REPORTAJE: ALEJANDRO RUIZ/LALUPA.MX
Querétaro. Qro.-Francisco era un hombre muy trabajador que a sus 49 años llevaba una vida normal y sin contratiempos. Padre de cuatro hijos: Lolita, Memo, Cecilia y Juan Pablo. Su familia tenía carencias económicas, pero él y Mari, su esposa, siempre se las arreglaban para llevar un pan a la mesa.
Trabaja en una imprenta, oficio en el que destacaba por su impecable disciplina. Era, en palabras de Juani, la mayor de sus hermanas “el niño de la casa, una persona muy alegre que le gustaba bailar cumbias. Siempre fue muy responsable y dedicado a su familia.”
El 19 de abril Francisco llamó a su hermana para decirle que se sentía mal y que le estaba costando trabajo respirar. Juani, quien también es enfermera, le dijo que en medida de sus posibilidades fuera a revisarse a un centro de salud y que siguiera las recomendaciones sanitarias. Temían que estuviera contagiado del Covid-19.
Fue al médico, y después de la consulta le recomendaron reposar un par de días. Le advirtieron que en caso de que los síntomas persistieran, o se agravaran, fuera de nuevo a la clínica.
El 21 de abril Francisco le volvió a marcar a Juani para decirle que su estado de salud estaba empeorando. Su hermana, preocupada, le instó a que fueran al hospital. Al día siguiente, y tras una serie de valoraciones y pruebas, Francisco fue internado en el IMSS, sus sospechas se habían confirmado: dio positivo al Covid-19.
“Esta fue la última vez que lo vimos con vida” añade Juani, haciendo una pausa para tomar aire “y el 1 de junio, el personal del Seguro Social nos notificó que nuestro hermano había fallecido.”
La historia de Francisco es parte del drama que día con día atraviesan miles de familias en la entidad, donde las muertes por el Covid-19 han alcanzado cifras alarmantes: más de tres mil hasta febrero de 2021.
Sin embargo, y pese a la carga emocional que representa librar el duelo tras la pérdida de un ser querido, muchas familias no han podido cerrar este ciclo debido a la alta demanda de los servicios funerarios y de incineración que han saturado la capacidad de las funerarias y crematorios en la entidad, lo que ha propiciado un encarecimiento acelerado de sus precios.
EL PRECIO DE LA MUERTE
“Afortunadamente mi hermano contaba con seguro por parte del trabajo” relata la hermana mayor de Francisco “y eso posibilitó que sus gastos de hospitalización no afectaran tanto a su familia. Por ejemplo, mi cuñada también se contagió y no podía trabajar, por lo que además de cubrir las necesidades de mi hermano y sus gastos funerarios, también nos solidarizamos con mi cuñada. Siempre hemos sido muy unidos y no íbamos a dejar a Mari y a mis sobrinos a la deriva, Francisco era quien sostenía su casa.”
El 18 de mayo de 2020, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) reportó que, durante una diligencia de verificación en 315 funerarias del país, el 31% observaban algún tipo de incumplimiento a la Ley Federal de Protección al Consumidor.
En este mismo comunicado, la Profeco advirtió que durante la contingencia sanitaria se han presentado prácticas como el “coyotaje” y el incremento irracional de los precios por los servicios funerarios y de cremación.
De acuerdo con los datos presentados por esta dependencia, tan sólo en la capital del país, en comparación con los precios establecidos en 2019, durante 2020 se registraron aumentos de hasta 0.3% en los servicios funerarios, y de hasta 6.8% en costos de cremación. Esto debido a la pandemia por el Covid-19, la cual, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), fue la segunda causa de muerte durante 2020.
“Yo soy enfermera y de verdad esto va incrementando cada vez más. No sólo es el personal de salud quien está saturado de trabajo, lamentablemente también la gente de las funerarias y crematorios está al tope, es una situación alarmante” añade Juani.
