A cuatro años de haber salido a la luz El infinito en un junco de Irene Vallejo, ¿qué ha pasado con este gran ensayo-novela? ¿Se apagó ya el entusiasmo por la obra, que entre los innumerables elogios recibidos está el ser descrito como un canto extraordinario de amor a los libros?
Digamos que el entusiasmo e interés continúan, solamente que más pausados. Esta obra sigue cosechando prestigiados galardones y multiplicando lectores deseosos de subirse a la travesía literaria de la invención del libro.
Publicado en su primera edición a mediados de septiembre de 2019 por su casa editora (Siruela), el libro de la escritora, filóloga y periodista española Irene Vallejo Moreu (Zaragoza, 1979) alcanzó en 2021 la cifra de poco más de 200 mil ejemplares vendidos y alrededor de 31 ediciones; también se tradujo a más de 30 idiomas. Sobre este fenómeno de ventas, una de las representantes de la casa editora, Ofelia Grande, expresó en su momento: “Un libro como El infinito en un junco es el sueño de cualquier editor y también una confirmación fehaciente de que la vida editorial no deja de sorprendernos…”. Y no fue la única asombrada. La propia autora confesó que el tema no prometía entusiasmar al siempre impredecible mundo de lectores.
Dos años después, la cifra alcanzada hasta este septiembre de 2023 es de más de un millón de ejemplares vendidos en todo el mundo, traducido a más de 35 idiomas, y ya va en la edición número 46 en castellano. Y otro dato singular que dice mucho del interés sobre esta publicación y de su autora: a principios de este año que está a punto de cerrar, el libro fue publicado en Ucrania. Luego de ceder los derechos de autor en la edición ucraniana a fin de apoyar el proceso de publicación, la autora dijo al respecto: “Es una metáfora maravillosa de la resistencia de los libros en contextos tan difíciles, porque hacen el mundo más acogedor y, hasta cierto punto, pueden alentar la esperanza y aportar un poco de luz en los sitios donde hay que defender los libros contra la censura, la violencia, el analfabetismo, la escasez y la pobreza”.
Puente narrativo singular
Solo o de la mano de su autora, El infinito en un junco ha atravesado fronteras. Título y contenido resonaron y resuenan por el mundo. Y no es para menos, es un tema de alta especialidad, cuya autora aborda en más de 400 páginas con inteligente fluidez, ingenio y originalidad. Hacer un viaje de esa naturaleza por los confines de la historia, ir y venir con tal donaire y prestancia, hilando los siglos con la actualidad, es tarea mayor que la voz de Vallejo Moreu convirtió en enriquecedora y grata aventura.
Su éxito es un reconocimiento para esta autora capaz de tender con sus letras un puente narrativo singular. Por él transitan más de treinta siglos de historia de la palabra escrita y el azaroso proceso del prodigioso invento que es el libro.
La riqueza de su imaginación nutre la nuestra. Y la mía le imagina viajera en el tiempo, ligera de equipaje y profundamente receptiva a los rostros milenarios que desfilaron ante sus ojos. Vallejo Moreu entendió la esencia de ese desfile de personajes que en su grandeza unos, insignificancia otros, formaron parte del proceso. Ellos le hablaron y ella les escuchó atenta y respetuosa, trayéndonos sus voces que nos dicen: somos huéspedes de esos siglos, a los que ella con su amorosa escucha y mirada nos da un lugar en el ahora.
Y es precisamente a ellos a quienes la autora dedica su obra:
“Mi libro –ha dicho con la sonrisa serena, de rostro amable y jovial que le caracteriza– está dedicado a los salvadores de libros. Todas las personas que han creado una larga estirpe a lo largo de la historia y de la que hoy, quienes amamos la lectura, somos como los últimos descendientes. La aventura sigue en marcha”. Dice bien Irene Vallejo: la aventura continúa.
Sinfonía filológica
La obra de esta escritora zaragozana no escapó, ni ha escapado, a críticas de escritores y lectores doctos. En opinión de algunos, es una lectura sobrevalorada; para otros, es simplona, inexacta en los datos y hasta sentimentaloide. Incluso, hay quienes sostienen que El infinito en un junco termina “fetichizando” al libro.
Sin embargo, más allá de las opiniones no tan favorables que también recoge a su paso, El infinito en un junco sale venturoso de toda crítica y cuenta con el aval de grandes lectores y expertos que ponderan su calidad narrativa. Uno de ellos es Adolfo Castañón; el prestigiado escritor, poeta, ensayista y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua se ha referido a esta obra como una “sinfonía filológica”.
Por su parte, el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, ha dicho: “Me impresionó mucho El infinito en un junco, que leí de corrido. Mi impresión fue tan entusiasta que hice algo que no suelo hacer: escribirle a la autora una cartita muy cariñosa felicitándola por la belleza de un libro maravillosamente escrito en el que toda la sabiduría está disuelta en una crónica simpática, agradable, nada pretenciosa, explicando la maravilla que es la lectura y los inmensos beneficios que ella nos depara. Por ejemplo, leer un libro tan valioso como El infinito en un junco, donde se describe la aparición del libro en la Grecia clásica, lo que significó la Biblioteca de Alejandría y el enriquecimiento personal que para Irene Vallejo y todos los lectores del mundo significa aprender a leer. No me extraña que ese libro haya tenido tanto éxito en España y ojalá lo tuviera también en los países latinoamericanos y en el resto del mundo, porque en sus páginas uno descubre las infinitas ventajas que trae al ser humano la lectura”.
