Autoría de 7:11 pm #Opinión, Josué Méndez Ruiz – Azul casi morado • One Comment

Sois la ocasión de lo mismo que culpáis – Josué Méndez Ruiz

¡Justicia! Braman las voces que rechazan a la boxeadora Imane Khelif como mujer. ¡Sus cromosomas son XY, no XX. Es biológicamente hombre! Expresan con la confianza de exponer una verdad incuestionable. No puede estar más obnubilada esa gente. Si tal sentencia fuera cierta, no habría separación entre hombres y mujeres antes del siglo XIX, cuando se descubrieron y empezaron a estudiarse los cromosomas.

Además, fue hasta el vecino siglo XX que los exámenes para detectar cromosomas se aplicaron de manera regular en seres humanos; antes no sería posible distinguir a una persona como hombre o como mujer, de acuerdo con las necias voces a las que refiero. Las voces sensatas saben que el género no se define en la sociedad por los cromosomas.

Cuando un recién nacido llega al mundo, los procedimientos médicos avalados internacionalmente indican que se realicen tamizajes neonatales, es decir, exámenes para detectar enfermedades congénitas y, si es el caso, se traten de inmediato y mejoren los pronósticos para el resto de la vida de ese nuevo ser humano. Las pruebas de cromosomas no son parte de esos tamizajes; podría tenerse la información cromosómica por pruebas de detección del sexo en el embarazo, pero estas son opcionales.

Mi punto es que el sexo de los seres humanos al nacer no se determina a partir de pruebas de cromosomas, si no que la mayoría de las veces es por una revisión superficial de los genitales. Ahora, los lectores más cuidadosos, o que tengan algo de conocimientos sobre temas de género, habrán notado que en el párrafo anterior me referí al sexo, no al género. El género como parte de la identidad humana no se determina inequívocamente por exámenes médicos o biológicos.

Estimado (a) lector (a), lo que registró el personal médico tras tu alumbramiento es tu sexo (como masculino o femenino), pero el género es una característica identitaria que se desarrolla, como cualquier aspecto de nuestra identidad, más adelante.

Por su puesto, tu género fue de la mano de ese sexo asignado al nacer: desde bebé incentivaron en ti gustos por ciertos colores, ciertas formas de vestir, de hablar, de comportarte; ciertas prácticas deportivas, ciertas metas profesionales y la aspiración de ser visto (a) en la sociedad de una manera en particular.

Alrededor de la adolescencia, fuiste asumiendo (por elección, orientación o necesidad) ciertos gustos, aficiones, proyectos y una apariencia como parte de ti y para vincularte con tus esferas sociales, es decir, tu familia, tu ámbito laboral y amistades. Como parte de ese proceso se fue moldeando tu género hasta llegar a un punto de cierta estabilidad: “sí, soy hombre, con ciertas características únicas”; “sí, soy mujer, con ciertas características únicas”. La mayoría de las personas asumimos el género que nos asignaron al nacer a partir del sexo que definieron médicos por nuestros genitales, ese es el caso de Imane Khelif.

Dicho lo anterior, desde la semana pasada a la boxeadora argelina la han hostigado de una forma extraordinariamente cruel: le dicen que la persona que ha sido toda su vida es un error, que está enferma y su mal llega hasta los genes, es decir, a lo más profundo de su anatomía; por lo tanto, tiene prohibido ser mujer, tiene prohibido competir deportivamente con ellas, de ser posible, tiene prohibido acercarse a ellas. No es mujer, es un medio-hombre. Es una anomalía, no es nada.

Imagina, estimado lector, que estás compitiendo frente a los reflectores del mundo entero y descalifican no sólo tus triunfos, si no a tu persona misma, en función de datos que esas voces necias especulan y que, de ser ciertos, no definen a la persona que has sido durante toda tu vida. Imagina que te dicen tramposo (a) y de paso que eres una cosa dañada, que ni tu género puedes asumir. Eso es lo que ha vivido Imane Khelif.

Y no, estimado lector, la justicia no asiste a esta oscura noche para los “debates” de redes sociales; no es sed de justicia lo que alimenta el linchamiento mediático hacia Khelif. Si hubiera deseo de justicia, se pedirían pruebas de que ni Imane ni los cientos de deportistas que participan en la justa olímpica tienen mayores facilidades por cualquier razón, incluyendo las hormonales. Se les medirían sus capacidades óseas, musculares, de flexibilidad, reflejos, defectos congénitos, estatura, masa, etc., etc., etc., y entonces se definiría una innumerable cantidad de categorías, no por sexo sino por potencial, para poner a competir a personas únicamente con otras que fueran sus “gemelas corporales”.

No es ridículo lo que expongo, estimado lector, es lo que daría congruencia a las rabiosas exigencias de esas voces necias que acusan a la mujer sin razón, sin ver que son la ocasión de lo mismo que culpan. Ni más, ni menos, son personas diversas, que no entran en el estrecho molde del espécimen perfecto de su género: hay personas con un testículo, o sin ellos; otras pueden no tener un seno o ninguno; pueden no tener la capacidad de parir; pueden gustarles los vestidos, aunque sean hombres, o los pantalones, las camisas y las corbatas, aunque sean mujeres; puede gustarles el ballet y ser muy varoniles, pueden gustarles las artes marciales y ser muy femeninas. Ninguna de estas características definirá el género que tienen, ni su potencial en la vida.

Yúliya Lévchenko e Imane Khelif, deportistas que participan en los Juegos Olímpicos de París 2024.

No hay pruebas de que el nivel de testosterona de Khelif o los cromosomas XY sean por sí mismas ventajas competitivas en el boxeo, ¿por qué no dejarían a alguien competir en tal o cual categoría si tiene estas características? Hay, en cambio, muchos casos de personas con cromosomas XX que viven toda su vida como hombres, y eso son, hombres; hay muchos casos de personas que viven toda su vida como mujeres y tienen cromosomas XY, y eso son, mujeres. ¿Por qué le faltan al respeto a una boxeadora, como deportista y como mujer (como persona), sólo por cromosomas que ni ven, ni entienden, y no influyen en su rendimiento? ¿En realidad, son los cromosomas lo que molesta a los necios? ¿Les molestaría que la femenina (y muy blanca) Yúliya Lévchenko compitiera si sus cromosomas fueran XY o tuviera mucha testosterona?

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “AZUL CASI MORADO”, LA COLUMNA DE JOSUÉ MÉNDEZ RUIZ PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/josue-mendez-ruiz-azul-casi-morado/

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Last modified: 6 agosto, 2024
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