HISTORIAS: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Las consecuencias de la pandemia por Covid-19 suspendieron los sueños educativos de Tristán y Carlos, dos alumnos de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) que tuvieron que darse de baja, regresar a sus lugares de origen y empezar a trabajar para hacerse fuertes con sus familias.
Originario de San Miguel de Allende, la familia de Tristán vive del turismo en esa ciudad de Guanajuato y sus ingresos cayeron con el inicio de la pandemia. “Dejé de ir a la escuela en marzo, terminé ese semestre y al siguiente pues yo veía que ya no teníamos el ingreso para mantenernos, mis padres se apretaron el bolsillo, pero decidí buscar opciones y trabajar”.
Carlos regresó a la Ciudad de México después de darse de baja en la UAQ. En la universidad sí le ofrecieron alternativas para continuar, pero ahora trabaja y quiere regresar a estudiar, aunque ya no se ve en Querétaro. Lo que tiene claro, dice, es que “la pandemia obliga a vivir un día a la vez y no se pueden hacer muchos planes. La verdad es que ahora vivo conforme van cayendo las cosas, el trabajo, la vida, así estoy viviendo y eso es por la pandemia”.
“TRATÉ DE CONJUNTAR TRABAJO Y ESTUDIOS”: TRISTÁN
Un mes después del segundo semestre escolar de 2020, Tristán consiguió un empleo. Inició en septiembre y pensó que podría equilibrar el tiempo en la escuela y en el trabajo. Aunque lo intentó, lo desanimaron las clases en línea, porque “me absorbía mucho y no aprendía nada, sentía que no estaba avanzando, empecé a faltar a unas clases y a enfocarme más al trabajo, porque de ahí conseguía dinero y nos hacía fuertes a mi familia y a mí, porque somos un equipo”.
A mitad del semestre, decidió darse de baja con la promesa de regresar a principios de 2021, aunque su familia insistió en que su prioridad debía ser terminar la escuela. “Es una decisión que tomé yo, a mi familia no le quedó más que apoyarme y para finales de 2020 se empezó a reactivar el turismo en Guanajuato. Mi papá tenía un taller de celulares en el centro que tuvo que cerrar y ya volvió a abrir en otro lado”, explica.
Tristán tiene 22 años y cursaba el sexto semestre de Comunicación y Periodismo en el campus San Juan del Río. Está seguro de que puede regresar en el nuevo semestre de este año. Admite que sí conocía los programas de la UAQ para ayudarles con internet, con descuentos de reinscripción para evitar la deserción, pero no recurrió a solicitar esa ayuda.
Su principal incomodidad fue con el nuevo sistema en línea. “No me latía, los maestros no sabían cómo impartir las clases, nosotros no sabíamos tampoco, había maestros que parecía que en su vida habían tocado una computadora y cuando intentaban transformar todo eso en línea pues no quedaba, igual las cargas. Eran 4 horas seguidas escuchando a alguien en Zoom, no hay manera de que pongas atención a eso”, agrega.
Desde noviembre de 2020, Tristán no tiene contacto con sus profesores, pero quiere regresar este mismo año, aunque todavía no sabe cuál será la modalidad, si será híbrida, sólo presencial o en línea. También debe decidir cómo regresará a clases, pues cuando inició la pandemia rentaba una habitación en San Juan del Río y sus padres todavía pagaron un mes más, “que nadie usó, hasta que nos trajimos las cosas”.
“Yo pagaba mil 500 con servicios, era un cuarto, los muebles sí los tuve que poner yo, mis papás me depositaban 700 pesos semanales para alimentación y gastos, yo gastaba como 100 a la semana, sí es un gasto fuerte, pero ya voy a regresar”, afirma.
“VIVO CONFORME VAN CAYENDO LAS COSAS”: CARLOS
Carlos estudiaba el cuarto semestre de Comunicación y Periodismo, se dio de baja en octubre del año pasado. En su caso, tampoco le gustaron las clases en línea, sobre todo por las limitantes del contacto social y hubo factores familiares, influidos por la pandemia, que lo llevaron a separarse de la escuela.
Dejó Querétaro y regresó a la Ciudad de México donde vive su hermana y cuenta con un espacio propio. Quiere regresar a estudiar, pero ya no lo haría en la UAQ, sino que buscará un espacio en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero prefiere esperar a que otra vez se tengan clases presenciales.
En su caso, sí existió un acercamiento por parte de la coordinadora de su carrera para darle opciones y continuar con su educación, pero era difícil también por su situación familiar, ya que se sostenía con becas y dinero de la renta de una propiedad en la Ciudad de México.
“Las clases en línea no me gustaron, hubo un poco de todo, yo le doy más peso a que no estaba interactuando en lo académico y con mis compañeros; las dinámicas en clase se perdieron y eso influyó, pero también dependía del maestro, qué tan cómodo o incómodo hacía la interacción. Hubo clases, como fotografía, que no es ideal tomarse en línea, ahí no por culpa del maestro, sino porque la naturaleza de la materia lo exigía y no se podía”, afirma.
Ahora trabaja en Rappi en la Ciudad de México, entra a las 2 de la tarde, pero tarda dos horas en regresar a la zona asignada y llega de nuevo a su casa alrededor de la media hora. Igual que todos, Carlos no vio venir la pandemia ni el cambio de vida que iba a significar.
“Lo que más me sorprendió fue su duración. No mucha gente cercana a mí ha sufrido o ha fallecido por el Covid-19, pero la duración y la falta de interacción sí me afectó, si hubiera estado solamente el factor familiar y no hubiera existido la pandemia, yo hubiera seguido en clases presenciales, no me hubiera venido a la Ciudad de México, seguiría en Querétaro”, expresa.
Aunque sabe que quiere regresar a la escuela y terminar la carrera, no logra ver cómo terminará la situación, porque la pandemia obliga a vivir un día a la vez y no se pueden hacer muchos planes. “La verdad es que ahora vivo conforme van cayendo las cosas, el trabajo, la vida, así estoy viviendo y eso es por la pandemia”, aseveró.
La UAQ reconoció que como consecuencia de la pandemia por Covid-19, la deserción escolar se incrementó en 35% por lo que se fortaleció el Programa de Apoyo para la Reinscripción (PAR), que brindó descuentos del 10 al 90 por ciento en inscripciones para el segundo semestre del año y representó 4 millones 544 mil 600 pesos para la universidad.
Carlos y Tristán conocían de estos apoyos, pero ambos prefirieron hacer una pausa, para ayudar a sus familias o esperar que las cosas mejoraran. “Ahora sólo espero el regreso, que será este mismo año, estoy seguro”, sostiene Carlos.