En este año se han roto muchos récords… primero, la Agencia de los EE. UU. que monitorea los océanos y el clima mundial (la NOAA) indicó que julio fue el mes más cálido jamás registrado. Ahora indicó que el mes de octubre pasado fue el más cálido de toda la historia registrada (desde 1850), esto debido al efecto combinado de dos eventos: el calentamiento global antropogénico y la corriente oceánica “El Niño”. Y como el fenómeno de El Niño seguirá sobrecalentando el Océano Pacífico durante, al menos, el primer semestre de 2024, se espera que los fenómenos climáticos extremos continúen.
Los científicos abocados al estudio del clima de la Tierra —en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la Organización Meteorológica Mundial, el Copernicus Marine Service, el Potsdam-Institut für Klimafolgenforschung y la NOAA, antes referida, entre muchas instituciones de investigación— vienen anunciando el imparable incremento en frecuencia e intensidad de los fenómenos hidrometeorológicos, como consecuencia del calentamiento global antropogénico.
Además, como antes indicamos, la ocurrencia de la ENSO (El Niño-Oscilación del Sur, esa corriente del Océano Pacífico que sobrecalienta las costas americanas) ocasionará que los huracanes también aumenten su velocidad de giro, ocasionando catástrofes como la recientemente sucedida en Acapulco.
El desastre que sufrió Acapulco no fue natural. Fue el calentamiento global —ese que hemos generado por la enorme cantidad de gases de efecto invernadero que lanzamos desde hace décadas a la atmósfera— el que convirtió un huracán que se estaba debilitando durante las primeras horas del 24 de octubre en un flagelo terrible que alcanzó la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson (con vientos superiores a los 270 km/h y rachas de 330 km/h), el cual, literalmente, convirtió al puerto de Acapulco en una zona de guerra. A dos semanas de la catástrofe, la ayuda llega a cuentagotas, falta el agua, la luz y la energía y, como tristemente nos indicó una muy buena amiga que sufrió en carne propia el huracán:
“[…] las primeras 36 horas nunca vimos un policía estatal, un marino ni un soldado. Abandonados. El puerto, una semana después de la catástrofe, sigue sin agua, el puerto sigue sin luz. Por más que él (AMLO) dice que ya puso el 50 %, no es cierto. Sólo hay dos bombas con gasolina, lo cual ya es un milagro. No hay radio, no hay televisión, no hay internet, se cayeron las antenas. […] Ya empiezan a saquear casas y el saqueo en tiendas nos tocó verlo, es terrible. […] Cuando las organizaciones civiles llegan con ayuda, se las quitan, la ponen en cajitas del gobierno. ¡Tuvieron que promover un amparo [para poder entregarla]! Ya envió (AMLO) a sus “siervos de la nación” para que entreguen las ayudas, todos con chalecos de Morena”.
Y estas catástrofes van a continuar.
A pesar de ello, las naciones productoras de petróleo y carbón planean aumentar su producción, sin preocuparse por el Acuerdo de París (2015) e ignorando los informes de las principales agencias sobre el clima mundial[1]. Nuestro país incluido.
Las consecuencias de no escuchar a los científicos del clima, por parte de las grandes corporaciones y sus gobiernos asociados, serán muy graves para toda la humanidad y, como siempre, sobre todo para los más pobres.
Como he indicado en otras entregas, los científicos asociados al Club de Roma, esos que en 1972 publicaron el estudio The Limits to Growth, el cual, hasta nuestros días, se ha mostrado exacto, y que gracias al empleo de los mejores ordenadores del mundo estudiaron las principales variables de la humanidad y la Tierra (cantidad de población mundial, producción industrial, producción de alimentos, servicios per cápita, natalidad, mortalidad, entre muchas otras), han vuelto a predecir una catástrofe. En la última versión de su investigación, publicada en octubre de 2022 (Earth for All, Canadá: New. Society), se predice una catástrofe socioambiental global apenas pasado el año 2050. Evitarla requiere realizar una serie de acciones abocadas a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, a limitar la sobrepoblación y mejorar la distribución de la riqueza entre las naciones.
Con el objeto de transmitir tales ideas se realizó, a escala global, del 1 al 15 de noviembre del año en curso la Earth4All Action Week, la cual tuvo como lema: Systems Change, not Climate Change (cambiemos el sistema, no el clima). Se realizaron más de 20 eventos en todo el mundo: 12 en Europa, tres en los EE. UU. y Canadá, cinco en África y otros tantos en Sudamérica y Australia.
En México se realizaron dos: el 13 de noviembre la Coalición Tricolor para transiciones sustentables realizó un evento para pensar la transición a un modelo económico sostenible para la Ciudad de México, y el 7 de noviembre, en el Instituto de Matemáticas de la UNAM Morelos, realizamos la mesa redonda titulada Earth4All en México, una propuesta para adecuar las medidas de Earth4All al caso mexicano.
