La semana pasada causó enorme revuelo en México una filtración del biógrafo de Elon Musk, dueño mayoritario de la empresa Tesla Motors y otros emprendimientos tecnológicos, como The Boring Company o Space X. Según la biografía, el visionario magnate le habría confiado al escritor que estaba considerando cancelar la construcción de su gigafábrica en las afueras de Monterrey porque, para cristalizar sus planes de dicha instalación, sus ingenieros tendrían que mudarse a México, algo que había pasado por alto y consideraba que jamás sucedería.
De inmediato vinieron pronunciamientos del Gobierno del Estado de Nuevo León, afirmando que la armadora de vehículos eléctricos sí sería edificada en esa entidad. El propio secretario de Desarrollo Económico estatal aclaró que las líneas de producción a las que Musk habría hecho referencia corresponden a la manufactura de robots y no a las de la plataforma para su nuevo vehículo ligero. Adicionalmente, dijo que días atrás habían recibido solicitudes de parte de la firma para conocer el grado de avance de las obras públicas que les habían requerido, entre otras, la línea ferroviaria, la vialidad vehicular y la planta tratadora de agua; al respecto, precisó que estas deben realizarse a la par de la construcción de la fábrica, para conocer, por ejemplo, dónde estarán las naves y conforme a ello trazar los accesos.
Contrario al optimismo del gobierno neoleonés, es posible que Tesla efectivamente esté vislumbrando un obstáculo, presuntamente infranqueable, en la disponibilidad de talento altamente especializado, sobre todo porque el empresario sigue sin desmentir nada; y si adicionalmente la administración estatal llegase a mostrar rezagos inexplicables en el desarrollo de la infraestructura comprometida, entonces para Musk tomar la decisión podría resultar más fácil y justificable, en razón de la falta de compromiso por parte del lado mexicano.
Tampoco ayuda que el funcionario estatal haya comentado que la eventual planta estaría destinada a una manufactura de menor exigencia tecnológica, pues con dicha aclaración aceptó tácitamente que la entidad —y el país— está siendo incapaz de generar y atraer el talento especializado que posibilitaría la llegada, permanencia y desarrollo de empresas de alta tecnología.
Como lo mencionamos oportunamente aquí en La Onda Plana en entregas como Game changer (marzo 2023) o A ponerse las baterías (julio 2023), la carencia de fuerza laboral es ya un problema grave en varias economías desarrolladas, pero lo que verdaderamente importa para atraer o crear a las compañías que liderarán tecnológicamente al mundo en las décadas próximas no son la cantidad de personas trabajadoras disponibles, sino el grado de especialización tecnológica que tenga esta población económicamente activa.
A México le urge formar científicos, tecnólogos, ingenieros y matemáticos (STEM por Science, Technology, Engineering and Mathematics) en cantidades industriales, pero al mismo tiempo gran parte de estos profesionales deben instruirse en especialidades novedosas, como la fotónica, la biotecnología, la inteligencia artificial o la ciencia y tecnología cuánticas, por citar algunas. Sólo así será posible que las compañías encuentren viabilidad para instalar en nuestro territorio líneas de producción de tecnologías avanzadas, o centros de investigación y desarrollo en los que se gesten productos y servicios innovadores.
Lamentablemente, la mayoría de las instituciones de educación superior (IES) privadas en México no encuentran negocio en la educación de profesionales de estas disciplinas; mientras que, en el caso de las IES públicas, muchos de sus programas STEM exhiben una preocupante desactualización o un enfoque hacia ámbitos distintos a la producción o el diseño. Por supuesto, tampoco ayuda que la nueva propuesta educativa del gobierno federal haya eliminado sustancialmente los contenidos de matemáticas y ciencias. Caminando en ese sentido, cada vez más empresas se verán en la disyuntiva de Tesla y algunas terminarán por emigrar.
Félix Rosas Valencia no se olvida.