REPORTAJE: AMÍLCAR SALAZAR/LALUPA.MX
Sin duda que el departamento cibernético del Federal Bureau of Investigation (FBI) de Estados Unidos actúa con bastante más eficiencia en el cine y en las series de Netflix que en la vida real.
Tres fugitivos de la justicia de EU –presuntos violadores seriales de niños, quienes “actúan armados y son peligrosos”–, ya habrían cumplido una estadía clandestina en México de 19 años, en promedio, sin ser capturados.
Se trata de los estadounidenses Elbie Jessie Harz, Jeffrey Dean McDaniel y Steven Eugene Clifford. Los tres cargan acusaciones de cometer delitos sexuales en contra de menores de edad, así como de presumiblemente haber escapado del brazo de la justicia de EU cruzando la frontera con nuestro país.
MÉXICO Y EU, SIN PISTAS SOBRE “MÁS BUSCADOS”
Un análisis de EnLaLupa.com a los listados de la agencia policial estadounidense revela que de entre 265 presuntos delincuentes “más buscados” en el mundo, un total de 48 (el 17 por ciento), “podría residir en México”.
Del gran total de 265 maleantes prófugos, a 55 de ellos se les acusa de cometer delitos sexuales, a 26 de tráfico de drogas y a 184 de atracos y homicidios, entre otros.
Por lo que toca al Gobierno de México, una revisión a las listas de “recompensas” de la Fiscalía General de la República (FGR), como a las de otras dependencias y entidades, confirma que la autoridad mexicana no ha emitido ninguna advertencia sobre la posible presencia en el país de estos tres personajes del crimen; supuestamente, entre los “más buscados” por la FBI.
Con excepción de unos cuantos y populares narcos mexicanos, que actúan en ambos lados de la frontera, las listas de “más buscados” por la FGR no se integran ni complementan con las del FBI; sin importar la denunciada presencia en el país de los 48 estadounidenses “de alta peligrosidad”.
Tampoco el motor de búsqueda de la Organización International de Policía Criminal (Interpol), el cual brinda datos sobre seis mil 982 fugitivos del orbe, arroja referencias sobre los no poco misteriosos pedófilos de los que se ocupa esta entrega de #FiloRojo.
ELBY E HIJA, PAREJA DIABÓLICA
El trailero Elby Jessie Hars vivía en una avejentada casa remolque, al lado de su hija única Terri, a quien abusaba sexualmente desde que era una niña de siete años, huérfana de madre.
A la policía de Carolina del Sur nunca le quedó claro cómo fue que Elby perdió a su mujer en un raro accidente doméstico, pero no tuvo pruebas para acusarlo de propiciar la muerte.
A mediados de 1998, Elby ya tenía 55 años y la rubia Terri 20, convirtiéndose ambos en una pareja sexual diabólica: padre e hija dedicados a violar (sólo por placer) a chicas menores de edad.
Frecuentando ferias estudiantiles, el dúo enganchaba con regalos como muñecos de peluche a chicas con entre 15 y 17 años; buscando que Terri se ganara la confianza de la futura víctima y esta los visitara en la casa rodante.
Una vez lograda la visita, “para tomar helado o hacer una tarea”, aparecía el siniestro Hars, quien furtivamente daba sedantes a la chica, a fin de adormecerla y violarla de manera pausada, sin propinarle golpes ni causarle heridas.
Testigo y partícipe del abuso, Terrie tomaba imágenes Polaroid de la chica desnuda o bien Hars retrataba a ambas mujeres en poses lésbicas o de trío sexual, buscando reunir imágenes para extorsionar a la víctima, ya fuere que esta tomara plena conciencia del hecho o para evitar que denunciara.
A finales de 2001, suficientes denuncias de padres de familia lograron poner bajo amenaza de fuego policial al par de violadores, dándose un momento en el que al verse rodeados dentro de un refugio urbano, estos ofrecieran entregarse.
Sin embargo, se trató de un nuevo truco del sagaz Elby, quien mandó por delante a su hija, al tiempo en que halló una manera de escapar. Mientras tanto, Terri fue llevada a la cárcel.
Carolina del Norte está lejos de la frontera con México. Sin embargo, el FBI cree que Hars pudo cruzarla a mediados de 2001 e inició una nueva etapa de vida en nuestro país.
18 años después –si todavía vive a sus 76 años y no ha criado otra hija en México–, Elby quizá esté dedicado a añorar en las redes sociales sus tristes hazañas sobre ruedas.
