REPORTAJE/PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/ENLALUPA.COM

Tolimán, Qro.- Desde la cima de una loma cubierta de biznagas y otras cactáceas típicas del semidesierto, en las inmediaciones de San Antonio de la Cal, se observa un cerro “partido” por la actividad minera. Cirilo, Gerardo y Octavio lo ven a la distancia. Si bien la minería genera empleos en la zona, también causa daños a sus vecinos más cercanos, por el uso de explosivos para romper el cerro.

San Antonio de la Cal es la entrada al Valle Sagrado Otomí Chichimeca y ahí se inició una lucha por rescatar y promover la “tierra sagrada” de los pueblos peregrinos, frente a la explotación de las caleras y mineras, las adicciones y enfermedades “nuevas”, como la diabetes, que afectan a la población de origen indígena de esa región.

Famoso por su explotación calera y minera, pero también por sus leyendas de duendes, ovnis y brujas, chamanes, temazcales, bebidas y comidas típicas del semidesierto, San Antonio de la Cal, con sus casi 2 mil 800 habitantes, es el guardián del triángulo sagrado que conforman la Peña de Bernal, el Cerro del Zamorano y el Cerro del Frontón.

En este valle se ubican diversas comunidades que se debaten entre la modernidad y sus tradiciones, entre lo que ellos mismos llaman “proyectos de muerte”, como aquellos que amenazan sus costumbres y riqueza natural y los “proyectos de vida”, que generan progreso sin causar daños y que involucran a los habitantes.

“La Peña de Bernal es un símbolo muy importante, pero parecería que las autoridades, los gobiernos y todo mundo lo único que quieren cuidar es la piedra y todo el pueblo alrededor, mientras que todo lo demás no parece existir, siguen preocupados por cuidar la piedra, que es un símbolo muy importante, pero es todo el territorio del Valle Sagrado el que tenemos que cuidar”, afirma Gerardo.

EL PUEBLO PEREGRINO DE MESOAMÉRICA

El académico Gerardo Ayala, habitante de San Antonio de la Cal desde hace 20 años, considera que este lugar debe enfrentarse a la decisión de si quiere permitir que continúen algunos proyectos de muerte o si optará por proyectos turísticos y empresariales que respeten las tradiciones del semidesierto.

“Hay grandes proyectos turísticos 5 estrellas y grandes empresas que son depredadores, consumistas, generadores de grandes toneladas de mierda y basura. No todos los proyectos turísticos son así, porque hoy hay otras propuestas más amables con la naturaleza del semidesierto y que son viables, pero hay que ver las caras de todo esto”, señala Gerardo.

En 2008, toda la zona que forma parte del Valle Sagrado se declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), gracias a un trabajo que impulsó el entonces director del Centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, hoy responsable nacional de este organismo.

En la región existe una “raíz sagrada” de los pueblos peregrinos, que cuidan el suelo y el agua, con una ritualidad y espiritual muy singular, “no solo en Mesoamérica, sino Aridoamérica también, porque somos la frontera entre Aridoamérica y Mesoamérica, somos herederos de una cultura que no hizo grandes pirámides ni construcciones, porque eran nómadas, pero aprendieron a vivir en las regiones agrestes del mundo, como lo es el semidesierto”.

Se estima que actualmente viven más de 10 mil personas en toda la zona del Valle Sagrado, con diferentes problemáticas. Existe un alto nivel de migración que se detuvo en los últimos tres años, pero hay mucha gente que trabaja en Estados Unidos o en ciudades como Querétaro, Guadalajara, Monterrey, Sinaloa, Baja California y Ciudad de México.

Sin embargo, en la región todavía hay muchas niñas, niños y jóvenes. Las condiciones son diferentes entre las comunidades del Valle. San Antonio de la Cal es una de las que puede dar trabajo a sus habitantes, pero hay otros puntos como San Pablo o San Miguel donde los jóvenes tienen que migrar para conseguir un empleo.

Los que se quedan, trabajan en la construcción o bien en los servicios turísticos de Bernal. Las caleras ya no juegan un papel importante en Tolimán, que funcionaron bien hasta el año 2000 y disminuyó mucho la cantidad de gente que trabaja en esas empresas.

La gente de San Antonio de la Cal tiene un alto porcentaje de estudiantes y profesionistas, sobre todo luego de que en 1995 se abrió un bachillerato, pero los egresados buscan empleo en los servicios turísticos y el reto es que sean capaces de autoemplearse y ser los dueños de sus negocios.

LA RIQUEZA GASTRONÓMICA DEL VALLE SAGRADO

Cirilo Irineo Mora, exdelegado de San Antonio de la Cal, es un indígena otomí chichimeca que lleva toda su vida en este lugar. A diferencia de otras personas, Cirilo no se opone totalmente a las inversiones y operación de nuevas empresas, como las mineras, pero exige que cumplan y que sean justas con los indígenas, porque algunas se van después de causar daños irreversibles.

