LA MADRE RUSIA, MOSCÚ Y LENINGRADO
En una amena plática que tuve con mi gran amigo José Antonio Gurrea, quien es director de lalupa.mx, empezamos a hablar de viajes, a raíz de su reciente experiencia maravillosa en Turquía y con las auroras boreales en el Yukón canadiense. Le platiqué un poco de mis viajes de “mochilazo” a Norteamérica y Europa, en 1979 y 1981, respectivamente, y me animó a hacer la crónica de alguno de ellos. Sin embargo, recordé un viaje que hice en 1980 a la todavía Unión Soviética y me pareció que era una opción más interesante compartir mi experiencia en el llamado “gigante rojo”, hace más de 40 años.
Así que al día siguiente me puse a hurgar en el polvo del armario de las cosas que no se usan y encontré la carpeta con hojas para guardar transparencias con las fotos del viaje, lo cuál me causó una gran emoción, aunque me alarmé, puesto que al estar guardadas por más de 40 años, algunas de las hojas se estaban deteriorando e incluso manchando las transparencias. De hecho, algunas diapositivas han quedado inservibles.
Aun con esa merma en mi material, comprobé el refrán que afirma que las imágenes valen más que mil palabras y me han permitido recordar las sensaciones e impresiones de esos momentos y pasarlas por una visión más amplia que la que tenía a los 19 años. Desafortunadamente, no podría hacer un comparativo con la Rusia de hoy, pues no he regresado después de la caída del Muro de Berlín y no está en mis planes regresar por aquellos rumbos, sin contar con el clima bélico que se vive actualmente.
Recuerdo que me llevé 8 rollos de 36 fotografías del legendario Ektachrome, cuando Kodak era el gran líder en película negativa y de transparencias. Ya durante el viaje compré dos rollos más, así que en el viaje de tres semanas tomé la “escandalosa cantidad” de 360 diapositivas. Actualmente, con la fotografía digital, es frecuente que esos 360 disparos los haga en una mañana, ya que en mi fotografía de aves y naturaleza, frecuentemente uso la ráfaga, disparando 6 o 10 cuadros por segundo.
Al enterarse de que viajaría a la URSS, algunos de mis conocidos lo encontraban ilógico o poco interesante, e incluso hacían conjeturas acerca de mi ideología política. Es decir, pensaban que sólo me podía interesar esa parte del mundo si era comunista o socialista militante. Pero el motivo principal del viaje, era acompañar a mis abuelos, quienes después de Europa y Oriente, quisieron hacer ese viaje, pagado en parte con sus ahorros de la vida y también con la aportación de mi mamá y mi tía, quiénes adicionalmente, cubrieron mis gastos. De hecho, ése fue el último viaje de placer que alguien pagara por mí. Yo entonces había terminado la preparatoria y tomado unos meses de descanso, antes de ingresar a la Universidad, por lo que todo se alineó para que estuviera libre los días del 9 al 30 de octubre de 1980, en los que se llevó a cabo el viaje.
En las siguientes líneas, te pongo un poco en contexto de lo que vivía entonces: El premier ruso era Leonid Brezhnev, único líder soviético que yo recordaba, puesto que ascendió en 1964, a mis 3 años de edad y seguía en el poder cuando hice el viaje. Mientras tanto, en Estados Unidos estaba por terminar el mandato de Jimmy Carter, uno de los presidentes más débiles en ese país. Para la fecha del viaje, ya se sabía que el siguiente presidente sería Ronald Reagan, pero asumió el poder hasta fines de 1980. Así que en el tema de autoridad y liderazgo interno, la URSS se veía más sólida en ese momento.
Las relaciones entre las potencias estaban tensas por la invasión soviética a Afganistán, lo que a su vez, provocó el boicot de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 por parte de Estados Unidos y sus aliados.
