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Así como hay un sinnúmero de poemarios, existe en México un solo Atletario (Bancomer, 1990) que pasa revisión, en una prosa límpida pero juguetona, de los deportes olímpicos bajo la lupa del espectador atento mas perspicaz, apasionado mas irreverente. Miguel González Avelar (Durango, 1937 / Ciudad de México, 2011) se enfrascó en esta singular tarea creando, a la vez, una obra única en su tipo.
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A diferencia de los diversos volúmenes temáticos que se han hecho sobre el caso (antologías de artículos y cuentos de futbol, crónicas o relatos de box como los de Norman Mailer o Ricardo Garibay o Jack London, recuento de cacerías como las notas propuestas por Miguel Delibes, comentarios taurinos e incluso una caja magnífica de Óscar Chávez con cuatro discos compilando canciones sobre asuntos taurófilos), González Avelar echó una mirada global por lo menos hasta 1990 a las Olimpiadas y, bajo los efectos del entusiasta gustador, fue haciendo breves textos a partir de cada una de las disciplinas deportivas: el resultado es un mosaico literario de gran ambición.
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Sus puntos de vista, de paso, son también agudas críticas deportivas. Como el asunto del remo: “De entre todos los que persiguen con frenesí una meta, el remero es el único que avanza dándole las espaldas, despreciándola olímpicamente. No por eso dejará de alcanzarla; él sabe que está allí, detrás de él, aguardándolo en alguna parte. Al revés que nosotros, él sabe que avanza porque el horizonte se le aleja. Su carrera es un acto de fe que le permite mejor ocuparse de los remos, hundirlos concretamente en el agua, apoyarse en ella y convertir en distancia el sudor de su cuerpo. El juego de palanca de sus brazos es tan enérgico que seguramente es de los que están ayudando a que gire la Tierra. El bote es en el agua lo que la bicicleta en tierra: una máquina sin más combustión interna que la del propio atleta. Aquí no podemos hablar de caballos sino de señoras y señores de fuerza. La mayor parte de las embarcaciones llevan a bordo un polizón que no rema y paga el viaje con vagas orientaciones, carantoñas y rabietas. El día que también lo pongan a remar no sólo habrá más equidad en las aguas de competencia, sino que, en general, mejorarán los tiempos; al menos, de los remeros”.
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Distanciado de la búsqueda de récords o de ubicar al corredor más veloz de todas las gestas, González Avelar (un ex secretario de Educación Pública que sí tenía conocimientos de la escritura, por lo menos en los tiempos modernos) prefirió el buen humor buscando los absurdos y las virtudes de los deportes no para regodearse banalmente sino para sacar de ellos lo más provechoso visible. Como en el polo acuático: “Exhorto a los que piensen lo mismo a que den un paso al frente y digan la verdad: hay algo muy antipático en los acuapolistas. Reflexionemos. ¿Será porque comparado con las focas, las nutrias y los leones marinos el hombre hace en el agua una figura desgarbada y torpe? ¿Será porque los delfines, esos alegres príncipes de los mares, nos han enseñado cómo se juega de verdad en un estanque? ¿O será sencillamente, como muchos deporteóricos se inclinan a pensar, que el uso absurdo de la gorrita de hule, melindre de quien no quiere ni mojarse el pelo, contrasta con la verdad feroz de su conducta bajo el agua y les quita toda credibilidad? Existe otra opinión más equilibrada; dice, resumidamente, que hay en esas aguas demasiados tiburones disputándose una pompa de jabón; deportistas muy sobrados para tan poco deporte. Que harían mejor todos los equipos, dadas sus capacidades, en dedicarse a rescatar ballenas en las playas, o remolcar plataformas petroleras vencidas por las tempestades”.
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Cuando menos en el país, no hay otro libro que mínimamente se le parezca. Es una lástima que la edición bancaria, por sus propias particularidades, no haya circulado el volumen como se debe: Atletario, como suele ocurrir en tratándose de tirajes limitados de las empresas bancarias, fungió más como un libro íntimo o de obsequio que como un objeto público. Mereció, y merece sin duda, una mejor suerte editorial. La edición se dio a conocer dos años antes de la realización de la vigesimoquinta Olimpiada en Barcelona.
La paradoja del discóbolo:
“Cratilo. —Cuéntame una vez más tu argumento, amigo Teetetes, pues prefiero entenderlo que recordarlo.
“Teetetes. —Lo haré con gusto; escucha. Si el disco que pesa dos kilos en la mano de Zenón puede ser arrojado por éste a una distancia de setenta y cuatro metros, entonces sostengo que tan extraordinario atleta puede arrojar al espacio un platillo volador.
