Autoría de 1:14 pm #Opinión, Armando Mora - El Ardiente Rabo

La escritura busca un zurcido: el Aforismo – Armando Mora

En la mayoría de los casos quien escribe aforismos siempre tiende a la dispersión del conocimiento, a no sostener con veracidad y experiencia lo que manifiesta, ya no digamos una cercanía a la sabiduría de lo que se escribe. Es decir, no aclara nada, muy al contrario, pretende que a través de esta forma de escritura se pueda evadir la responsabilidad de concretar la capacidad de entender la realidad. Caso similar sucede con aquellos que se paran frente a la poesía y recuestan las palabras en el taburete de la incoherencia, de la incapacidad, sin llegar a nada; no están en arraigo con los hablares de un pueblo y su sentir, y menos al manifestar las palabras mediante metáforas. Sus versos no dicen nada, son espacios desperdiciados porque no creen en el trabajo diario, vivir siempre con un paro cardiaco y estar cerca de la locura.

El aforismo es como un traje que se rasga, así nada más, es el ser humano en toda su magnificencia y, sólo en manos de un sastre con experiencia y sensatez, realizará un zurcido invisible de la escritura. Cada hilo debe ser colocado con la más fina exactitud.

Ahora, de manera breve, me referiré a la trascendencia que ha tenido el aforismo en Hispanoamérica, cuyo movimiento fue conducido por las diversas versiones de libros difundidos de autores italianos, franceses, de los siglos XV y XVI, tiempo después por alemanes, que fueron llegando por las traducciones de esos autores, por la conformación y solidez del castellano en ascenso. En su esencia, esta forma de escritura está plagada por el manejo de una chispa que nace de un pueblo vivaracho, creativo, que, mediante refranes, aforismos, proloquios, dichos y más textos de sabiduría popular, como se le conoce, pondrá su corazón en vilo. Pero, aunque sé que esto es una versión de la historia del aforismo y que está demasiado sintetizada, intento llegar de forma rápida a mencionar que entre la formación del idioma español, y entre vicisitudes y guerras, pudieron asomarse con mayor intensidad estas líneas breves de la escritura, y con ello el nacimiento de un nuevo aforismo, único en la literatura, porque para surgir necesitó del desfallecimiento o de estar en pos de guerra. Su esencia nace ahora para permitir la cura entre la caída o la crisis de los pueblos, y será el aforismo por su inmediatez, porque viaja de forma rápida, veloz y breve, como una carta fugaz, para ir levantando la voz de todo un pueblo.

Así, surge una nueva interpretación del aforismo al estar frente a la batalla y, ya con la imprenta, será su fusil una pluma de ganso, la tipografía, y será demoledor cuando se esparce entre las hojas de su tinta; es corto, de fino traslado a los confines del conflicto, hasta podría decir que se transforma con mayor celeridad, en plena batalla. Porque el aforismo en España demuestra otra posibilidad de expresión. Cuando el idioma logra establecerse y fundir toda su grandeza en Cervantes y predomina como eje conductor de la sabiduría popular el refrán, principalmente en Don Quijote de la Mancha, cuya primera edición de la primera parte fue en 1605, en la imprenta de Juan de la Cuesta, y él, como hombre de combate, vivió los estragos de la guerra y sabía las causas profundas de caminar ante la muerte. En el Quijote da muestras de conocimiento sobre los decires del pueblo al estar invadido de refranes. Pero en otros textos va mencionando al aforismo, que posee características que lo desmarcan de otras maneras de escritura breve, pero no sólo eso lo vincula más a un escrito que debe tener un estudio más profundo, del manifestarse de todo un pueblo. Otra cosa curiosa es, a diferencia del refrán o los dichos que son anónimos, el aforismo tiene autor. Léase Persiles y Sigismunda y notará la manera en cómo se van recopilando por diversas tabernas cantidad de aforismos. Mucha polémica causa esto cuando Lope de Vega lo incrimina, al decirle que sus aforismos son de baja calidad. Dos extraordinarios escritores enfrentados.

Ahí va radicando en esencia uno de los pormenores, y diría de los más importantes para tener la nueva faceta del aforismo.

Un aforismo no debe estar entre las arenas movedizas, simplemente porque jamás encontrará la manera de salir, su hundimiento inevitable será por estar mal escrito y sin sustancia, es decir, si es predecible y no se sostiene entre la embestida de la gente, es mejor que se hunda.

 Y sí, quien escribe aforismos debe sentir en cada uno de sus textos que va muriendo junto a lo que escribe, porque el que escribe siente la muerte en lo más hondo, un profundo dolor que no lo deja en paz porque siempre trae: “El Rabo Ardiente”.

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Last modified: 23 enero, 2024
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