En las películas de Hollywood de aquellos años, ”los malos” habían dejado de ser los nazis o los japoneses y ahora eran casi siempre los soviéticos, siniestros, crueles y desalmados. Por su parte, la propaganda desde la Unión Soviética, sobre sus presuntos logros, su fortaleza y su unidad, llamaba a la revolución, “para liberar a los países pobres del yugo del imperialismo”. Cuba y Nicaragua eran las “cabezas de playa” del socialismo en Latinoamérica, con el férreo liderazgo de Fidel Castro y su desafío abierto a “los yanquis” y con el reciente ascenso al poder de los sandinistas. Así que la guerra fría estaba a todo lo que daba.
En preparación al viaje, leí acerca de la Unión Soviética, ubiqué las ciudades que visitaríamos y algunos de sus atractivos más relevantes. Toma en cuenta de que no podía abrir Google y buscar “los 10 sitios históricos más importantes de Kiev”, o encontrar una aplicación traductora ruso-español en tiempo real o al menos un curso básico gratuito de ruso en internet. Así que todo lo que investigué lo tuve que buscar en bibliotecas o comprar alguna publicación al respecto.
Me aprendí el alfabeto cirílco, para lo cuál me ayudó que tenía fresco el alfabeto griego, aprendido en la preparatoria para la clase de etimologías. También memoricé algunas frases en ruso, como dobre utra (buenos días), spasiva (gracias), los números más comunes, prospekt (calle o “perspectiva”) , ploschad (plaza), skol kostoi (¿cuánto cuesta?) ya ni panimai russky (No entiendo ruso) o frases necesarias como “dónde está el baño”. A continuación te comparto un letrero en cirílico, que me encontré googleando para esta crónica y todavía pude leer sin dudar: “Krasnaya Ploshchad”, que significa “Plaza Roja”.
También eran importantes las denominaciones de moneda y billetes, donde un rublo se divide en 100 kopecks. En aquella época, el tipo de cambio controlado oficial era 1.80 dólares por rublo, aunque se manejaba un mercado negro, dónde recibías hasta tres rublos por dólar estadounidense.
Recuerdo que tenía alguna preocupación por el registro de entrada en mi pasaporte, ya que me habían dicho que te podían negar la entrada a Estados Unidos, si tenías sellos de entrada a países socialistas. No sé si eso podría ser cierto, pero afortunadamente los sellos que me pusieron en Moscú, no eran inteligibles, sólo se aprecian las fechas de entrada y salida escritas a mano. Un año después viaje a Europa occidental e hice transbordo varias veces en Estados Unidos, sin problemas. Te comparto mi pasaporte vigente en ese momento. Yo ya me sentía muy adulto, pero al verme en esta foto me doy cuenta que era “un mocoso”, todavía.
El itinerario incluía las siguientes ciudades: Moscú, Leningrado (que actualmente ha recuperado su nombre original de San Petersburgo), Kiev, Odessa, Yalta, Tashkent y Samarkanda. En el recorrido, se visitaban tres repúblicas diferentes: Rusia, Ucrania y Uzbekistán, aunque en aquellos días, todo formaba parte de la gran nación soviética. Para tener una medida del tamaño de ese conglomerado de países, la superficie de la URSS era de más de 22 millones de kilómetros cuadrados: aproximadamente once veces el territorio mexicano. En vista de ello, la mayoría de las distancias que había que cubrir en el viaje eran considerables, así que fuimos “viajeros frecuentes” de Aeroflot, la línea área soviética oficial.
Todavía recuerdo el “olor a limpio” del desinfectante soviético, muy diferente a los que estamos familiarizados en México y el aire acondicionado, varios grados por debajo de mi temperatura ideal al subir a los aviones. El espacio entre las filas de asientos y en ancho de los mismos me resultaba insuficiente. Yo soy más grande y alto que el promedio en México, pero frente a los rusos, era “una varita de nardo”, así que esos pequeños espacios deben haber sido muy incómodos para ellos.