“Cratilo. —¿Cómo es eso posible? Explícate para que te entienda.
“Teetetes. —Es muy sencillo; mira. Supón por un momento que el disco pesara cuatro kilos en vez de dos; ¿no le sería igual de fácil a Zenón lanzarlo a treinta y siete metros?
“Cratilo. —Es muy seguro que sí. Continúa.
“Teetetes. —Bien; si acaso el artefacto tuviera un peso de ocho kilogramos podría ser arrojado a 18.5 m, y si pesara diez y seis, a 9.25 m. ¿No es así?
“Cratilo. —Te entiendo y lo que afirmas es probable.
“Teetetes. —Pues si seguimos doblando el peso del disco que ha de arrojar Zenón, es claro que la distancia a que podría enviarlo se volverá cada vez más corta. De tal manera que al pesar algo más de una tonelada ya sólo lo podrá lanzar a catorce centímetros de sí. Por tanto, cuando Zenón empuje un platillo volador que pese 131 toneladas la arrojará a un milímetro de sus pies.
“Cratilo. —Pero ese impulso no será suficiente para echarlo a volar.
“Teetetes. —Aquí es donde, una vez más, querido Cratilo, tu incredulidad te hace equivocarte; porque yo supongo que el platillo volador de mi ejemplo se encuentra al borde de un alto precipicio, en su equilibrio sumamente inestable. Tanto, que mover un milímetro su masa sería suficiente para hacerlo caer. ¿Ves ahora cómo, si Zenón puede arrojar a setenta y cuatro metros un disco que pesa dos kilos, bien puede echar a revolotear un platillo volador?
“Cratilo. —Ahora lo comprendo, Teetetes, y prometo no volver a dudar de tu lógica impecable. Hasta la vista; voy a los baños a despejarme la cabeza”.
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González Avelar dedicó un bello poema al deporte de caballo con arzones:
Cuero, metal, remaches, armadura
y dos argollas para operaciones,
llaman así caballo con arzones
al degollado rucio de piel dura.
Alzo los ojos a la noche oscura
y adivino las mismas sinrazones
en los sabios que a las constelaciones
atribuyeron nombre y estatura.
Trono escalafonario que en el aire
se muda en Clavileño o Rocinante
según de cada atleta es el aliento
y cuales su denuedo y el donaire.
Vamos a ver al caballero andante
y a su molino girándolo al viento.
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Atletario es el cuento de los Juegos Olímpicos. Porque la Olimpiada también, a pesar de algunos atletas, es un arte que puede contarse de mil maneras y formas.
Por desgracia, el libro fue editado por una institución bancaria a un funcionario público para quedar bien con el político, no con los vientos culturales del país.
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Mi contribución para un nuevo Atletario.
Entrenamiento cotidiano
La nueva campeona olímpica de boxeo entrena a diario con su esposo utilizándolo como pera.
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La jabalina arrojada fuera de casa
En efecto, como bien apuntara el caricaturista Alarcón, el verdadero lanzamiento de jabalina es efectuado por el celoso jabalí cuando, airado, lanza a su hembra al aire arrojándola a varios metros de distancia.
Récord inédito en la gimnasia
Bostezando, la gimnasta se quedó profundamente dormida en la barra de equilibrio logrando un récord inédito olímpico al no caerse nunca del aparato de ejercicios a pesar de moverse constantemente.
Sigla mexicana
Pese a no tener competidores en el ciclismo en pista de motocross, México le ha dado nombre a esta rama olímpica con sus siglas BMX.
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Breakdance en las calles
En el Eje Central de la capital mexicana se halla, sin duda, el campeón olímpico de breaking pero él no lo sabe. Su baile apenas es recompensado con unos cuantos pesos al día, es ignorado por el Comité Olímpico y el gobierno jamás lo alentará con una beca.
En los entretelones del triatlón
Participando en el triatlón una nadadora prefirió quedarse a jugar con el delfín que se encontró en el río haciéndose a un lado, sin martirizarse, de la inútil competencia.
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Halterofilia renovada
La novedad en los Juegos Olímpicos, esta vez, se dio en la halterofilia: los levantadores de pesas, en lugar de alzar material pesado de fierro viejo, elevaban con ternura a damas desnudas de acuerdo al kilataje señalado, habiendo damas regordetas de más de cien kilos para las pruebas definitivas de envión por encima de los hombros. En el caso de la competencia femenina, hombres desnudos son alzados con vigor por las poderosas atletas olímpicas.
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Accidentes en el tenis de mesa
Durante el ping pong, tenis de mesa para la terminología olímpica, un jugador fue hospitalizado de urgencia al zambullirse violentamente una pelotita en su boca.
