – 2011) “heredaba” el gobierno de la entidad a su hermano Rubén Moreira (2011 – 2017).
El nepotismo, como lo ejemplifican estos casos, son muestra fidedigna de que la democracia ha sido burlada. Por eso tenía razón de enojarse el hoy presidente López, y de acusar de “monarquía corrupta” la acción sucedida en Oaxaca y, por extensión, en Coahuila.
DE PADRE A HIJA
A pesar de que las leyes en México prohíben la trasmisión del poder entre familiares, ésta se ha convertido es una práctica común que tiene todos los tintes de corrupción y antidemocracia.
Ningún gobernante de ningún gobierno mexicano, ha modificado esta práctica. Lo lamentable es que el actual -que ha pregonado ser la cabeza de una cuarta transformación en el país- tampoco lo ha hecho y, por el contrario, lo fomenta.
El caso más reciente, aunque no es el único, es el que se registra en el estado de Guerrero.
El candidato definido por Morena para ser gobernador fue Félix Salgado Macedonio. Al incumplir con un requisito legal, su postulación fue anulada por el Instituto Nacional Electoral (INE), así que Morena tuvo que elegir otra candidata.
Lo hizo en la persona de Evelyn Salgado Pineda, hija del referido y frustrado político.
Dicen en Morena que la nominación se hizo a través de una encuesta… la que hasta ahora nadie conoce, tal como la más de media centena de otras “encuestas” mediante la cual Morena eligió a decenas de candidatos.
SIN TRANSFORMACIÓN
Morena se ha convertido en el receptáculo de la herencia maldita que ha dejado en México el viejo régimen de partido único. Además de los casos de sucesión familiar que sigue fomentando ese partido, también aflora la costumbre de la imposición al partido de las políticas a seguir por parte del presidente de la república, quien se erige —como en aquellos años de dominio priista— en su líder de facto.
La herencia incluye la gran tentación de perpetuarse en el poder y por eso, apenas el fin de semana pasado, el Senador de la República morenista, Ricardo Monreal Ávila advirtió que en caso de que su partido pierda la mayoría del congreso en los comicios de junio venidero, modificarán la ley para tratar de evitarlo.
También hereda la mentira fácil, como la que por muchos años ha sostenido la candidata morenista a gobernadora de Querétaro, Celia Maya García, de ostentarse como doctora en Derecho cuando no lo es.
Peor y lastimosamente aún, no es el primer caso de un o una militante de Morena en Querétaro que miente en su grado académico.
Y por si fuera poco, esta herencia del priismo también se reproduce en el profundo interés de tratar de controlar al Poder Judicial por medio de la inconstitucional aprobación de extender dos años el periodo al frente del mismo, del ministro Arturo Zaldívar.
López Obrador también pretende controlar el proceso electoral, quiere “tener en un puño” a las autoridades comiciales y hacer que actúen en beneficio de sus políticas.
HERMANADOS
Entre el PRI del siglo pasado y Morena de hoy, hay más similitudes que diferencias; no hay “sana distancia” y sí encuentro cercano. Y por eso, porque Morena prefiere ser la heredera del PRI del siglo XX, tampoco hay cuarta transformación, sólo continuidad de la práctica antidemocrática.