De acuerdo con información de la Asociación Nacional de Directores de Funerarias (ANDF), el estado de Querétaro cuenta con menos de 100 negocios con este giro comercial, y para enero de 2021, conforme a datos recabados por lalupa.mx, el costo promedio de un paquete básico de servicios oscila los 16 mil pesos, dependiendo la funeraria.
Estos paquetes incluyen el acceso a salas de velación, ataúd, uso de horno crematorio, asesoría y gestión de trámites, multiplaza, y en caso de que sea un deceso a causa del Covid-19, el equipo de protección para el manejo del cadáver.
Asimismo, el costo promedio por el uso de hornos de incineración en los crematorios establecidos en la entidad ronda los 18 mil pesos, y está sujeto a disponibilidad y cupo, los cuales se han vuelto bastante limitados debido a la pandemia.
“Gracias a Dios nosotros teníamos una membresía en una funeraria y nos respetaron los precios de cuando comenzamos a pagarla” recuerda Juani “lo cual agilizó mucho las cosas, pues ahorita la situación está muy compleja. Hay una sobresaturación de los crematorios y muchas funerarias han incrementado sus precios, lo cual vuelve muy difícil poder llevar un duelo en paz.”
Aunado a los elevados precios en los servicios funerarios, la agilidad para tramitar los certificados de defunción se ha visto rebasada debido al alto número de muertes, hecho que ha propiciado que muchas personas queden a la deriva en espera de encontrar lugar en alguna funeraria o crematorio, lo que muchas veces les orilla a pagar precios altísimos para poder darle el último adiós a sus seres queridos.
“OIGA ¿ES LO MENOS?”
Manuel García trabaja fabricando ataúdes, y junto a su hermano David, se dedican a la prestación de servicios de defunción en una pequeña funeraria ubicada en la colonia Carrillo Puerto.
El oficio lo aprendieron de su padre, quien se dedicaba a la fabricación de ataúdes en Ciudad Nezahualcóyotl. Y desde hace 16 años, cuando Manuel llegó a Querétaro, abrió su negocio.
“No te voy a decir que es fácil”, dice Manuel “pues en cierta manera estás lidiando con un trabajo que muchas veces te exige dejar tus emociones a un lado. Cosa que nunca se logra del todo, pues es darle el último adiós a la vida de alguien a quien otras personas estiman y aman. No, no es fácil.”
Tras el arribo de la pandemia, las jornadas de trabajo de Manuel y David se han incrementado, pues ante el elevado número de defunciones, mucha gente ha requerido los servicios que los hermanos García ofrecen.
“Imagínate, nosotros no somos una funeraria grande, y estamos al tope. Por eso cada que llega alguien que requiere de nuestros servicios siempre les digo que somos una funeraria pequeña, y doy la opción de que mejor entierren a su difunto, pues los hornos crematorios están saturados, y muchas veces la gente tiene que esperar de 10 a 15 días en lo que se desocupa algún espacio. Es muy grave”, añade.
El 21 de abril de 2020 el gobierno federal, a través de la Secretaría de Salud, estableció en los lineamientos de manejo de cadáveres por Covid-19, que en México la cremación de los cadáveres de personas fallecidas a causa de la pandemia era una recomendación, y no un mandato, por lo que también se señala como permitida la inhumación, mientras se atengan a los protocolos de salubridad establecidos en dicho documento.
Sin embargo, en el mes de marzo, y tras terminar la Jornada Nacional de Sana Distancia, el sistema de fases fue sustituido por el sistema de semáforos epidemiológicos en cada estado, lo que permitió que cada entidad federativa decidiera cuáles estrategias eran las más aptas para prevenir los contagios en la población, entre ellas el destino final de las defunciones.
En esta misma línea, el gobierno del estado de Querétaro, presidido por Francisco Domínguez Servién, emitió el 19 de marzo de 2020 el acuerdo de medidas de seguridad sanitaria, en donde estableció obligatoriamente, en su decimo cuarta cláusula, que las personas fallecidas por la enfermedad del Covid-19 deberán ser sujetas al procedimiento de incineración, esto, con el fin de evitar la aglomeración de personas en velaciones o ritos funerarios.