Aun en detalles simples como éstos, vivir tres semanas en una cultura tan distinta, fue una experiencia novedosa con aprendizaje en muchas formas, aunque no siempre agradable.
MOSCÚ
Tanto por su pasado imperial de siglos, como por ser por muchos años la máxima joya del mundo socialista, Moscú ha sido siempre majestuosa y monumental, una gran capital para un gran país. Para los rusos, definitivamente “el tamaño sí importa” y muchas cosas son innecesariamente grandes o vastas. Para el tour de la ciudad, nos asignaron un guía llamado Alejandro con facha de espía ruso de película, pero que hablaba un perfecto castellano con acento de alguna región de España y era un tipo agradable y abierto. Incluso nos hizo la broma, cuando pasamos por un edificio público que tenía la famosa sigla “CCCP”, que los mexicanos decíamos que era el “cucurrucucú paloma”. En realidad, “CCCP” está escrita en alfabeto cirílico y responde al ruso “Союз Советских Социалистических Республик”. En español, lo correcto es el uso de “URSS”, sigla que corresponde a la denominación “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”.
La sigla en cirílico la puedes apreciar en la imagen de portada de esta crónica, que corresponde a lo que era el edificio del Soviet Supremo. En la Rusia actual, es inmueble volvió a ser el Gran Palacio del Kremlin y la residencia presidencial (sí, ahora vive ahí el mismísimo Putin). El escudo soviético y las cuatro letras han sido sustituidas por cinco águilas bicéfalas, que son parte del escudo nacional ruso, del cual te platicaré más adelante.
Desafortunadamente, Alejandro sólo nos guió en el tour de ciudad inicial en Moscú, mientras que para el el resto del viaje nos asignaron a una dama taciturna y anodina llamada Valentina, que más que guía de turistas, era como una maestra de primaria aprensiva y regañona, cuidando niños en un viaje escolar… ¡Y en verdad nos vigilaba! El contacto de la gente de la calle en la URSS con los extranjeros estaba restringido, además, recuerda que en ese tiempo no había celulares, por lo tanto no había GPS para guiarte, ni aplicaciones de traducción en tiempo real para darte a entender. Por si fuera poco con tu ropa y apariencia, ibas gritando por la calle “¡soy extranjero!”. Considerando todo eso, no era muy buena idea salir y arriesgarte a perderte. Sin embargo yo salí solo varias veces, con la desaprobación de nuestra guía, claro.
Nos hospedamos en el hotel Rossya (Rusia), que estaba frente al Kremlin, a orillas del Moscova. Era un edificio colosal, ya que a pesar de sus 21 pisos, era mucho más ancho que alto. Tenía 3 mil 200 habitaciones y 245 suites, además de un teatro para 2 mil 500 espectadores. Por supuesto, contaba con restaurantes, bares y tiendas, todo reservado para turistas extranjeros, diplomáticos, miembros del Politburó y aquellos afortunados a los que “la Revolución les había hecho justicia”. En el lobby, como en todos los hoteles que visitamos, siempre había individuos grandes y torvos que no disimulaban ser agentes de seguridad, vigilando que los propios no interactuaran mucho con los extraños. Al cierre de su operación en 2006, el Rusia seguía siendo el hotel más grande de Europa. Después de su demolición, en su lugar se encuentra el Zaryadye Park.
El Kremlin es una de las estructuras arquitectónicas más famosas del mundo. Esta fortaleza incluye cinco palacios y cuatro catedrales y está rodeado por una muralla con sus torres. Fue edificada durante el siglo XIV y como la mayoría de los edificios históricos, que ven pasar siglos y regímenes, ha sido modificado y reformado por los jerarcas en turno en múltiples ocasiones.
