HISTORIA Y FOTOS: LUMA LÓPEZ/LALUPA.MX
Villahermosa, 14 de marzo.- Desde niña, Beatriz Sánchez soñó con ser maestra de primaria, la pobreza truncó sus sueños. Sin embargo, décadas después, la pandemia por coronavirus le ha cumplido temporalmente su anhelo, pues con un pizarrón rescatado de la basura enseña a niños, familiares y vecinos.
Desde hace seis semanas, la “profe Bety”, cuenta que tomó la decisión cuando se propuso dar clases de regularización a su hija y, poco a poco, se sumaron más niños a las actividades escolares. También acuden padres de familia por las tardes.
La madre de familia dice que el objetivo de su esfuerzo es actualizar a sus alumnos para que regresen preparados a las clases presenciales del tercer grado, en la primaria Profesor Rolando Montejo, de la localidad de Boquerón, municipio de Centro, a siete kilómetros de la ciudad de Villahermosa.
Todo comenzó una tarde, cuando Beatriz halló entre la basura un viejo pizarrón cacarizo de dos metros de largo que su tío limpió, reparó y ató a una herrería de la ventana donde se habilitó una terraza como aula.
“Pensé que era la oportunidad que siempre desee desde chiquita, así ayudo a mi hija y a los vecinitos que acuden con sus mamás. Creo que en estos momentos difíciles lo mejor es ver por la educación de nuestros hijos manteniéndolos ocupados para que lleguen sin retrasos y actualizados al regresar a clases muy pronto”, dijo la improvisada maestra.
Bety es madre de familia, sólo estudió la primaria y alterna sus faenas educativas de las 9 de la mañana a la 12:00 horas, posteriormente trabaja como cajera en una panadería cinco horas y se reintegra a clases, de 6 de la tarde hasta las 21:00 horas.
Para lograr este esfuerzo, tramitó un crédito, adquirió una tableta y el servicio de internet para recibir asesoría en línea con un profesor de la Secretaría de Educación. Los aparatos serán pagados con la cooperación de familiares y vecinos.
La ama de casa comenzó desde hace cuatro semanas las cátedras, calculó sus gastos totales en unos mil 500 pesos.
«SI TUVIERA UNA PRÓTESIS DE VERDAD…»
Lorenzo Suárez es discapacitado, perdió la pierna derecha y por las mañanas ayuda a la profe Bety. Cuando el dolor se lo permite, ata a su cadera una prótesis de madera para ir en busca de trabajo.
La prótesis que usa Lorenzo fue tallada por un carpintero del pueblo que se la obsequió. Con ella ayuda a su esposa Beatriz en labores del hogar, sale de compras para material didáctico que usan los párvulos en sus actividades escolares.
“Nada me impide ayudarla, hago de todo con tal de que nos ayudemos entre todos. Si tuviera una prótesis de verdad podría ayudarlas más”, manifestó el hombre que sueña con una vida digna para su hija y esposa.
Lorenzo y Bety son parte de los 300 mil damnificados afectados, su vivienda quedó en obra negra, no tienen recursos y un empleo para concluirla. Lo único que poseen es una casa pequeña que la familia les prestó.