Para Manuel , esta decisión gubernamental, pese a que después se modificó, provocó que los hornos crematorios de la entidad estén al máximo de su capacidad, y ha propiciado que algunos negocios de la entidad se aprovechen de esta situación para realizar cobros excesivos a quienes requieren sus servicios.
“Aquí debe de existir una visión ética”, señala Manuel “pues quienes requieren el servicio están atravesando por una etapa de duelo, y lucrar con eso es verdaderamente bajo.”
De acuerdo con Manuel, el lucro con la necesidad de la población se debe a una falta de ética de los dueños de las grandes funerarias, así como en el alza en los precios del equipo especial, lo que ha incrementado el costo de los paquetes hasta en un 20% debido a la alta demanda.
“Por ejemplo un servicio básico, que antes te podía costar 13 mil pesos en una funeraria grande, ahora te lo cobran hasta en 16 mil pesos. No voy a decirte que aquí no hemos incrementado nuestros precios, pues ante la demanda, los insumos que requerimos para cumplir el protocolo de la Secretaría de Salud para el manejo de un cadáver por Covid han incrementado también. Entonces si antes cobrábamos 10 mil pesos ahora cobramos 12, pues todo el equipo de protección te cuesta alrededor de mil pesos, y sólo lo puedes usar una vez.”
“Échale cuentas” continúa “si para manejar un cuerpo se requieren mínimo dos personas, son dos mil por el equipo de cada quien, a eso súmale la inversión que se hace para comprar el material sanitizante y readecuar una carroza especial para cadáveres por Covid, sale muy caro. Y eso que nosotros somos fabricantes de ataúdes, si no, sería aún más. Por eso cuando llega gente preguntando si es lo menos que podemos cobrar, pues sí tratamos de tentarnos el corazón, pues es algo que nos está afectando a todos.”
Aunado a la saturación de las funerarias y crematorios, el incremento en la demanda por obtener un certificado de defunción a orillado a las oficinas del Registro Civil a realizar turnos de 14 horas para poder dar abasto a quienes requieren tramitar dicho documento.
“Yo me voy a formar desde las seis de la mañana, pues, aunque el registro abre a las 8, desde esa hora comienza a haber fila. He estado desde las 6 hasta las diez de la mañana para tramitar un solo certificado,” explica Manuel.
Y agrega: “si el tramite de un solo certificado dura en promedio de 30 minutos a una hora, imagínate alguien que va a sacar 14 o 15, nombre las pobres muchachas del registro andan en friega, mis respetos.”
Pese a que el gobierno del estado autorizó que desde el 12 de enero del 2021 se pudieran realizar inhumaciones por casos de Covid-19, la demanda de los servicios crematorios no ha disminuido. Pues de acuerdo con información de la Secretaría de Servicios Públicos Municipales se han contabilizado, al 25 de enero, 34 inhumaciones de decesos por Covid-19 en los panteones del municipio de Querétaro.
Aunado a esto, existe una cifra negra propiciada por la deshonestidad de la ciudadanía al momento de requerir un servicio funerario, pues muchas de las veces, para ahorrarse el trámite, mienten sobre la causa de muerte del difunto.
“Tienes que hacer preguntas que te indiquen de qué murió la persona” explica Manuel “si recibía algún tratamiento, cuál era el diagnóstico, si padecía enfermedades crónico-degenerativas. Son muchas cosas, y aún así la gente no da la información completa. Lo que hemos optado en varias funerarias es tratar como decesos de Covid a cualquiera que venga de alguna complicación pulmonar, además de los que llegan con diagnóstico.”
Para Manuel la causa de esto es la desinformación entre la ciudadanía, pues durante meses el discurso oficial posicionó a la cremación como el medio ideal para dar destino final a las defunciones.
Y añade: “La gente se van con la idea de que cremar a alguien es mejor, yo sí les digo que mejor entierren a su ser querido, pues muy pocas funerarias tienen refrigeradores, y cobran 800 pesos al día para resguardar el cuerpo.”
