De acuerdo a la última encuesta sobre la popularidad del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, publicada este domingo por Roy Campos, Director de Consulta Mitofsky, 55.5 por ciento de las y los mexicanos evalúan positivamente su trabajo.
Esta cifra la podemos evaluar desde dos ópticas distintas.
Del lado positivo, nos dice que más de la mitad de la población mantiene su apoyo al lopezobradorismo y, por ende, muy seguramente votará el 2 de junio venidero por la candidata presidencial de Morena.
Del lado negativo, nos indica que el presidente ha perdido popularidad en los últimos días y meses, pues su promedio de aceptación o evaluación positiva a lo largo de su sexenio -de acuerdo a la misma Consulta Mitofsky- es de 62 por ciento, 6.5 por ciento menos.
Lo riesgoso de la polarización
Específicamente la semana recién concluida fue una de las peores para López Obrador pues durante estos días sumó acciones o pronunciamientos que fueron criticados o considerados negativos.
Su virulenta crítica a la llamada marcha por nuestra democracia y la descalificación que hizo de los participantes en ella.
También, la difusión del número telefónico privado de la periodista del New York Times y la revelación del propio presidente de haber “recomendado” acciones al Poder Judicial cuando lo presidía el ministro Arturo Saldívar (hoy integrante del equipo de campaña de la candidata presidencial de Morena).
Sin duda, estos tres elementos se reflejaron en la encuesta del domingo anterior.
Si realmente se apega a la ley (cosa que hasta ahora no ha hecho en estricto sentido) al presidente mexicano le queda esta semana para realizar pronunciamientos y “hacer campaña” para su candidata y para su partido (aunque eso también esté prohibido por la ley).
El primero de marzo inician las campañas y López Obrador ya no podrá más insistir en que la gente identifique a Claudia Sheinbaum con él.
Su afán en este sentido es muy claro: si ustedes están conmigo, entonces deben estar con Claudia y votar por ella.
El problema es que su popularidad (la del presidente) va a la baja. Esta condición plantea la interrogante a Sheinbaum Pardo, si es conveniente o no seguir identificándose con Andrés Manuel.
El presidente mexicano considera, en su esquema político, que polarizar a la población le reditúa en positivo a Morena y, por ende, a su candidata.
Si esto es cierto, entonces podremos pensar que seguirá intentando, por todo los medios, profundizar esta polarización y dejar en claro que o están con él, con la cuarta transformación y con Claudia o están en su contra y por eso merecen ser desacreditados.
El tamaño de la decepción
Una capa muy importante de la sociedad mexicana, principalmente de la clase media, votó por López Obrador en 2018, decepcionada de los malos gobiernos que hasta entonces se habían tenido. Votaron por Morena, esperanzados en que las cosas cambiarían. Sin embargo, en parte de ellos el pensamiento no sigue siendo el mismo. Otra vez hay decepción
Claro está que sigue teniendo la mayoría y que al identificarse y hacer propios los programas sociales de la actual administración federal, Claudia Sheinbaum aprovecha la aceptación de éstos entre la población para allegarse simpatías sociales y electorales.
El tema es que una parte de esa población que en 2018 apoyó a López Obrador hoy piensa que no necesariamente tiene que apoyar a Claudia.
Esa será la disputa principal entre Morena y sus aliados y el bloque opositor. Quien logre convencer a esta franja de decepcionados (que podría ser de entre seis y ocho por ciento del padrón) podría alcanzar el triunfo electoral.
Obviamente que el reto para amos bloques es construir el discurso exacto para reconvencer a los ciudadanos doblemente decepcionados que sí vale la pena votar por ellos. Ese es su trabajo y en ese podremos ver, reitero, la definición de la contienda electoral. Lo peor que pudiera pasar es que este gran conglomerado electoral camine hacia la abstención.
Juan José Arreola de Dios
Periodista / Comunicación Política
Twitter: @juanjosearreola
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