HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Durante un año y medio Karla soportó humillaciones, malos tratos y llamadas a deshoras o en día de descanso, todo por el hostigamiento, acoso laboral y sexual que vivió en su trabajo por parte de su jefe directo. Cansada de la situación y de que no se actuara de manera inmediata, escribió un mensaje en la cuenta de Facebook del gobierno del estado para exigir atención.
Aunque recibió ayuda inmediata a partir de esa denuncia pública, dejó el trabajo para sanar las consecuencias de lo que vivió y espera que más gente se haga sensible frente a la problemática que viven otras personas y que se vuelve una cadena, porque cuando son los jefes quienes maltratan, no faltan los empleados que se suman, de alguna manera, al abuso.
“Sí te paraliza el miedo y lo soporté durante año y medio, soy una persona independiente y aunque no tenga hijos y tengo una profesión y soy abogada, así, me paralizó el miedo. Venía una situación de él, de no hablarme, de no respetarme, una vez que das esa situación como superior jerárquico, los compañeros, las compañeras, la gente trae la idea de que es el jefe y hay que darle la razón al jefe”, explicó.
Karla llegó a Querétaro hace poco más de año y medio, cuando buscó trabajo a través de diferentes medios y encontró una opción en la Comisión Estatal de Aguas (CEA). Después de enviar su currículum, la llamó quien se convirtió en su jefe directo y vivió una entrevista laboral muy larga, más de 3 horas de preguntas y al final decidió contratarla.
“En ese momento pensé que era muy buen trabajo y dije esto es lo mío, creí que era una buena oportunidad venir a donde estaba mi familia y llegué con todo el ánimo de hacer muy bien mi trabajo, traía ideas novedosas que quería aplicar en la administración pública. Llegué con muchas expectativas y como institución es un lugar muy bueno para trabajar”, recordó.
El trabajo se convirtió en algo muy lejano a lo que esperaba. Mientras sus compañeros se iban a las 5, ella se quedaba hasta las 10 de la noche y debía regresar muy temprano. A veces su jefe la citaba en días festivos y la llamaba a todas horas, incluso a las 11 de la noche. Pero a esas conductas se sumaban comentarios inapropiados y quejas de su trabajo, sin explicar qué era lo que estaba mal.
Cuando Karla optó por no responder a los comentarios, entonces enfrentó más acoso para que renunciara. A lo largo de ese año y medio vio otras quejas contra su jefe, pero cuando ella se atrevió a denunciar, el proceso no avanzaba y tampoco le ofrecieron cambiarla de área como se hizo con otra persona.
En aquel momento ella no se acercó al vocal de la CEA porque “pensaba que todo me jugaba en contra”, ya que el maltrato la hacía dudar de si realmente no sabía hacer su trabajo y temía que los demás la juzgaran, pero después de que hizo pública su denuncia, “el vocal tomó las acciones correspondientes cuando le llegó la historia de mi propia voz”.
Karla también se acercó al Instituto Queretano de las Mujeres donde se dio cuenta de las secuelas de año y medio de maltrato. “Me hicieron ver que no era normal que yo soportara durante tanto tiempo esto. Es como inseguridad, tengo miedo de las represalias, esta parte de que qué va a decir la gente, el descrédito, aparte de exhibirlo a él, me exhibo yo, son cosas que te quedan muy en el inconsciente. Me dijeron que se notaba, llegué llorando, muy nerviosa, muy temerosa”, reconoció.
Aunque una de las cosas que más le pesaban el escrutinio público, consideró que eso es algo que tendría que vivir su jefe, no ella, que defendió sus derechos, aunque “me tardé. Llegas a sentir un poco de culpa, es como cuando terminan diciendo: ay, pobrecito de este personaje, qué mala onda que alguien le haga esto. Durante un año y cacho sufrí humillaciones, gritos, burlas, faltas de respeto y lo que pasa ahora, si hubo una consecuencia que cada quien viva sus culpas como le toquen”.
En la CEA le ofrecieron colocarla en otra área, pero prefirió renunciar al trabajo, porque “pienso que no estaba lista tampoco, quiero tomarme este tiempo para reflexionar y descansar y recuperarme. Quiero no sentirme culpable de nada” y espera que se tomen medidas para que ninguna otra persona vuelva a pasar por la misma situación.
Hoy sabe que vivió discriminación por percepción, comentarios misóginos, groserías, acoso sexual y laboral, que es más difícil de probar, porque no aparece en el código penal ni en la ley federal del trabajo, pero sí en la ley para el acceso a las mujeres a una vida libre de violencia.
“La diferencia entre el hostigamiento y el acoso sexual es que en el primero hay una relación de jerarquía, mientras que el acoso puede ser entre compañeros de trabajo, entre iguales. Por eso el hostigamiento es más grave porque hay una relación de poder, porque es más difícil que como mujer te defiendas de tu jefe. En mi caso fue lo que sufrí: amenazas de correrme, represalias, en el momento en que puse una queja, una denuncia, él tomó represalias, ese tipo de situaciones son más complicadas porque te paralizas”, insistió.
Aunque Karla prefirió guardar silencio en muchas cosas para no entorpecer el proceso jurídico de la denuncia, reconoció que la CEA empezó a tomar medidas internas para evitar estas situaciones a través de mecanismos adecuados, aunque “lo lamentable es que se haya tenido que llegar a estos niveles de tener que exhibir el caso para tomar acciones”.
“Sí hacen falta más mecanismos de atención y una cultura de no normalizar la violencia porque fueron cosas a la vista de todos y con todo, se cuestiona la veracidad de lo que estoy diciendo. Siempre te vas a ver señalada por denunciar este tipo de cosas, porque tienes ese sentimiento de que todos lo van a defender (al jefe), sin embargo, la consecuencia no es así, pero tenía miedo al descrédito”, agregó.