“Si se opta por el entierro no exime que después de cierto tiempo puedas tramitar la exhumación e incinerar el cuerpo, pero la gente está convencida de otra cosa”, concluye Manuel.
Todos estos factores han propiciado que muchas familias, a quienes Manuel llama “dolientes”, tengan que esperar semanas enteras para poder darle el último adiós a sus seres queridos, pues la dilación en los trámites, sumada a la desinformación y los actos de coyotaje, han hecho que morir en tiempos de coronavirus, si no se tiene previamente contratado un paquete funerario, se convierta en toda una odisea.
LA ODISEA DEL ÚLTIMO ADIÓS
La tarde del 31 de diciembre Arturo llamó a su hermano Francisco para desearle un feliz año nuevo. En la charla, Francisco le comentó que no se sentía muy bien, pues presentía que estaba contagiado del Covid-19.
Al día siguiente amaneció sin síntomas, sin embargo, durante esa misma semana Francisco comenzó a enfermar.
“Ahí fue cuando mi hermano se fue a hacer la prueba y resulto positivo”, relata Arturo.
Al presentar un diagnostico positivo, la familia de Arturo decidió que su hermano se resguardara en casa de sus padres, quienes previamente habían estado contagiados y tenían todo el equipo médico a su disposición.
“Afortunadamente mi mamá, mi papá y mi abuelo pudieron librarla”, recuerda Arturo. “Entonces en la casa había tanques de oxígeno y medicamentos para que mi hermano pudiera tratarse, además fue tratado por el médico que llevó los casos de mis familiares.”
Sin embargo, para el 9 de enero los síntomas de Francisco habían empeorado, por lo que no hubo otra posibilidad que internarlo, y pese a los esfuerzos del personal de salud del Hospital Regional No.2 del Seguro Social, el 17 de enero Francisco perdió la batalla contra el Covid-19.
“Después de su muerte vino en realidad lo engorroso”, señala Arturo.
Al recibir la noticia por parte del personal de salud, la familia de Francisco decidió contratar los servicios de la funeraria “Puerta del Cielo”, quienes les advirtieron que sus servicios se encontraban saturados y el destino final de la defunción de su hermano tardaría 8 días en concretarse.
“Obviamente no es algo que preveas”, puntualiza Arturo. “En la funeraria nos dieron fecha para el lunes 25 de enero, pues el crematorio con el que tienen convenio estaba saturado, y como nosotros no teníamos una membresía previa no se pudo acelerar el trámite.”
En las instalaciones del Seguro Social, el personal administrativo comenzó a presionar a la familia de Francisco, pues durante las primeras semanas de 2021, en la entidad se han reportado un promedio de 23.8 muertes diarias a causa del Covid-19.
“Era mucha presión”, recuerda Arturo “pues la gente del seguro nos decía que no podían esperar un día más, y es entendible, pues hay muchas muertes al día, y las camas de hospital cada vez están más saturadas.”
Pese a esto, el viernes 22 de enero el personal de la funeraria se comunicó con la familia de Francisco para informarle que se tenía que posponer la fecha de incineración, pues el crematorio donde habían alcanzado lugar se había descompuesto.
Para Arturo, esta noticia “fue algo con lo que no contábamos, pues tuvimos que estar negociando con la gente del seguro, y presionando a la funeraria para que agilizara el trámite, ya queríamos darle el último adiós a mi hermano.”
Pese a que en la funeraria les dieron la opción de inhumar a su hermano, Arturo y su familia, motivados por decisiones personales, optaron por la cremación de Francisco, y tras esperar 12 días, el 29 de enero por fin pudieron recibir sus cenizas para poder realizar el rito del último adiós.
Tras casi un año de que el Covid-19 llegara a nuestras vidas, muchas cosas han modificado su curso cotidiano. El panteón está cerrado, las iglesias vacías. Algunas casas reúnen a un par de feligreses para realizar novenarios, en las vitrinas se han incorporado urnas en donde los rastros de una pandemia se hacen visibles día con día, la cual, a diferencia de nosotros, parece que llegó para quedarse.