Sobre todo, demanda darle el reconocimiento que merece esta zona, no solo por sus más de 260 capillas familiares otomí-chichimecas, también declaradas Patrimonio Cultural, sino porque una de las mayores herencias de esta zona es la gastronomía con todo su simbolismo y sus rituales donde se mezcla lo prehispánico con lo colonial.

Entre los protagonistas de la gastronomía, se encuentran los nopales que se preparan de todas las formas posibles, hierbas y flores propias del semidesierto, que se vuelven especialmente importantes durante la Semana Santa y se combinan con frijoles de la olla, incluso con insectos propios de esta región.

El “aguafresca” con piloncillo, rosa de castilla y canela, entre otros ingredientes, es también una bebida especial para ciertos rituales, igual que la “amargura” que lleva diferentes flores del semidesierto, con la que se emula el vinagre que le dieron a Jesucristo, pero se le agrega piloncillo para que la gente lo pueda tomar.

“Esas son cosas que debe conocer la gente que viene de la ciudad de Querétaro o de cualquier otro lugar, hay cosas que se tienen que dar a conocer. Como los ramilletes, una obra artesanal de ramas que es desechable, porque se hacen hoy y mañana o pasado quedan en desuso, cada 8 días se tiene que hacer nuevo para los rituales religiosos”, explica Cirilo.

El exdelegado no tiene problemas con la modernidad, siempre que evite contaminar o dañar a San Antonio de la Cal y sean justos con los habitantes de la zona. “Aquí se pueden poner proyectos ecoturísticos que respeten al Valle Sagrado, sin destruir como hacen al subirse a la Peña y rodar todas las cactáceas, sino cumpliendo todas las normas y respetándonos”, insiste.

LOS PROBLEMAS DEL VALLE SAGRADO

Además de las amenazas al medio ambiente por la sobreexplotación de los cerros por parte de algunas empresas, la gente del semidesierto enfrenta otros problemas por el cambio del estilo de vida. Gerardo Ayala lamenta que en los últimos años es más frecuente la presencia de diabetes en muchos de los habitantes, además del alcoholismo.

“Han dejado su dieta tradicional porque estamos inundados de refrescos, chatarras de todo tipo y es lo que se consume cotidianamente y un poco más de sedentarismo, con la llegada de tantos carros, la gente camina menos aunque no ha dejado de ser un pueblo peregrino, que camina y anda muchos senderos, pues la gente también camina menos, vemos a uno que otro viejo o vieja que todavía camina por aquí”, agrega Gerardo.

El delegado de San Antonio de la Cal, Octavio Hernández Martínez, está a favor de atraer inversiones y al turismo, pero no volverse un basurero ni “convertirse en Bernal”, sino lograr un desarrollo controlado que conserve el ambiente y la cultura, a diferencia de lo que hacen algunas empresas mineras.

Octavio también tiene un problema con el alcance de las empresas refresqueras, cerveceras y de chatarra, porque generan obesidad, diabetes y alcoholismo. “Tenemos muchos jóvenes y adolescentes consumiendo alcohol, tenemos mucha basura, si te das un recorrido por alguno de los ríos hay bolsas de frituras, latas de refrescos, están afectando nuestro entorno y nuestra salud”, denuncia,

Gerardo Ayala advierte que a esto también se suma la explotación indiscriminada de los cerros por parte de empresas mineras y caleras. “En San Antonio de la Cal algunas familias se dedicaban, originalmente, a la producción de cal, pero lo hacían de manera artesanal y familiar, hace poco más de 50 años llegó la modernización industrial con las empresas y fue una respuesta para la población, porque la gente podía trabajar con la fábrica de producción de cal”.

Esa fábrica está en desuso desde hace muchos años “y se ha ido extendiendo otra industria minera que ya no produce cal pero ya ha destruido cerros y no sabemos hasta dónde va a parar”, agrega el académico.

En la zona operaron varias empresas mineras en diferentes momentos, la última de ellas fue Cruz Azul “que ahorita está en conflicto porque hay un grupo de vecinos que no los dejan salir de la comunidad porque reclaman daños en sus viviendas porque se han utilizado explosivos, cosa que está prohibida y hay videos que muestran que utilizaron explosivos en los últimos 10 años”, denuncia Ayala.

Hace poco más de 10 años, intentó instalarse una empresa procesadora de antimonio en San Antonio de la Cal, pero lo impidieron las movilizaciones de habitantes de este punto y de la Peña de Bernal. Sin embargo, otras empresas se dedican a la destrucción de los cerros para buscar grava y arena “y lo hacen día y noche, las 24 horas”, al grado de que “hay cerros que ya no existen”.

Esa explotación indiscriminada de los cerros provoca también infecciones en los ojos y en las vías respiratorias, sobre todo en niñas, niños y personas adultas mayores.

El reto, dice Gerardo, es cuidar y respetar las formas culturales y tradicionales del Valle Sagrado, por lo que surgió un movimiento para protegerse frente al crecimiento y no convertirse “en el basurero” de otros proyectos turísticos, como Bernal.

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Last modified: 20 septiembre, 2021
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