NOTA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Anécdotas periodísticas que muestran la cara de corrupción, tiranía e impostura de algunos personajes y medios de comunicación de México, así como experiencias vividas en 40 años de ejercicio periodístico, son el hilo conductor del libro Con olor a tinta (Trajin Editores, 2023), del periodista José Antonio Gurrea Colín, que se presentó durante el Segundo Festival de las Letras Vivas.
En la Alameda Central de la Ciudad de México, el director del suplemento “Laberinto” de Milenio, José Luis Martínez S.; el narrador y periodista cultural, Gonzalo Trinidad Valtierra y, desde Querétaro, la presidenta fundadora del Consejo Literario Queretano, Dalia Larisa Juárez Otero, coincidieron en que Con olor a tinta (ya disponible en Amazon y Mercado Libre, así como en El Sótano y Gandhi) es una lección de periodismo, por su escritura y valentía.
Durante su intervención, José Luis Martínez S. señaló que, con cuatro décadas en el periodismo, con premios por su trabajo dentro y fuera del país, José Antonio Gurrea presenta historias sobre “la corrupción y la impostura de algunos personas y medios en el país”, sin dar los nombres, pero con pistas claras de quiénes son y sus rostros de ambición, hipocresía y corrupción.
“Desde hace muchos años he leído y admirado la tenacidad de Gurrea, su olfato periodístico, la calidad de su escritura, la seriedad con que emprende cada una de sus investigaciones. Ojalá en las escuelas de periodismo, ojalá que los periodistas que inician su carrera, o incluso los veteranos como yo, aprovechen las experiencias que un reportero todoterreno como José Antonio Gurrea, reúne en esta obra de título emblemático: Con olor a tinta”, declaró el periodista cultural Martínez S.
A su vez, el narrador y también periodista cultural Gonzalo Trinidad Valtierra recordó que en el siglo XIX la crónica se volvió instrumento predilecto de los escritores para auscultar el ser del mexicano y desde entonces, diversas figuras recurrieron a este género tal como lo hace Gurrea.
Valtierra, quien fue alumno del taller de Eusebio Ruvalcaba, añadió que “este libro nos permite asomarnos a una sociedad donde campea la prepotencia y el oportunismo. José Antonio conoce a fondo las salas de redacción, las verdaderas entrañas del periodismo. Los lectores conocemos el modo en que dueños, directores y burócratas del periodismo se las gastan para hacer valer sus caprichos. Negocios, cochupos y atropellos de toda índole. Por fortuna, para nosotros, José Antonio demuestra que no se trata sólo de un negocio. El periodismo es, ante todo, un oficio que se debe practicar con ética”.
Desde Querétaro, en un texto que fue leído durante la presentación, la presidenta fundadora del Consejo Literario Queretano, Dalia Larisa Juárez Otero, subrayó que este es un libro de crónicas de no ficción, tejido de las memorias dentro del quehacer periodístico de José Antonio Gurrea, en el que muestra el ego y las contradicciones de “varias personalidades que se desdicen y ni ellos se entienden. Los jefes, no importa el área que dirijan, pareciera que están cortados por la misma tijera, modelados con la misma tiranía”.
“Cada una de las historias de no ficción autobiográficas son en sí mismas interesantes, con buenas pizcas de humor, para que la tremenda realidad no sea insoportable”, reiteró Juárez Otero.
A continuación: los textos completos de los presentadores:
José Antonio Gurrea: un periodista todoterreno
José Luis Martínez S.
En 2019, el periodista español David Jiménez, reportero fogueado en diferentes conflictos bélicos, publicó El Director, libro en el que narra su experiencia de un año al frente de El Mundo, uno de los periódicos más importantes de España. El libro provocó un escándalo porque en él se cuentan, con lujo de detalles, las presiones e intereses que contribuyeron a su despido por pretender impulsar una política editorial que no respondiera sino al interés de la información y los lectores. En la contraportada del libro —disponible gratuitamente en internet— puede leerse: “Jiménez destapa en este libro la podrida red de presiones, influencias y favores que se establece entre el poder económico, el poder político y la prensa que supuestamente debe vigilar a los dos primeros. Ministros, banqueros, consejeros delegados, comisarios corruptos y periodistas de dudosa moralidad protagonizan esta historia sobre las intrigas del mundo del periodismo y los hilos secretos que gobiernan España”.