En cuanto a su disposición, el Kremlin es un triángulo irregular que ocupa una superficie de 27.5 hectáreas. El muro sur está orientado hacia el río Moscova, el noroeste hacia el jardín de Alejandro y el este hacia la Plaza Roja. Es muy fácil reconocer en cualquier imagen su emblemática muralla. En la siguiente fotografía, además de la edificación, te recomiendo que pongas atención en los autobuses y el auto, que parecen modelos de los años sesenta, cuando ya estábamos en 1980. En general, el diseño de vehículos, aparatos y productos soviéticos estaba rezagado, respecto a lo que podía encontrarse entonces en Europa, Estados Unidos y lo que llegaba de Japón.
Mientras curioseaba en internet el mapa actual de Moscú, para ubicar y recordar lugares, me sorprendió que aún existe el Mausoleo de Lenin con fotos de 2023. Pensé que lo habrían demolido o cambiado su dedicatoria, pero sigue en pie, junto a la muralla del Kremlin, Es un macizo edificio de pórfido rojo pulido como mármol. En aquel lejano 1980, éste era un lugar de culto, con largas filas para visitarlo y también en su día era práctica común que las novias llevaran su ramo para dedicárselo. Desafortunadamente, mi fotografía de ese sitio es una de las cuáles no sobrevivieron el paso de cuatro décadas y está muy dañada.
La Catedral de San Basilio parece salida de un cuento, con sus caprichosas torres y cúpulas multicolores en forma de bulbo. A pesar de lo que se suele pensar popularmente, la Catedral de San Basilio no es ni la sede del Patriarca Ortodoxo de Moscú, ni la catedral principal de la capital rusa, pues en ambos casos lo es la Catedral de Cristo Salvador. Para colmo, en realidad no está dedicada a San Basilio, sino que tiene el kilométrico nombre de “Templo de la Intercesión de la Santísima Virgen sobre el Foso”, así que en general, es una mentira “monumental”. Pero algo muy importante es que su construcción fue ordenada en 1551 para celebrar una conquista, por Iván IV: el famoso Iván el Terrible”, que fue el primer monarca ruso en proclamarse “Zar” y se le considera fundador del Estado Ruso.
Visitar Moscú en octubre nos permitió disfrutar de los colores del otoño presentes en las zonas arboladas de la ciudad, principalmente, en las que bordean el Río Moscova, que es como la gran arteria alrededor de la cuál se encuentran los puntos más importantes de toda la metrópoli, algunos de los cuáles te presento más abajo.
Hay varios edificios en Moscú que son macizos rascacielos con una aguja, como es el caso de la Universidad de Moscú, de la diapositiva siguiente. Son muy característicos de la ciudad, pero, irónicamente, a mí me remiten al Empire State en Nueva York, el ícono del “imperialismo yanqui”. A pesar de los nuevos tiempos, a la fecha esta institución sigue conservando su condición de universidad pública.
El Estadio Lenin fue la sede principal de los Juegos Olímpicos de 1980, actualmente se conoce como Estadio Olímpico Luzhnikí y ha sido mejorado y modernizado, para ser una instalación funcional al día de hoy, a tal grado que también fue la sede principal de la Copa Mundial de Futbol de 2018. Ese estadio representa un recuerdo amargo para los mexicanos, en la forma de una medalla de oro “robada” a nuestro país, cuando Daniel Bautista fue descalificado de la prueba de caminata 20 kilómetros, a dos kilómetros del estadio. Lo más sospechoso, es que Daniel marchaba en primer lugar cuando entró en un túnel y ya no salió de él, puesto que los jueces lo descalificaron dentro del túnel, dónde no había cámaras. El evento causó mucho malestar en México en su momento y el ingenio mexicano renombró al osito “Misha”, mascota de las olimpiadas, como “Transha” por haberse robado la medalla. El asunto estaba muy reciente en el momento del viaje, sólo habían pasado tres meses y cuando el autobús turístico llegó frente al estadio y el guía nos lo indicó, se dejaron escuchar por parte del grupo chiflidos y abucheos, que tanto el guía como el chófer del autobús tuvieron que apechugar, sin hacer comentarios.