Nuestra mesa redonda contó con la participación del Dr. Alejandro Vargas Casillas, investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, del también investigador del Instituto de Matemáticas de la UNAM Dr. Antonio Sarmiento Galán, y de quien estas líneas suscribe, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Las conclusiones de nuestro evento fueron las siguientes:
Si como mexicanos pretendemos superar sin demasiadas catástrofes —como la recientemente ocurrida en Acapulco— la crisis socioambiental venidera debemos, en primer término, urgir a nuestras autoridades, así como a la ciudadanía en general, a realizar una transformación energética generalizada que electrifique todo lo posible, con el objeto de que toda la producción industrial, así como la movilidad urbana e interurbana, se realice sin combustibles fósiles. Las empresas con alto consumo energético —como las acereras o las cementeras— pueden aprovechar el hidrógeno verde, el cual es muy eficiente si se utiliza in situ.
En segundo término, debe ser minimizado el consumo de carne. Sabemos bien que la ganadería y actividades agrícolas asociadas son responsables de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero de todo el globo. Sabemos también que una dieta fundamentalmente vegetariana cubre todos los requerimientos vitales; se necesita consumir realmente muy poca carne para evitar las deficiencias de vitamina B12.
En tercer término, el país debe realizar una amplia y bien diseñada campaña de educación ambiental. Requerimos que la población modifique sus hábitos ecocidas y emprenda la transición de su vida cotidiana a la sostenibilidad; ello implicará, también, que el gobierno otorgue créditos blandos para que todas las familias cuenten con los recursos suficientes para instalar en sus techos sistemas fotovoltaicos y termosolares, así como invernaderos, huertos de traspatio y sistemas de producción alimentaria casera (mediante hidroponía o acuaponía).
Implementar estas medidas de manera decidida y a escala nacional no es imposible. Sólo se requiere de un buen dirigente que oriente las acciones en la dirección correcta.
Nunca olvidemos que, como bien indica el estudio Earth for All, debemos reducir significativamente nuestras emisiones. De otra manera, el estudio referido predice una desestabilización creciente y franca crisis socioambiental. Las guerras en Ucrania y ahora en el Cercano Oriente son muestras fehacientes de la manera como pierde estabilidad nuestra civilización. Los conflictos amenazan con escalar y, desgraciadamente, no sabemos en qué van a parar.
No me queda sino anunciar que las catástrofes continuarán. Muy probablemente este año será catalogado como el más cálido de la Tierra en toda la historia registrada… y el 2024 lo superará. En consecuencia, los fenómenos hidrometeorológicos se agravarán: los huracanes, ciclones y tifones serán más intensos; las sequías más prolongadas, las ondas de calor más insidiosas, los incendios forestales más devastadores, y todo ello ocasionará un descenso en la producción agrícola a cielo abierto.
Me entristece profundamente dar estas malas noticias, pero la ciencia del clima es clara. No nos queda sino intentar prepararnos construyendo cisternas para agua más grandes, reaprendiendo a generar alimentos en invernaderos, aprendiendo hidroponía y acuaponía, obligando a nuestros políticos a que dejen de subsidiar la producción de combustibles fósiles y a que detengan el imperio del automóvil que reina en las ciudades mexicanas; a que construyan vías ciclistas donde bicicletas mecánicas o eléctricas transporten a la ciudadanía, así como un transporte público verdaderamente de calidad, que posibilite dejar de usar el auto. Finalmente, es menester reconvertir nuestras empresas hacia las energías renovables.
Los combustibles fósiles deben quedarse en el subsuelo. Como bien indican los amigos del Club de Roma: si no queremos que el clima de la Tierra pierda su estabilidad relativa, es forzoso que se reduzcan a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en 7 años… y deben anularse en el 2050[2]. Es un grave error seguir pensando que el país mejorará gracias a la producción petrolera. Ese tipo de creencias sólo nos llevarán a una gran catástrofe.
Cuernavaca, Morelos, 15 de noviembre de 2023.
[1] Planelles, M. (2023). Los países productores de combustibles fósiles ignoran las alertas climáticas y planean aumentar la extracción de carbón, petróleo y gas, El País, 7 de noviembre de 2023: https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-11-08/los-paises-productores-de-combustibles-fosiles-ignoran-las-alertas-climaticas-y-planean-aumentar-la-extraccion-de-carbon-petroleo-y-gas.html#?rel=mas
[2] Dixson Declève, S. et al. (2022). Earth for All, Canadá: New Society.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “ECOSOFÍA”, LA COLUMNA DE LUIS TAMAYO PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/luis-tamayo-perez-ecosofia/