Hace un tiempo leí una frase que decía que uno siempre debe ser empático, anteriormente coincidía con este pensamiento, sin embargo, a lo largo de la terapia psicológica he aprendido que la empatía sin límites, tampoco es sana. En general, cualquier cosa en exceso y sin límites, no es sana.
Este tema es uno que generalmente causa incomodidad o molestia cuando lo comparto con otras personas, porque suele tocar fibras sensibles o detonantes de heridas emocionales que no están listas para confrontar. Es válido. En otras ocasiones, cuando las personas ya tienen cierto nivel de autoconocimiento, es más fácil dialogar sobre la importancia de los límites y los beneficios que tienen para la salud mental de uno.
Al hablar de límites, debemos demantener en mente esta idea: No tomarse nada personal. Admito que cuando mi psicóloga me hacía énfasis en esto, al principio no lo entendía e incluso me molestaba, hasta que un día comprendí que efectivamente, las personas actúan de acuerdo a su nivel de madurez emocional y sus heridas emocionales. Es decir, sus acciones son un reflejo de lo que llevan dentro y no son algo que hagan en nuestra contra. Sin embargo, hay ocasiones en las cuales dichas acciones nos generarán algún tipo de dolor o malestar, lo cual también es válido. Es precisamente en este tipo de situaciones, cuando no nos lo tomamos personal, donde uno aprende a poner límites.
En mi experiencia, en cualquier relación interpersonal, nos toparemos con actitudes, formas de pensar o creencias del otro, con las que no estaremos completamente de acuerdo y que incluso pueden generar conflictos. Mas si uno lo ve desde un lado compasivo y entiende de donde provienen dichos comportamientos nocivos, es fácil desprenderse del conflicto, no engancharse e incluso generar estrategias para el autocuidado.
Estrategias como: tener claro cuáles son tus propios límites; precisar las consecuencias al momento de ponerlos o no ponerlos; tomar las riendas de tu vida; decir sí cuando necesitas algo o lo deseas y un NO cuando no quieres algo sin temor a herir a la otra persona o por miedo al qué dirán; o hacer lo que los demás quieren por no crear conflicto o terminar haciendo las sugerencias que te digan. Este tipo de estrategias, como tantas otras, se ejercitan y se logran cada vez mejor con la práctica. Recuerda que si tú nopones tus propios límites los demás tampoco lo harán y muy probablemente pueden transgredirte ante tú indecisión. La renegociación de los límites es una estrategia significativa en las relaciones interpersonales porque ayudan a que las personas crezcan y lejos de volverse más taxativas permiten una mayor tolerancia y autonomía dentro de las relaciones.
Por supuesto habrá momentos en los que la otra persona reaccione al límite que has establecido, pero algo que debe quedar muy claro, es que no es tu responsabilidad cómo el otro reaccione a tus límites.
En conclusión, los límites son buenos, porque nos ayudan a protegernos. Nos ayudan a cuidarnos de otros y en ocasiones, incluso de nosotros mismos. Querido lector, si usted es una persona que ha acostumbrado ir por la vida complaciendo al resto, poniendo las necesidades de los demás antes que las suyas o simplemente descuidando su estabilidad emocional y mental por terceros; debe saber que estos son claros ejemplos de no saber poner límites. En esta ocasión le invito a reflexionar lo siguiente: ¿Realmente sé poner límites?