Seguiré con la reseña de Moscú, aunque cronológicamente los siguientes puntos los vimos de regreso a la capital, después de haber visitado Leningrado, Ucrania y Asia Menor. En esta segunda estancia en Moscú, estuvimos fuera del Centro Histórico. Nos hospedamos en el muy nuevo Hotel Kosmos, construido para las olimpíadas (nuevamente, por un arquitecto francés) y éste se encontraba muy cerca de la Exposición de los Logros de la Economía Nacional de la URSS (VDNCH, por sus siglas en ruso), la cual resultó una visita muy interesante.
Desde el hotel de 25 pisos se tiene una vista espectacular, quedando en primeros planos la VDNCH y el Monumento a los Conquistadores del Espacio. Tengo un recuerdo muy grato, ya que el último día que estuvimos en Moscú, a fines de octubre, yo estaba contemplando la vista desde el hotel, cuando de pronto empezó a nevar suavemente. Yo ya había visto nieve acumulada en alguna visita invernal a Estados Unidos, pero hasta entonces, nunca había visto caer los copos de nieve y la forma en la que el viento de repente los lanza hacia arriba o caprichosamente los lleva de acá para allá, en una curiosa danza. Todavía puedo “reproducir la película” de esa experiencia, que se me quedó muy grabada.
El Monumento a los Conquistadores del Cosmos es muy interesante, ya que simula la estela dejada por un cohete espacial, la cual corona la escultura. Actualmente hay un museo sobre el tema espacial en su base, pero éste no existía en 1980. En lo personal me agrada más el término “cosmos” de los soviéticos, que “espacio”, utilizado por Estados Unidos. No es un un tema de ideología para mí, sólo me parece un mejor vocablo y de paso me recuerda al entrañable doctor Carl Sagan y su fascinante serie de televisión del mismo nombre.
La VDNCH era un espacio enorme con pabellones temáticos, esculturas y fuentes. Después de la disolución de la URSS, muchos de los pabellones quedaron en desuso, o se utilizaron para otros fines, como tiendas o bodegas, pero en 2014 el gobierno municipal de Moscú decidió hacer una inversión para restaurarlo y adaptarlo a la Rusia post-soviética y actualmente se llama Centro Panruso de Exposiciones, aunque popularmente, la gente sigue llamándolo VDNCH. A continuación te presento una imagen panorámica de la Exposición de los Logros de la Economía Nacional de la URSS, vista desde el Hotel Kosmos.
Entre de los diversos pabellones, uno de los que más llama la atención es el del Cosmos y fue el que visitamos. Al entrar al Pabellón, uno no puede evitar pensar en el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano, en Washington, EU, ya que en forma análoga, uno puede encontrar réplicas de naves e inventos de la URSS, que tuvieron relevancia histórica en la exploración del cosmos.
Una de las piezas más interesantes es un modelo de las cápsulas Salyut, soviética, y Apollo, estadounidense, las cuáles se acoplaron en el espacio y los cosmonautas y astronautas convivieron, en un memorable encuentro. Pero por más esperanzador que esto pudiera parecer toda esta colaboración fue solamente de carácter demagógico, ya que en la realidad, las dos potencias se hostigaban, espiaban y saboteaban mutuamente.
Algo de lo que no tengo fotos, pero que es imprescindible mencionar, fue la visita al Teatro Bolshoi, para ver una representación de su célebre Compañía de Ballet. Nos tocó presenciar “Don Quijote”, obra con música de Minkus y coreografía de Marius Petipa, que a pesar de ser francés vivió en la Rusia imperial. La obra se estrenó en el teatro en 1869, así que se podría decir que disfrutamos de un “orgullo de la casa”.
