Este 2023 se celebra el décimo aniversario del macroproyecto chino denominado la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), también conocido como la “Nueva Ruta de la Seda”. Sin duda, la intención de China de conectar el llamado Lejano Oriente con África y Europa es ambiciosa, pero es una meta que se ha planteado el actual mandatario Xi Jinping como una forma de poner al gigante asiático en el panorama internacional de una forma inequívoca. ¿Qué impacto ha tenido esta iniciativa?
Cuando se formó la República Popular de China en 1949, el país mostraba interesantes prospectos de evolución. Tras su guerra civil, que arrastró al partido nacionalista del Kuomintang al abismo de la desaparición y al Partido Comunista a la silla presidencial, el nuevo Estado se configuró como una posible potencia regional en sus inicios, sobre todo con el apoyo de la Unión Soviética.
Sin embargo, fue hasta las reformas económicas estructurales de Deng Xiaoping en el último cuarto del pasado siglo que el gigante asiático finalmente pudo crecer en múltiples áreas, sobre todo la económica. Lo anterior, junto con su cambio del socialismo en la parte económica al capitalismo, llamado en China “socialismo con características chinas”, fue trascendental para encaminar al país a lo que es hoy: una potencia mundial.
A raíz de este desarrollo económico, que tuvo su segundo impulso significativo en 2008, tras la crisis económica en el globo, China ha adoptado un papel más relevante en su región, como en muchas otras partes del mundo. Eso le ha permitido generar más lazos comerciales y ser considerada una potencia en ascenso vertiginoso, que compite actualmente con países y bloques políticos y económicos de enorme incidencia en el sistema internacional, como es el caso de Estados Unidos de América (EUA) y la Unión Europea (UE), generando una brecha más y más amplia con otros poderíos, como Japón, India y Reino Unido.
En este contexto, al empezar a crecer como un líder comercial, la intención de China ha sido cambiar los patrones y reglas del juego en un mundo dominado por Occidente, dando énfasis en la parte económica. Ahí entra la IFR. Sus resultados han colocado al gigante asiático en una posición irremediablemente sólida en el globo, permitiéndole controlar el comercio en una vasta región, pero también existen retos que han obstaculizado su avance.
Un reto es el costo. Conectar desde un extremo de Asia al resto del continente, junto con una parte de África y Europa, no es algo sencillo, es muy ambicioso. Se trata de un plan macro con una inversión estratosférica.
China es una potencia económica, hoy en día es la segunda economía mundial, sólo por detrás de EUA, aunque las proyecciones marcan que para el final de la década en curso se convertirá en la primera. Sin embargo, la inversión destinada a la IFR es muy elevada y continuará siéndolo en los próximos años. Esto le representará a China un compromiso mayúsculo que no podrá dejar en segundo plano si aún aspira a convertirse en la hegemonía mundial. El comercio chino se ha expandido, no hay duda, pero ¿qué tanto más lo hará en los siguientes años como para poder nutrir con sus utilidades a su macroproyecto económico y de infraestructura?
Otro reto importantísimo es la competencia que la IFR recibe. No sólo el comercio dominado por Occidente sigue siendo central en la economía mundial, sino que hay tres espacios de competencia directa a los que se enfrenta China en la actualidad: el proyecto Global Gateway, de la UE, que involucra a América Latina y otras regiones; el Corredor Económico de India-Medio Oriente-Europa, compuesto por varios Estados de las zonas señaladas, junto con EUA; y el mismo desarrollo económico de India, que ha evidenciado un ascenso vertiginoso en los últimos años, marcando una rivalidad con su vecina del noreste.
Por lo anterior, China tiene un reto significativo. La IFR tiene un largo camino para crecer y consolidarse como referencia ante la competencia de otros proyectos de conexión comercial de peso en el globo. Aun así, la proyección del gigante asiático es innegable, por lo que su plan de infraestructura y comercio seguirá ampliándose, marcando un hito para Beijing.