Recordé la obra de Jiménez al leer varias de las historias de Con olor a tinta, de José Antonio Gurrea. Con cuarenta años en el oficio periodístico, premiado por su trabajo dentro y fuera del país, Gurrea escribe sobre la corrupción y la impostura de algunos personajes y medios en nuestro país. No da nombres, pero ofrece inequívocas pistas para saber quiénes son, cómo se comportan en sus apariciones públicas y qué posición (generalmente progresista) adoptan en sus textos, mientras en la vida cotidiana, como jefes o subalternos, muestran el rostro de la ambición, de la hipocresía o la corrupción que los hace progresar económicamente y volverse famosos, aunque a veces les resulta imposible conservar la careta.
Gurrea habla de su experiencia con cineastas como los hermanos Carlos y Alfonso Cuarón, a quienes la fama se les subió a la cabeza, comportándose de manera insolente y grosera con quien en algún momento de su carrera les abrió las puertas. Habla también —y generaliza, eso es lo malo— de la zafiedad de los reporteros de espectáculos que siguen la escuela de Paty Chapoy, Matilde Obregón, creadora de TvNotas, y de otros personajes de la misma ralea. Y digo que Gurrea generaliza y eso es lo malo, porque, como algunos grandes maestros y amigos entrañables, he incursionado en el periodismo de espectáculos siguiendo el ejemplo —sin pretender de ninguna manera compararme con ellos— de Fernando Morales Ortiz, Efraín Huerta, Edmundo Valadés, Nacho Solares y Vicente Leñero, para quien todo está en la mirada. A los que Gurrea se refiere son sin duda esa subespecie que pulula y se ha adueñado de una fuente extraordinaria para el chisme (el cineasta y escritor Archibaldo Burns, amante de Elena Garro, decía: “el chisme es cultura”), pero también para todos los demás géneros periodísticos, como lo demostró Truman Capote.
José Antonio es un gran periodista, un excelente reportero que todo lo registra, y en este libro —entre otros asuntos— están sus experiencias con los agentes migratorios de Estados Unidos, especialmente prepotentes cuando llevan apellidos hispanos.
Con olor a tinta es una lección de periodismo, por su escritura y valentía. Gurrea sabe que los personajes que exhibe no le perdonarán el balconeo, no creo que le importe demasiado. Es de esos periodistas orgullosos de su oficio, acostumbrados a abrir nuevas puertas cuando otras se le cierran, como sucede actualmente con su proyecto digital lalupa.mx, cuyo lema es “Historias que cuentan”, donde se publicaron por primera vez algunos de los textos reunidos en Con olor a tinta.
Desde hace muchos años lo he leído y admirado la tenacidad de Gurrea, su olfato periodístico, la calidad de su escritura, la seriedad con que emprende cada una de sus investigaciones. Ojalá en las escuelas de periodismo, ojalá que los periodistas que inician su carrera, o incluso los veteranos, como yo, aprovechen las experiencias que un reportero todoterreno como José Antonio Gurrea reúne en esta obra de título emblemático: Con olor a tinta.
40 años de oficio: crónica y anecdotario
Gonzalo Trinidad Valtierra
¿En qué consiste el oficio de periodista?
¿Acaso en investigar y publicar estadísticas sobre el crimen violento, la trata o la gentrificación? ¿En reconstruir los hechos fría y objetivamente, suponiendo que esto sea posible, a través de la palabra escrita? ¿En escudriñar los bajos fondos de la política para exhibir a los farsantes que se hacen llamar demócratas?
No bastaría esta colección de ejemplos para definir el periodismo. Kapuściński, Thompson, Mailer, Talese, Walsh, Garibay, cada uno a su manera, hacían periodismo. Ninguno encajaría en una definición rígida de este oficio. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común, algo que hace que sus crónicas y artículos se mantengan vigentes.
Todos ellos logran colocar al lector ante el acontecimiento humano, sea cual sea el asunto del que estén escribiendo.
Desde que la crónica llegó a estas tierras a bordo de los galeones españoles, comenzó a aclimatarse rápidamente. Primero se escribieron en forma de cartas y relaciones, para dar testimonio a los reyes católicos de los hechos, las expediciones y los descubrimientos. Luego, los frailes de las distintas órdenes religiosas se volcaron a este género para relatar conforme a su experiencia la evangelización de los pueblos subyugados por la espada, su conversión al cristianismo, la defensa de sus almas o la condenación de sus costumbres.
Durante siglos, como el caballo y el café, se domesticó a esta especie literaria para adaptarla a nuestra tierra, para entender los vicios y las virtudes del carácter naciente del mexicano. Hasta que, entrado el siglo de las emancipaciones, el XIX, la crónica se volvió instrumento predilecto de los escritores para auscultar, como el galeno, el ser del mexicano.