Sin embargo, tengo que reconocer que no toda mi atención estaba en la obra, ya que ese día había comprado, con mis rublos del mercado negro, una cámara fotográfica ZENIT, que era de lo mejor y más nuevo que producían los soviéticos. Al tipo de cambio me resultó mucho más barata que su equivalente en tecnología japonesa de esa cámara SLR (Single lens reflex). El lente era originario de la República Democrática Alemana, concretamente Leipzig, ciudad que quedó tras la cortina de hierro, pero que era famosa por la calidad de sus fábricas de óptica. Estaba como niño con juguete nuevo y no con mis cinco sentidos en ese “aquí y ahora, tan extraordinario”. A continuación te muestro la Cámara Zenit, versión conmemorativa de las Olimpiadas que compré, En la parte superior se aprecia el símbolo de las Olimpíadas (* Zenit olímpica*)
Bueno, pues con esa “nota alta” en el Ballet Bolshoi, cerramos la visita a Moscú y con la licencia cronológica que ya mencione, volaremos hacia nuestro siguiente destino: la ciudad con más auge en toda Rusia, en los siglos XVIII y XIX.
LENINGRADO
Renombrada en honor de Vladimir Ilich Lenin por el régimen soviético, esta bella ciudad ha regresado a su nombre original de San Petersburgo. En lo personal, Leningrado me pareció más europea y sofisticada que Moscú. Fue fundada por el Zar Pedro I a principios del siglo XVIII, con la intención de acercar la nueva capital de Rusia a Europa y también de tenerla en una ubicación muy estratégica, en la desembocadura del Río Neva en el Golfo de Finlandia. Pedro I había estudiado en Países Bajos y tenía mucha influencia europea, lo cuál está plasmado en el trazo mismo de la ciudad, que recuerda el de Amsterdam y en muchos de sus edificios importantes, que fueron construidos en estilo barroco por arquitectos europeos. San Petersburgo fue la capital rusa hasta 1918, cuando la revolución bolchevique regresó la sede del gobierno a Moscú.
A pesar de que los zares eran para el régimen soviético la personificación de la opresión y explotación del pueblo, unos pocos se salvaban de esta condena de la historia, por haber hecho cosas relevantes por la grandeza de Rusia, como es el caso de Iván el Terrible, Pedro I o Catalina I
En el corazón de su nueva capital, Pedro I (Pedro el Grande) ordenó la construcción de la Fortaleza de Pedro y Pablo y la Catedral del mismo nombre, que se distingue por una impresionante aguja que es un punto visible en toda la ciudad. No cabe duda que Pedro “festejaba su santo en grande”.
Te presento un detalle interesante de la Fortaleza Pedro y Pablo: es el águila bicéfala coronada, que es propiamente el escudo del imperio ruso desde el siglo XV. Es de agradecer que el régimen socialista respetara la escultura como patrimonio histórico, en vez de destruirlo u ocultarlo, como tristemente ha pasado en otros regímenes con algunos símbolos antiguos, cuando nuevas ideologías llegan al poder. En la actualidad, la Federación Rusa ha restaurado el escudo tradicional, que tiene exactamente los mismos elementos de la imagen. No me detendré en explicar todos los símbolos del escudo, sólo te comento que las dos cabezas de águila simbolizan a Europa y Asia, sobre las cuales reina Rusia.
El Acorazado Aurora es un barco con muchísima e importante historia. Fue botado en 1897, como parte de la Armada Real Rusa y participó en la guerra ruso-japonesa de 1905, en la que fue una de las pocas naves rusas que no fueron hundidas. En 1917, su tripulación se unió a las fuerzas revolucionarias bolcheviques. Un disparo de su cañón de popa marcó el inicio del asalto al Palacio de Invierno, en la Revolución de octubre, que desembocaría en el derrocamiento del zar y el inicio del régimen socialista. Pero la historia del Aurora no termina ahí: fue buque escuela de la Armada Soviética desde 1922 y estuvo en servicio activo hasta 1957, cuando fue convertido en el buque museo, que tuvimos oportunidad de visitar. Ahí nos dieron una versión más larga y épica que este breve recuento, porque el buque tenía para la URSS un valor simbólico muy alto.