Los clásicos por siempre
Por mi parte, respetando la lectura de cada lector y habida cuenta que toda apreciación es subjetiva, desde luego incluyendo la mía propia, encuentro en este ensayo de largo aliento variados y enriquecedores aportes que sostienen su contenido. Cumple con creces con la definición del género y agrega elementos que hacen de él una obra, repito, extraordinaria y singular. Coincido con aquellos lectores que ven en este ensayo un elemento digno de estar en las bibliotecas como material de consulta.
En sus páginas de interesantes giros lingüísticos hay una riqueza en imágenes de gran belleza literaria. No albergo duda alguna de que estamos frente a una gran y amorosa viajera de sólidas alas, capaz de detenerse en su travesía para hurgar los siglos de la historia y compartirnos con honestidad y frescura sus hallazgos. Una autora receptiva, apasionada y sensible a la inefable riqueza de la naturaleza, profundamente abierta y respetuosa de las pulsiones humanas y que da a los personajes el peso y lugar adecuado en la historia de la invención del libro.
Si leer esta obra de Irene Vallejo Moreu resulta un viaje asombro por su riqueza, no es menos interesante leer sus artículos semanales y escucharla en conferencias, a las que es invitada en diversos lugares del mundo. El don de ubicuidad parece ser otro de los atributos que acompañan a la autora.
En sus alocuciones nos invita a resistir la vorágine de la era cibernética. Nos recuerda la importancia del legado heredado por nuestros antecesores lejanos e inmediatos. La riqueza de saber escuchar y apreciar los dones de la palabra, de la oralidad compartida por los mayores.
Confieso mi especial agrado por el discurso que diera al recibir el premio Aragón 2021 y del que comparto un fragmento:
“En esta época de temibles dragones, no quiero dejar de mencionar a nuestros mayores, que hoy recibís un merecido reconocimiento. Los libros son cofres de palabras que salvaguardan la memoria de quienes nos preceden, invitaciones a escuchar las palabras de quienes albergáis el tesoro de la experiencia. Ojalá aprendamos algo de estos tiempos ásperos: cuidar a nuestros padres y abuelos significa también cuidar sus palabras y su recuerdo… Y para cuidarnos, unas a otros, protejamos la conversación común y el lenguaje, esta fabulosa herramienta con que edificamos hallazgos tan felices como los derechos, la justicia y la democracia, que son palabras mayores… Durante la terrible peste de Atenas, Pericles construyó sus mejores discursos ensalzando la ayuda mutua. No es extraño que de la palabra lector derive el término elector: nuestras decisiones se sostienen en las letras, los discursos, el diálogo compartido. Tal vez por eso llamamos parlamento al espacio parlanchín de la palabra, el lugar donde se celebra esa sorprendente ceremonia que engendra los debates y las leyes, los textos que hilan el tapiz de lo que somos…”.
Así pues, libro y autora nos abren a interrogantes sobre el uso de la palabra como un acto de rebeldía y libertad. Nos recuerda su poder para construir o destruir, según el grado de sensibilidad e inteligencia desarrolladas. Nos compromete a asumir y reconocer el sentido bélico inherente a la naturaleza humana, pero también reconocer su capacidad de apaciguar ese belicismo a través del poder y la magia oral y escrita.
Nos habla de aquellos que intentaron destruir cualquier razonamiento y de los héroes que vieron en las palabras a las salvadoras que dan sentido a la presencia humana. Rescata las huellas de seres visionarios, hombres y mujeres que cimentaron con amor y solidez espacios de conocimiento. Los encuentros en recintos, templos del saber donde se dieron la mano la ciencia, la lectura y disertaciones entre espíritus adelantados a su época. Sus encuentros con la estética a través de la comunicación de altura en los que la filosofía, arquitectura, literatura, las artes todas, fueron cimiento, cobijo y luz inspiradora.
Grecia y Roma están allí. La trayectoria y aventura de los tiempos azarosos de la historia y sus afanes por romper sus límites del pensamiento para continuar abriendo caminos a la creatividad humana. Y agrego y concluyo: es un ensayo rebosante de fraterna sabiduría. Un paseo lúdico y fascinante. Un homenaje a las mujeres de la historia del libro y a los clásicos que, para fortuna nuestra, se mantienen venturosamente a flote, desafiando los vaivenes azarosos y violentos del proceso de la civilización.
Felicitaciones para Jovita Zaragoza Cisneros por esa reseña histórica del libro que en realidad nunca lo había oído hasta ahora que estoy leyendo tus letras me han cautivado y me han motivado a leer el libro el asombro del infinito en un junco de Irene Vallejo.
Enhorabuena para ti Jovita
Muchas gracias por tu lectura y tu amable y comentario. Resulta alentador y estoy segura que no te decepcionará
Recibe un fraternal saludo.