Cualquiera puede aproximarse a las crónicas, los cuadros de costumbres y las viñetas de Ángel de Campo, Manuel Payno y Guillermo Prieto sin perder el menor detalle. Quizá en cuanto al tono, el ritmo y la velocidad difieren con la crónica moderna, pero en lo esencial, están allí los rasgos que hacen de este uno de los géneros más prolíficos y que mejores resultados le han dado a nuestra tradición literaria.
En esta tradición, escasamente esbozada hace un momento, viene a inscribirse José Antonio Gurrea, quien festeja cuarenta años de labor periodística con la publicación de este libro: Con olor a tinta, editado por Trajín Literario.
Este libro nos permite asomarnos a una sociedad donde campea la prepotencia y el oportunismo. Lo mismo a través del retrato de un pequeño capo que bebe “Buchanan’s 18 en un vaso largo al que le agrega (…) Sidral Mundet”, en Zona narca, que a través de “un pintoresco personaje, El Old Spice, quien laboraba como corrector en un diario por los rumbos de Insurgentes Norte”, y del que años después, como relata Gurrea en Imposturas, “se supo que detrás de su “vocación revolucionaria”, su máxima aspiración era llegar a convertirse en lo que más aborrecía: un pequeño burgués”.
Menciono sólo dos casos en los que la pluma del periodista sabe perfilar en pocos trazos carácter y contraste.
La migración forzada también figura en este libro, como no podía dejar de hacerlo un fenómeno que ha transformado las relaciones sociales a ambos lados de la frontera norte, debido a la ola de violencia desatada en México a partir de 2008 y que continúa hasta la fecha.
En la crónica En las entrañas del monstruo, la más extensa de esta colección, Gurrea relata las vicisitudes de su viaje a Estados Unidos a través de la garita de Santa Fe para conocer al líder de la tribu Yaqui que vive en Tucson (Arizona). Durante su travesía experimenta en carne propia la prepotencia de los agente fronterizos, cosa que se repite en la garita de DeConcini, entre las dos Nogales, y que lleva a decir al cronista, “lo irónico de la situación no deja de sorprenderme: para estos sujetos, mexicanos o de ascendencia mexicana, haber nacido al sur de la frontera es sinónimo de ser narcotraficante”.
Más adelante nos conduce, en esta misma expedición de largo aliento, a un poblado semi abandonado, Las Vegas, Nuevo México, donde descubre en voz del conductor del camión que se trata de un sitio legendario en la historia del cine Western. Termina el recorrido con un relato sobre José Alfredo Holguín, un “luchador por los derechos de los mexicanos que han tenido que huir del país debido a la violencia”, quien falleció en 2020 sin encontrar justicia por el asesinato de su hijo.
Cuarenta años de ejercicio periodístico en algunos de los diarios más importantes del país. Esto significa que José Antonio conoce a fondo las salas de redacción, las verdaderas entrañas del periodismo. De esta experiencia hace un recuento en crónicas como Insolencia, Burócratas, Dobleces, Planas de plástico y Periodismo para los ojos.
En ellas, los lectores conocemos el modo en que dueños, directores y burócratas del periodismo se las gastan para hacer valer sus caprichos. Negocios, cochupos y atropellos de toda índole. Aunque esto venga a perjudicar irremediablemente al periodismo y a los lectores. Porque, a final de cuentas, podríamos pensar, ¿qué es el periodismo en México sino un negocio más?
Por fortuna, para nosotros, José Antonio demuestra que no se trata sólo de un negocio. El periodismo es, ante todo, un oficio que se debe practicar con ética. Una carrera de cuatro décadas, reconocimientos, premios y una extensa producción respaldan a José Antonio. Les aseguro que este libro es prueba de ello. Muchas gracias.
Con olor a tinta, sencillo y directo, siempre entretenido
Dalia Larisa Juárez Otero
A José Antonio Gurrea tengo relativamente poco tiempo de conocerle, el enlace en común es nuestra amiga poeta y periodista Rocío G. Benitez. Cabe mencionar que el galardonado libro de R. Benitez Donde una vez tus ojos, ahora crecen orquídeas nació de una crónica de J.A. Gurrea, en la que los familiares recibían unos fragmentos de cráneo de un familiar desaparecido. José Antonio Gurrea ha sido ganador del Premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2008, del Premio Nacional de Periodismo en 2009 y en 2017, y del Premio nacional de comunicación José Pagés Llergo en la categoría de columna cultural, también en 2017.