Misterio olímpico
Un clavadista, en el nado olímpico, se hundió en las tibias aguas de la alberca sin que nadie volviera a saber más de él.
Una ola salvaje en el futbol
Cuando la ola se efectuaba para festejar el gol de una selección olímpica, el estadio de futbol se inundó salvajemente suspendiéndose el partido de manera momentánea.
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Fatales consecuencias
La esposa, iracunda, le dice a su marido el atleta olímpico que deje de contonearse como si aún estuviera compitiendo en la caminata.
—¡Dios mío, qué bochorno, deja de moverte como mujercita, contrólate!
La mujer, harta, lo pellizcaba además para que no se adelantara.
En otro desgraciado convivio, el esposo trata de sujetar a su esposa que no deja de saltar sobre la cama en lugar de entregarse a su hombre. Las piruetas que ella realiza, en efecto, son sensacionales pero el marido lo que desea en ese momento es otra cosa.
—¡Carajo, no estás ya en la gimnasia de trampolín! —se impacienta el hombre ante la imposibilidad de detener el ímpetu femenino.
En otra intimidad, la mujer, al mirar por vez primera desnudo al atleta en la alcoba, suelta un llanto incontenible al mirarlo con detenimiento.
—¡No tienes ningún tatuaje, eso significa que tienes más edad de la que me has dicho, maldito impostor!
La bella mujer no deja de llorar ante la mentira del campeón olímpico, que rebasa ya las tres décadas, a diferencia de sus colegas jóvenes, todos tatuados con orgullo indecible.
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Una flecha en el corazón
La hermosa mujer, herida de muerte, declaró que la flecha del último tiro del arco fue a dar directamente a su corazón, vaya uno a saber —y esto ya no pudo completarlo la dama al perder el conocimiento— con qué aviesa erótica intención del competidor olímpico.
Declaración popular realista
—No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata —dijo el competidor olímpico mexicano en una juerga en París tras ser eliminado en la natación de sincronizado artístico.
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Canotaje
En el canotaje olímpico, cumpliendo a cabalidad con la etimología del término deportivo, en el equipo mexicano todos los participantes eran canosos, hombres con el cabello enteramente blanco-
Insólita eliminación
En el salto de altura, contra todo pronóstico, fue eliminado en la primera ronda de clasificación el Hombre Araña.
Medalla de oro en clavados
Insólitamente, sin haber participado en una competencia olímpica, el Comité decidió, por unanimidad, otorgarle a la política mexicana en general un meritorio reconocimiento en la modalidad de clavados por equipo por esa fina manera de sustraerle el dinero al erario.
Lanzamiento de disco
Enfurecido, en su turno el atleta latinoamericano lanzó un disco de Luismi más allá de los setenta metros sencillamente porque no lo quería tener en su gratificante colección musical.
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Apoyos gubernamentales
El juez central descalificó, airado, a un competidor que en lugar de bicicleta llevaba un patín del diablo aduciendo, el atleta, que fue para lo único que le alcanzó el dinero que le otorgó su gobierno, con impuesto incluido por supuesto para no generarle dificultades con la hacienda pública.
Confusión deportiva
El corredor de los cien metros planos se siguió de largo en la creencia de que competía en la maratón.
Música de fondo en la gimnasia artística
En su música de fondo en la gimnasia artística la competidora seleccionó a una banda grupera mediante un estratégico soborno mediático.
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Tiro con arco
Ya lo sentencia el dicho asiático: no te metas nunca amorosamente con una coreana porque te puede flechar de inmediato.
De gallitos
“¿No que muy gallito?”, dice, iracunda, la amante del campeón olímpico en bádminton al mirar ella, decepcionada, su falta de ánimo en el amor.
Voleibol de playa
La pareja se encuentra enfadada. “¿Por qué mejor no sales de una vez desnuda a jugar?”, le reclama a la jugadora de voleibol de playa que acaba de ser contratada como modelo para tangas, quien mejor guarda silencio en la espera de un futuro mejor en su actividad deportiva.
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Ciclista mexicano
El ciclista mexicano, prometedor medallista en la siguiente Olimpiada, se llevó por los aires a un peatón al pasarse, el deportista, un alto en el semáforo.
Fuera de los Juegos Olímpicos
El Comité Olímpico no considero apto, finalmente, el juego de las canicas como para incluirlo en sus múltiples actividades deportivas, de manera que el ilustre proponente, al mirar rechazada su formalidad, siguió ganando en la calle gritando salvajemente, metido de lleno en cada partido, ¡chiras pelonas mueres!
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AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VICTOR ROURA PARA LALUPA.MX
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