El Palacio de Invierno, a la orilla del Río Neva, había sido la residencia de los zares desde la fundación de San Petersburgo y fue convertido por el gobierno soviético en la sede principal del Museo Hermitage, una de las joyas de Leningrado,
Su colección, formada por más de tres millones de piezas, abarca desde antigüedades romanas y griegas, a cuadros y esculturas de la Europa Occidental, arte oriental, piezas arqueológicas, arte ruso, joyas y armas. Su pinacoteca está considerada una de las más completas del mundo. Intenté tomar fotos, pero era muy difícil hacer tomas interiores en el museo, por la escasa luz, que para las cámaras de rollo con películas de sensibilidad baja (ASA 400, cuando hoy las cámaras digitales puede manejar muy razonablemente una sensibilidad 10 veces mayor). En vista de la situación, compré una caja de diapositivas en la tienda del museo, pero cuando las pude revisar me llevé una decepción ya que eran de pésima calidad: descoloridas, manchadas y con los marcos mal cerrados, así que eran prácticamente inservibles. (*Hermitage vista exterior*)
Al igual que muchos museos en todo el mundo, el Hermitage contrataba personas de la tercera edad para “cuidar” las salas, pero en realidad estas personas estaban sentadas en un rincón de la sala, frecuentemente dormitando de manera intermitente. No sé que tan efectiva pueda ser una vigilancia así. También recuerdo que era común que la gente tuviera aliento alcohólico, no sólo estos cuidadores, sino en general los transeúntes, y empleados en horario de trabajo, podían tener un olor notable. Por supuesto, el alcoholismo era entonces un problema de salud importante en la URSS y es una de las cosas que desafortunadamente no han cambiado, ya que Rusia y las ex-repúblicas soviéticas se encuentran actualmente entre los países con mayor ingesta de alcohol per cápita en el mundo.
Bueno, pero lo importante, es que las obras contenidas en el Hermitage son una maravilla, punto y aparte de qué régimen haya estado entonces y ahora. Aquí te dejo una vistas frontal y lateral del museo. Independientemente del feo andamio que sostenía el enorme escudo soviético en la fachada principal, hay que reconocer que sólo se ocultó la fachada del siglo XVIII, pero sin dañarla. Actualmente el Palacio de Invierno presenta su aspecto original y sigue siendo un museo extraordinario.
El Monasterio Smolny se planeó como un convento para mujeres que estaba destinado a Isabel, la hija del zar Pedro el Grande, una vez que fue apartada en 1725 de la sucesión del trono. Pero después de un golpe de Estado en 1741 que destituyó a Iván VI, Isabel “salió respondona” y subió al trono, renunciando a entrar en las órdenes religiosas, sin embargo, continuó con la construcción del convento. Al igual que otras obras barrocas en San Petersburgo, que parecen estar hechas de betún de pastel blanco con azul y brillos dorados, es obra de Bartolomeo Rastrelli, arquitecto italiano.
El Instituto Smolny, parte del mismo complejo arquitectónico enorme, había sido uno de los primeros institutos femeninos de Rusia, exclusivo para doncellas nobles. En 1917, sufrió una drástica transformación, ya fue convertido en el cuartel general de la revolución bolchevique, incluso el propio Lenin vivió y trabajo ahí durante un tiempo. Desde 1991 se convirtió en la residencia y despacho del alcalde de la ciudad de San Petersburgo.
