Ayer, martes 19 de marzo, tuvo lugar el foro ¡Sin miedo al conocimiento!, en el que la candidata Xóchitl Gálvez, ingeniera computacional de formación, escuchó a un muy reducido grupo de personalidades del ámbito de la ciencia, la cultura y la educación. Perfiles muy conocidos, algunos con trayectorias notables en sus respectivos campos de la creatividad y del conocimiento; aunque también hubo unos dos o tres oradores con otras que languidecen frente a su activismo y firme apego a la mutación sexenal de afiliación partidista.
Entre lo rescatable del foro, se debe mencionar el hecho de que los integrantes del equipo de campaña de la candidata de la oposición para esos temas tomaron la delantera ante los otros aspirantes al escuchar a estas comunidades, típicamente calladas y, muchas veces, también ignoradas y privadas del diálogo que merecen tener en una campaña presidencial en la que parecen presentarse dos modelos incluso opuestos: el de una continuidad en la aplicación de las políticas públicas de estas materias, para seguir en la ruta de lo que se ha realizado en los pasados cinco años; y el del giro de timón de 180 grados, para mirar hacia la modernidad, el futuro y la cimentación del país en el conocimiento y la creatividad.
Pero en la parte negativa del foro realizado se encuentra el hecho de que en este participaron las mismas personas de siempre, y hasta para ir a escuchar se requería de invitación. Fue necesario que la comunidad científica, la de abajo, la que trabaja día a día en las aulas y los laboratorios, en esta ocasión representada por el colectivo Ciencia Plural Mx, levantara la voz, para que se retirara tan absurda restricción —al menos del anuncio—, aunque en la práctica poco cambió.
El evento, fue, pues, una inconveniente muestra de elitismo que sigue privando en estos gremios; tanto del que tienen por la naturaleza de estas actividades tan especializadas, como del que se va creando en los círculos de colegas, compañeros de trabajo y hasta familiares. Esta muestra fehaciente de falta de apertura no ha pasado desapercibida entre la comunidad científica de México, que, debemos tenerlo muy presente, entregó su confianza en un porcentaje sin precedentes al actual primer mandatario en la elección del 2018, precisamente porque entre sus múltiples promesas —la inmensa mayoría incumplidas—, aseguró repetidamente que escucharía y privilegiaría a quienes jamás han sido tomados en cuenta.
Con una campaña en la que el tiempo no sobra, es muy difícil que Xóchitl Gálvez pueda volver a tener la oportunidad de escuchar a los científicos y tecnólogos de México. Se quedará por tanto con las pocas ideas que escuchó de un grupo de personas que no necesariamente representan la visión del grueso de la comunidad científica del país; que, casi en todos los casos, tampoco comparten las necesidades de los académicos e investigadores que desempeñan su actividad en condiciones muy alejadas de las que se pueden encontrar en la capital y en las instituciones que más presupuesto y recursos en general reciben del erario.
Habremos de saber si ahora sí el equipo de campaña de la candidata oficialista considera rentable electoralmente el organizar un verdadero foro para escuchar a la comunidad científica de México; uno en el que pueda expresarse todo aquel que así lo desee; en el que no se inviten y escuchen sólo las ideas y las visiones de quienes durante décadas han tenido la buena fortuna de estar cerca de la toma de decisiones en diversos cargos en sus instituciones o gobiernos anteriores; o, por el contrario, habiendo visto que la parcialidad opositora ha desdeñado una vez más a las bases de la ciencia y la tecnología mexicanas, prefiere simplemente dejar que haga su efecto el desánimo causado por esta tremenda bofetada.
En cualquier escenario, el gran perdedor será México, pues seguirá navegando en el oscurantismo que le ha acompañado desde siempre.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.