JEFFREY & SALLY, TATUADOS POR EL AMOR
La primera marca en el alma del tatuador Jeffrey Dean McDaniel fue enamorarse de Sally, nombre ficticio de su hija, a quien vio por primera vez cuando ella tenía 13 años de edad.
Ocurrió que McDaniel dejó a su mujer cuando estaba embarazada de Sally y no volvió a verla sino hasta 1998, cuando la localizó para pedirle que lo dejara “ver a su hija”.
La sheriff del condado de Placer, California, no tenía reportes negativos sobre el reaparecido artista del tatuaje, con apenas 31 años de edad. “Era un tipo desenfadado y simpático, con aire rebelde”, lo describió la oficial.
McDaniel comenzó a visitar y a llevar de paseo a su hija; no sin enfrentar cierta desconfianza de la madre, mujer escéptica, pero quien no logró evitar que Sally adquiriera afinidad por su padre.
Nada daba para imaginar que el joven tatuador ya había convertido a la adolescente en su amante, convenciéndola para que dejara la casa de la rígida madre y accediera a “huir a México”, en pos de una playa en la que cultivaran el amor y una nueva forma de vida.
Viajando en aventones, la pareja llegó a Tijuana, donde cruzaron sin problema al país, hasta llegar a Puerto Vallarta, Jalisco, donde según informes del FBI, ambos debieron trabajar: él como tatuador playero y ella como mesera de una fondita.
Pasaron nomás de ocho meses, viviendo como esposos en un apartamentito puesto en los altos de un mercado público. Ahí la pareja también “se ganaba la vida vendiendo a los turistas colguijes, pulseras y pipas para fumar marihuana”, añade el informe entregado al FBI por un informante.
La pareja comenzó a tener problemas de celos, porque McDaniel “depositó sus ojos sobre otras chicas jóvenes, de las que poco pudo saberse”, se apunta en el informe.
A fines de 1999, Sally comunicó a su padre-esposo una noticia que repentinamente lo hizo querer escapar nuevamente, ahora de la hija-esposa: ella estaba embarazada y deseaba tener al bebé.
Después de una típica discusión de pareja, McDaniel no tuvo miramientos para olvidar a Sally en Puerto Vallarta y marcharse hacia otro sitio… quizá el mismo que hasta hoy ni el FBI ni la policía mexicana ni la Interpol han podido localizar durante dos décadas.
Para volver a casa de su madre-abuela, Sally pidió aventón a unas monjas que conducían un auto con dirección a Guadalajara. Allá tocó la puerta del consulado estadounidense, donde narró parte de lo que podría ser un argumento del cine.
CLIFFORD Y SUS PACIENTES
El coaching en quiropráctica Steven Eugene Clifford se había especializado en sobar el cuello y los coxis de chicas jóvenes afectas a los deportes acuáticos; ello dentro de su consultorio situado en el paraíso turístico de Carnelian Bay, California.
No fue difícil para este soltero maduro y con dominio de los idiomas francés y español, siempre vestido a la moda y quien viajaba en una flamante camioneta de llantas anchas y cabina extendida, emprender diversos romances con algunas de sus pacientes.
Pero a la vuelta del tiempo –según el caso judicial “USA vs. Clifford”, que a mediados del año 2002 fue iniciado en su contra– la imagen pública de Clifford pasó de ser la de un sofisticado terapeuta a la de un violador serial, con un cúmulo de 17 acusaciones en su contra.
Las muchas denuncias contra Clifford pronto explicaron por qué este hombre era adicto al litio, con el que decía calmar su ansiedad. “Ocho cargos de violación, cuatro de sodomía con menores de 14 años, 14 de violencia, golpes y amenazas, dos cargos de cópula oral forzada; tres cargos de penetración con objeto extraño, uso de armas de fuego como fetiche para mantener sexo forzado, un abuso sexual contra la hija pequeña de una madre que ojeaba revistas en la antesala, etcétera.
Los informes policiales no aclaran cómo fue que Clifford escapó del mismo edificio del juzgado y logró rentar un auto para llegar a Tijuana y perderse en el vasto territorio nacional.
El último dato del FBI indica que “en caso de no haber volado a Europa, Clifford puede estar en Baja California Sur, lugar que conocía bien y donde resultaría fácil hacerse pasar por buen hombre entre una comunidad extranjera que hasta 2015 sumaba sólo en el municipio de La Paz a 3,448 ciudadanos de EU y 630 de Canadá.