Pushkin es una ciudad que se encuentra a 24 km de San Petersburgo, que fue fundada en el siglo XVIII como la residencia de verano de los zares, de manera análoga lo que representaba Versalles para los soberanos franceses. El nombre original era Tsárskoye Seló (Aldea real) El gobierno socialista la renombró como “Aldea de los Niños” y su nombre definitivo lo recibió en 1937, para conmemorar el centenario de la trágica muerte del gran poeta ruso Aleksandr Pushkin, quien estudió allí entre 1811 y 1817. La Villa de los Zares construida ahí es un gran palacio a todo lujo, al opulento estilo de los zares. Desafortunadamente, casi todas las diapositivas que tenía del lugar estaban en una hoja de carpeta, que en algún momento de los 43 años que estuvo guardada, el plástico de la hoja empezó a deshacerse, reaccionando químicamente con la película de algunas diapositivas y dejándolas inservibles. Te comparto esta imagen que pude rescatar, como muestra del lujo del que te hablé. Es el “Salón de los Espejos”, en el interior del Palacio.
La Catedral de San Isaac me pareció uno de los templos más impresionantes que he visitado. Cuando la veo, pienso inevitablemente en la Catedral de San Pablo en Londres, con su enorme cúpula, que es el elemento más característico de ambas construcciones. El estilo es neoclásico y como es común en muchos de los edificios icónicos de la Rusia Imperial, fue diseñada por un arquitecto francés. Debido al suelo pantanoso del delta del Río Neva, se requirió una cimentación extremadamente sólida para evitar el hundimiento del edificio. La construcción tomó 40 años, de 1818 a 1858, de los cuales, los primeros diez se emplearon en la cimentación. Originalmente se consagró como templo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, pero a partir de 1931 se convirtió en un museo, estatus que conserva hasta la actualidad.
Así como en San Diego los jóvenes pasan a Tijuana, para beber con libertad y para comprar alcohol barato, en 1980 los finlandeses iban a Leningrado los fines de semana a divertirse y emborracharse en los bares y hoteles para extranjeros. Estuvimos en Leningrado un sábado y fui al bar del hotel por la noche, donde me encontré a los finlandeses en plena fiesta. Recuerdo un tipo enorme que empezó a platicar conmigo en inglés. Cuando lo vi bien, me sorprendí, pues traía una botella de vodka en la bolsa del saco, pero no una “anforita”, sino una de 750 ml, de la cual bebía a morro, como si fuera agua. También recuerdo a una chica, la típica güera nórdica, con la que crucé unas pocas frases y que sin mucho preámbulo, fue tan directa conmigo, que no supe qué hacer: prácticamente huí de ella. Al recordarlo me río del escuincle fanfarrón, pero inseguro que era a los 19 años. “¿No que muy galán?” me digo a mí mismo.
Bueno, pues hasta aquí llega el relato de Moscú y Leningrado. Espero que te haya gustado acompañarme en este viaje por mis recuerdos de otros tiempos en otras tierras. Te confieso que me ha sorprendido la frescura con la que algunos recuerdos han regresado a mi mente, incluso he soñado en estos días con esos lugares por lo menos una vez, a pesar del tiempo transcurrido.
Hemos terminado con la madre Rusia. Nos faltan otras dos Repúblicas que pude visitar en aquel lejano 1980. Así que habrá que abordar nuevamente el oloroso, frío y estrecho Jet de Aeroflot, para volar a Kiev, en Ucrania, pero eso podrás leerlo en la siguiente entrega.
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Nunca he viajado a Rusia y creo que ya no lo haré por mi edad; sin embargo, recorrer esos lugares de tu mano y excelente narración, me hizo disfrutar tu viaje.
Saludos cordiales
Que hermoso es todo esto que narras y también muy interesante. Gracias por compartir tus vivencias.
Excelente relato de una época que no vuelve más en ciudades que permanecen en el tiempo. Recuerdo laayoria de los eventos que comentas y otros de la época el triunfo del Sandinisno, la invasión de Afganistan, la Revolución Islica en Irán y los posteriores atentados contra Lenon, Juan Pablo II y Reagan