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No voy a reparar en todas las argucias de los Meléndez, sino sólo en dos cuestiones: una del padre y una del hijo, que, contrariando el oficio periodístico, en lugar de argumentar consolidan la práctica de la banalidad discursiva y el empleo de la invención irascible, lo cual me extraña porque antes de esta calamidad laboral siempre se decían amigos fraternos míos, aunque yo ya sabía —o, mejor, intuía— que ambos, padre e hijo, o hijo y padre, se movían de acuerdo a sus conveniencias o a sus fobias, lo que llegare primero. Ya el buen René Avilés Fabila (1940-2016) me lo había advertido años ha:
—No te fíes de Jorge Meléndez — me decía el novelista, que había despedido a Meléndez de Excélsior por debilidades escriturales, rescatándolo yo, a Meléndez, del ostracismo periodístico para incorporarlo en El Financiero—, que en cualquier momento puede apuñalar por la espalda victimizándose de inmediato…
En su columna “Botica”, Jorge Meléndez era ofensivo, primero, con el narrador, pero después, ya amistados de nuevo debido a la intermediación de José Antonio Gurrea, Jorge Meléndez se volcaba en puras loas a Avilés Fabila, llegando yo incluso a cuestionar al columnista por esos giros tan drásticos en sus motivaciones periodísticas… pero Meléndez carece de memoria: ahora dice que mi querido Manuel Blanco me regañaba “desde joven por no voltear a ver a la sociedad”. ¡Pero qué canallada tan ruin, la de Meléndez! Si no sabe, ¿para qué inventa las cosas? Con mi querido Manuel Blanco todo se trataba de un juego de ironías periodísticas: de igual modo que con Meléndez, Manuel Blanco (1943-1998) escribió semanalmente una columna en El Financiero que lo ayudó a sobrevivir ya en sus días postreros.
Pero Jorge Meléndez olvida muy pronto cosas que a él le conviene para acomodarse, en confort reposado, en medio de esas situaciones que alguna vez agradeciera probablemente de manera hipócrita.
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Ahora dice Jorge Meléndez en tuits enmuinados: “Durante mucho tiempo [Víctor Roura] se erigió como una persona contestataria ante el régimen en boga pero no cuenta que siempre fue pagado por personas que no pagaban a periodistas”.
Y si no se pagaba a periodistas en El Financiero, ¿por qué rayos Jorge Meléndez insistía en escribir conmigo, por qué no levantó la voz en aquel momento, por qué él colaboraba en tan semejante mezquindad?
Porque no hay nada mejor como hablar a toro pasado, como comúnmente se dice.
Otros tuits: “Dentro de ellos [de estos periodistas que no pagaban] se encuentra el señor Alejandro Ramos denunciado por Sanjuana Martínez, directora de Notimex. Y quien realizó corruptelas [Alejandro Ramos, no Sanjuana, lo aclaro porque la redacción de Meléndez es siempre, cuando no está debidamente editada, enredosa] con Conrado García exlíder sindical del saneado Sutnotimex… Durante años Alejandro Ramos y Víctor Roura no pagaron salarios a periodistas en el diario El Financiero mientras ellos cobraban puntualmente”.
Muchas veces, pero esto no es de la incumbencia de Meléndez, no cobrábamos en El Financiero por problemas económicos de la empresa. Mas el asunto es el mismo: ¿por qué seguía escribiendo Meléndez en un diario tan vil que ni pagaba a periodistas?
Y venirlo a decir hasta hoy a conveniente toro pasado, qué pena.
Otro tuit: “Cuando El Financiero por fin pagó, se hizo el ajuste de salarios y les pagaron menos del 30% de lo que les correspondía a los periodistas”.
¿De dónde ha sacado esta barbaridad Jorge Meléndez?
Una infamia más: “Víctor Roura se erige en contra de los caciques culturales de México pero implementa las malas prácticas laborales que sus contrarios ostentan para mantener a raya el poder”.
Meléndez apunta esto por pura rabia contenida que le ha salido vaya uno a saber de dónde: en lugar de crearse jocosas fake news debería incorporar en su léxico periodístico verdaderos argumentos para poder debatir ideas, no ocurrencias.
Finalmente, Jorge Meléndez continuará escribiendo para sentirse a gusto con los likes de los sindicalistas en huelga de Notimex.