Me parece que la mejor forma de conocer a las personas es a través de los laberintos de la literatura construida. En especial cuando tiene tintes autobiográficos como es el caso: Con olor a tinta es un libro de crónicas de no ficción, tejido de las memorias dentro de su quehacer periodístico. No pude evitar sentirme identificada en el reto que supone el compromiso editorial y escrito frente a los intereses institucionales que, si bien a mí no me ha tocado trabajar en periódicos, todas las instituciones están llenas de personajes autoritarios, zalameros, o que pierden la postura que defendían por un mejor puesto. El gran ego descrito — no en uno, sino en varios personajes— y las contradicciones dentro de esas personalidades que se desdicen y ni ellos se entienden, me recordó mi propio trayecto laboral. Los jefes, no importa el área que dirijan, pareciera que están cortados con la misma tijera, modelados con la misma tiranía. La descripción de los maltratos, cuya justificación es subrayar quién manda, y no tanto cuál fue la razón del mismo, es una cualidad de los cretinos que rara vez se han ganado su puesto.
Por ejemplo, en la página 19, dice: “(…) Lo suyo era despedir a la gente, y así, quedar bien con los altos mandos en las juntas directivas de México, presumiendo “ahorros” a costa de los trabajadores echados a la calle”.
La conclusión de relaciones laborales, rara vez es causa del trabajador, más si se trata de la historia del periodismo y editoriales a nivel global. Los periódicos impresos han reducido su tiraje, la mayoría de las personas leen las noticias a través de medios digitales. Esto ha llevado a muchos periódicos sin otra alternativa que el financiamiento público, y a desequilibrar los contenidos de texto e imágenes. Pocos han podido sobrevivir y adaptarse a estos nuevos retos.
Pero, el libro no se detiene en estas aventuras en las oficinas de redacción y prensa. Las más interesantes, desde mi perspectiva, son las que tienen que ver con los viajes en búsqueda de la noticia, que muchas veces colectan información que no buscaban. Por ejemplo, el fenómeno complejo del narcotráfico, que ha llevado a muchas personas a desplazarse lejos de los territorios donde están sus raíces, dejando todo, apenas con una maleta en mano para no levantar sospechas de su huida. También el sobre juzgamiento de los periodistas al hacer el recorrido de México a Estados Unidos, para hacer una entrevista y vivir el encierro unas horas, a pesar de tener todos los papeles y los permisos en orden.
Otra escena, descrita a partir de la página 67, en el capítulo “Zona Narca” que se desarrolla en un restaurante con una atmósfera ecléctica de la estética mexicana, hecha más para turismo gringo que para el nacional en la frontera (Nogales), donde un grupo de reporteros hizo parada para comer. La comida se convirtió en un campo de batalla, pero de platos, cubiertos y cualquier cosa lanzable. El motivo: una mujer despechada por la infidelidad en público de su pareja, un narco que se había citado en el restaurante con una mujer diez años menor que él. La jovencita sale huyendo del lugar, la mujer enojada es sacada por personal del restaurante y los comensales reciben una disculpa del tipo que le echa la culpa a su mujer, que de loca no la baja. Acto seguido, ofrece pagar todas las cuentas de los comensales, y para colmo, quienes no aplauden en agradecimiento, les pregunta en tono amenazante si no se sienten agradecidos que se les pague su consumo. Nadie se niega, por supuesto y el jefe del narco paga en efectivo, exhibiendo un maletín lleno de billetes, con un extraño gesto de orgullo en el rostro.
En medio de los traslados entre México y Estados Unidos, resulta curioso encontrarse en la madrugada a Las Vegas, Nuevo México (pág.44), que mientras es narrado con sorpresa por José Antonio Gurrea, yo misma como lectora, me sorprendo de tal información, pues me era desconocida. La descripción de los “tovareros” (p.52), que compran autos y camionetas usadas en EUA para revender en México y mantener a sus familias, también me pareció un mundo sorprendente, que habla del esfuerzo de hombres mexicanos por mantenerse a flote.
Este libro también recapitula compañeros y amistades memorables, por las singularidades de cada uno de ellos. Los refugiados políticos, los que son izquierdistas de pose, cineastas mexicanos antes de ser famosos, los periodistas de espectáculos, personas que murieron antes de recibir justicia, o bien, buscándola. Cada una de las historias de no ficción autobiográficas son en sí mismas interesantes, con buenas pizcas de humor, para que la tremenda realidad no sea insoportable.
Solamente me resta decir que es uno de los libros que más gozo a la lectura me han proporcionado, la lectura es sencilla y directa, siempre entretenida. Totalmente recomendable.
Felicidades a José Antonio Gurrea. Me encantó leerlo en “Otredades” y fisgonear por lugares de México de los que desconocía todo. Su pluma es elegante, fuerte y clara. Muero por leer su “Con olor a tinta” que ya tengo en mis manos.
Olor a tinta….Así huele José Antonio Gurrea!! Un escritor y periodista apasionado por el oficio que como diría Carlos Septién García el periodismo es “El Parlamento diario de los pueblos”. Enhorabuena!!