En esta etapa del partido político que institucionalizó la revolución, nuevamente ha cambiado de nombre. Ahora se denomina Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y al igual que a inicios del siglo pasado es encabezado por un caudillo.
Nace el PNR
En esa época, México vivía las secuelas del movimiento revolucionario de 1910. Predominaba la dispersión de líderes y de caudillos regionales que reclamaban para sí territorios de dominio, prioridad en dictar políticas y hasta derecho a emitir moneda.
La existencia de diversidad de partidos políticos regionales (como la Confederación de Partidos Guanajuatenses, el Partido Socialista de la Frontera, el Gran Partido Revolucionario de Jalisco y el propio Partido Liberal Mexicano, entre otros) ejemplifica la situación que se vivía.
Y aun cuando la gran mayoría de ellos se unieron a la postulación de Álvaro Obregón, este legalmente fue el candidato de la CROM-PLM en su campaña por la reelección, en 1928.
Fue en esa coyuntura que planteó la necesidad de reivindicar los principios de la Revolución mexicana y, por consecuencia, la unidad de las fuerzas revolucionarias. El caudillo pensaba en construir una organización política de la revolución. Pero fue asesinado.
La diáspora política se profundizó. Decenas de caudillos reclamaban para sí parte del poder so pena de una nueva sublevación.
Fue entonces que Plutarco Elías Calles retomó la idea y la maduró hasta que tuvo oportunidad de impulsar el modelo de partido político: el partido de la revolución y de los revolucionarios. Y si existía este partido, entonces el resto de las y los mexicanos que no estuvieran en él pertenecían a la contrarrevolución.
El 5 de enero de 1929 se emitió la convocatoria para la convención constituyente del nuevo partido (Partido Nacional Revolucionario), a realizarse en Querétaro el primero de marzo del mismo año.
Así, se constituyó “un movimiento lo más amplio posible”, caracterizado por la ambigüedad ideológica, la imprecisión programática, e incluso por un toque de eclecticismo, pero con unidad de los caudillos.
Y nace Morena
El 2 de octubre de 2011 nace Morena, bajo condiciones equiparables: un movimiento que trató de reunir a todas y todos aquellos que se reivindicaban de izquierda, sin importar matices ni discrepancias mayores; se autoproclamaron continuadores de los grandes movimientos revolucionarios de México y, por consecuencia, el partido de la transformación, la cuarta para ser exactos.
Y si ellos son la cuarta transformación, y por ende los progresistas, entonces todas y todos los que no están con ellos son conservadores, neoliberales.
Y tal como sucedió con el PNR, también Morena nació como un movimiento lo más amplio posible (no como partido político) caracterizado también por la ambigüedad ideológica, la imprecisión programática, e incluso por un similar toque de eclecticismo.
Es un espacio en el que todos caben.
Refugio para todos (as)
Los caudillos modernos o líderes de grupos, grupúsculos o sectas políticas, que demandan cuotas de poder (cargos de elección) y no los obtienen, han creado un camino único que conduce a Morena. Independientemente de que su punto de partida sea el Partido Acción Nacional, el Revolucionario Institucional o el de la Revolución Democrática, todos tienen cabida en la cuarta transformación.
Y entonces es cuando la ideología salta hecha añicos, se difumina para quedar reducida en nada o a tan sólo un eslogan o concepto reivindicador hueco, pero que aglutina a todos quienes quieran estar ahí, pues no distingue ideologías ni principios básicos, de tal suerte que permite la convivencia de personajes tan disímbolos como Manuel Bartlett Díaz y Alejandro Encinas Rodríguez; o Napoleón Gómez Urrutia con Pablo Gómez Álvarez.
El PNR, que luego se transformó en PRM y en PRI, tuvo siempre como principio rector ser el instrumento que institucionalizó a la revolución. Su continuador, Morena, tiene el principio básico de institucionalizar la “cuarta transformación”.
Lo que sea que eso signifique.
Juan José Arreola de Dios
Periodista/Comunicación política
Twitter: @juanjosearreola