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Y los tuits de Alejandro Meléndez, el hijo de Jorge, sindicalista de Notimex por quien su padre se halla en cólera irreflexiva. Dice Alejandro: “Roura cobró por años a manos llenas de Alejandro Ramos quien robó junto con Conrado García y es denunciado por su misma jefa [el hijo por supuesto también padece de la misma afectación sintáctica, si bien éste a diferencia del padre, no es redactor sino “fotógrafo del mundo”, como él mismo se presenta, razón por la cual le están haciendo falta haches en sus expresiones enfadadas, por eso lo que quiere decir es que la jefa es de Víctor Roura, no de Conrado García]. Raro que no hable del señor Ramos en ninguno de sus artículos cantinflescos. Entendemos porque [sic] odia a la clase trabajadora porque nunca a [sic] pertenecido a ella. Así los rufianes de esta época”.
Mi padre (un respetado conductor de trolebuses), en su tumba, ha de haberse removido cuando Meléndez jr. asegura que yo nunca he pertenecido a la clase trabajadora. También dice Alejandro, sin saber los pormenores periodísticos, cuánto discutimos Alejandro Ramos y yo en las oficinas de El Financiero, ni tiene que saber que Ramos no me pagaba ni si yo alguna vez le di un portazo para no continuar discutiendo sobre sus intereses mezquinos. Y agrega Meléndez jr. que yo no hablo del “señor Ramos en ninguno” de mis “artículos cantinflescos”. Y trataré de evitarlo, por supuesto. Si Meléndez jr. tanto desea hacerlo, que lo haga él, que yo mientras más distanciado esté de las prácticas anómalas periodísticas, mucho mejor.
Y no sé si sepa Meléndez jr. que el lenguaje cantinflesco es mero artificio cinematográfico, de manera que si quiere, o pretende, decir que mi lenguaje es cantinflesco mucho le agradezco, a pesar de su irrazonada ira, la deferencia, inmerecida por otra parte.
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El decálogo periodístico de don Miguel Ángel Granados Chapa (1941-2011), en efecto, bien les caería a aquellos que ahora, a toro pasado, se embanderan con capas de virtuosismo informativo. Por lo menos, estoy cierto de que don Miguel Ángel, amigo que yo era suyo, me diría que dejara de preocuparme de estas voces anodinas y falsarias que no saben cómo llevar a la práctica su raquítico periodismo. Y por eso pongo, con este cantinflesco texto, punto final a las soberbias mitomanías de estos exaltados personajes.
El magnífico decálogo dice así:
- NUNCA ESCRIBA O DIGA ALGO DE UNA PERSONA QUE NO SE LE PUEDA DECIR A LA CARA.
- COMBATA LA AMBIGÜEDAD: NO INSINÚE, NO EXAGERE, NO MINIMICE. ELIJA UNA POSTURA Y DEFIÉNDALA. UN JUICIO NO DEPENDE DE LA COMPLICIDAD DEL LECTOR, SINO DEL APEGO A LA VERDAD.
- USE LAS PALABRAS PRECISAS, NO SÓLO POR LA RIQUEZA DEL LENGUAJE SINTÉTICO SINO PARA LOGRAR EXACTITUD EN LO QUE UNO QUIERE DECIR.
- EVITE LOS LUGARES COMUNES, LA VULGARIDAD Y LA FALSA FAMILIARIDAD CON LOS ENTREVISTADOS.
- CONSTRUYA SU PROPIA OPINIÓN, AUNQUE NO COINCIDA CON LOS DEMÁS, Y SOBRE TODO SI COINCIDE CON LOS DEMÁS.
- NO SE PONGA USTED MISMO EN EL CENTRO DE LA NOTICIA.
- NO HAGA JUEGOS DE PALABRAS NI SORNA CON EL NOMBRE O LA APARIENCIA DE UNA PERSONA.
- NO ASPIRE A RECOMPENSAS MATERIALES, NO ACEPTE REGALOS QUE PUEDAN SIGNIFICAR UN SOBORNO, NI SIQUIERA LOS MÁS PEQUEÑOS. HAY QUE PRACTICAR UNA EXTREMADA AMBICIÓN ÉTICA, AUNQUE PAREZCA UNA SOBERBIA DE LA VIRTUD.
- CONSIDERE LOS FENÓMENOS EN SU LARGA DURACIÓN Y EN TODA SU ANCHURA.
- ENCUENTRE EL CAMINO O HÁGALO.