Autoría de 12:12 pm #Opinión, Braulio Cabrera - El sonido de la H • 2 Comments

Sean eternos los laureles… – Braulio Cabrera

Toda mi vida había buscado el atractivo del futbol (soccer) como si se tratase de un viaje espiritual, un peregrinaje obligado para consolidar mi masculinidad y mi nacionalidad. Traté viendo partidos, escuché incontables ocasiones la compleja explicación del fuera de lugar, fui al estadio y jugué en las retas, pero todo fue en vano.

La realidad es que no tengo nada en contra del balompié, lo conozco a un nivel superficial, de cultura general, pero jamás trascendió. Hasta hace un año, estando en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pues mi visita coincidió con la temporada del Mundial y la victoria del equipo albiceleste. Fue en esos días que me enamoré.

Un año más tarde, Argentina sufre la devaluación más severa en décadas –algo que lamentablemente se puede decir casi semana con semana–, así como un aumento “estratégico” en la inflación, de parte de un nuevo gobierno cuyos planes son antitéticos a la estructura económica y las dinámicas comerciales anteriores.

En noviembre del año pasado, el dólar blue (informal) se cotizaba en 320-380 pesos argentinos (ARS) por unidad, mientras que un peso mexicano (MXN) equivalía a cerca de nueve pesos argentinos. Hoy el dólar blue se encuentra entre 950 y 985 ARS. Mientras tanto, la relación MXN-ARS, al haber disminuido el precio del dólar frente al peso mexicano, ha aumentado cinco veces, siendo el cambio de 1 MXN por 45 ARS.

Pongamos un ejemplo burdo: hace un año, el six de cerveza Brahma –una de las más baratas– estaba al rededor de los 1,800 ARS, es decir, unos 200 MXN, o 5.15 USD. Actualmente, el mismo producto difícilmente baja de los 2,600 ARS, pero ahora equivale a 55 MXN, o 3.25 USD. Curiosamente, las bebidas alcohólicas no han sido las más afectadas comparando alimentos y medicinas.

Hoy, a un año de la victoria de la escuadra argentina frente a los franceses, recuerdo la celebración de la semifinal. Estar caminando sobre la avenida 9 de Julio, sorbiendo una Brahma que le había comprado a alguien con una hielera, moría de calor y la ciudad rugía en felicidad, rabia y desahogo. Unas horas más tarde, recuerdo –más o menos– estar trepado entre el techo de un quiosco y la rama de un árbol, frente al Obelisco. La gente cantaba, bebía, lloraba, reía, bailaba y, sobre todo, olvidaba.

Hoy, un infame año más tarde, les presento una galería de imágenes de esos días en que la Argentina se llenó de orgullo, y su gente tuvo un merecido descanso. Días en los que yo aprendí a amar el futbol por regalarle la felicidad más simple a un país completo.

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Last modified: 23 diciembre, 2023
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