Autoría de 7:37 pm A Ojo de Pájaro - Gerardo Aguilar

Instantáneas retro del gigante rojo: la URSS en 1980 (III y última) –  Gerardo Aguilar Anzures

UZBEKISTÁN

Después del aire casi mediterráneo de Yalta, en el sur de Ucrania, nos esperaba  algo radicalmente diferente en Uzbekistán. “Enterrada” en Asia Central, esta república limita  al norte con Kazajistán, al sur con Afganistán, al noreste con Kirguistán, al sureste con Tayikistán y al suroeste con Turkmenistán. Junto con Liechtenstein, es uno de los dos únicos países del mundo doblemente aislados del mar, es decir, que desde Uzbekistán se han de atravesar dos fronteras como mínimo para llegar a alguna costa marítima.

A continuación te presento un mapa de Asia Central, donde podrás ubicar mejor este remoto país. Para darte una idea de su tamaño, sus 447 mil kilómetros cuadrados son  poco más que una quinta parte del territorio mexicano, también es comparable con el tamaño de Suecia, así que no es un país pequeño, aunque en general nos resulta distante y desconocido.

1. Tashkent,  el  “pueblo rellenovsky”

Para esta anodina ciudad capital de Uzbekistán, hago propio el apodo que le puso uno de los compañeros de viaje, cuando no nos explicábamos muy bien porqué nos habían llevado ahí, donde no había mucho que ver y nos pareció que estaba  “de relleno” comparado con los demás puntos de nuestro itinerario, que habían resultado sumamente interesantes y llenos de historia. Tal vez se trataba de generar derrama económica  y divisas para la región. 

Para que te des una idea de qué tan lejos andaba yo, te comento que Tashkent está prácticamente alineado con ciudades tan dentro de Asia como Kabul o Bombay. Se encuentra en Uzbekistán, pero  prácticamente  en la frontera con Kazajistán. Es lo más lejos que he estado de mi México Lindo y Querido, en toda mi vida.

El vuelo desde Simferopol, en Crimea (hoy ocupada por Rusia) a Tashkent es más largo que  uno de Ciudad de México a San Francisco, CA. Además, en el viaje  de ida  se va hacia el oriente y se atraviesan varios husos horarios, por lo que el trayecto se lleva la mayor parte del día. Aunque  ya estoy  resignado a ello, cuando viajo solo, tengo un especial “imán” para atraer al asiento junto al mío, a  un ser humano voluminoso, que  combinado con mi propia corpulencia, provoca que nos estemos incomodando mutuamente en los asientos. Este vuelo no fue la excepción y me tocó un “oso” perfumado de vodka a mi lado, con el agravante de las estrechas proporciones de los aviones de Aeroflot.

Pensé en omitir de plano a Tashkent en este relato, pero al pensarlo mejor, me di cuenta que las joyas históricas y arquitectónicas que había yo captado en el resto del viaje, no habían dejado el lugar para  arquitectura y arte soviético, que  me dedique a fotografiar en Tashkent. Aparte de los edificios gubernamentales masivos y esculturas toscas, también se pueden ver agunos templos islámicos, pero  en mi opinión,  los de Samarcanda son más importantes en belleza e historia,  como veremos en la última parte del viaje.

Además del asiento de la burocracia bolchevique, en la zona del centro histórico de la ciudad se  encontraba el Museo de Artes Aplicadas de Uzbekistán, cuya historia data del año 1927, cuando se realizó la primera exhibición de obras de arte hechas por artistas uzbekos.

Inicialmente el museo fue llamado el Museo de Artesanías, pero, después se le concedió el estatus de estatal y adquirió su nombre actual.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

El Museo de Artes Aplicadas contiene más de 7 mil ejemplares de artes aplicadas: bordados hechos a mano, gorros (tubeteika), joyas, alfombras y otros ejemplos de artesanías que van de principios del siglo XIX hasta la actualidad.

La tubeteika es un gorro típico del Asia Central. En la actualidad es muy popular en Tayikistán, Kazajistán, Kirguistán y Uzbekistán, así como en las comunidades musulmanas de algunas regiones de Rusia  Hay algunos muy simples y otros son verdaderas obras de arte. Desafortunadamente, no conservé uno que compré,  y que debo haber perdido en alguna mudanza. Recuerdo que era sencillo pero con un bonito bordado y  a pesar de su forma rectangular, se podía plegar fácilmente para guardarlo en algún bolsillo sin arrugarlo.

Pravda, que en ruso significa “La verdad”, es un periódico creado originalmente por el Partido Socialista Ruso y empezó a publicarse en 1908, en Viena. Posteriormente,  se trasladó a San Petersburgo, pero fue clausurado por el régimen zarista.  A partir de la Revolución de Octubre, durante el período soviético, Pravda se convirtió el periódico oficial. En 1991, fue desincorporado el gobierno ruso, como todos los bienes del Partido Comunista Soviético.  En 1997 fue adquirido por el Partido Comunista de la Federación  Rusa, de manera que actualmente sigue siendo una publicación de izquierda. Más que ironía, me parece cinismo, que un periódico oficial (de cualquier régimen) se llame “la verdad”, cuando un medio oficial tiene la consigna de resaltar las presuntas acciones positivas de un gobierno y minimizar u ocultar las insuficiencias y los errores de éste, maquillando o, incluso, cambiando, la verdad.

Como capital de la República Socialista Soviética de Uzbekiztan,  la sede de los poderes residía en la ciudad y por lo tanto ahí se encontraba  también la oficina nacional de Pravda, cuyo edificio te presento bajo estas líneas. La propaganda siempre fue parte de la estrategia de los líderes soviéticos y por el tamaño del edificio, se puede ver que en este tema no se escatimaba. Actualmente es un  edificio de la administración pública del país.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

 A unos metros del edificio de Pravda se encontraba el Museo Lenin, con la temática alusiva al lider soviético, Te dejo bajo estas líneas una imagen del inmueble, con motivos geométricos que recuerdan el arte uzbeko. Junto a la sólida fachada, se encontraba el letrero en cirílico, que se lee “V.I. Lenin, Museii” En la actualidad este edificio  sigue en pie, pero ha sido transformado  en el Museo Estatal de la Historia de Uzbekistan.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

Y hasta aquí llegamos en el “pueblo rellenovsky”, para hacer uno de los trayectos más largos por carretera del viaje, regresando hacia el sur-poniente. Viajamos en autobús, pero bien podría haber sido una alfombra mágica, ya que al llegar a Samarcanda en verdad me sentí transportado a Las Mil y Una Noches.

2. Samarcanda: un viaje al pasado

Fundada en el siglo VIII a.C., la ciudad de Samarcanda fue capital del antiguo estado de Sogdiana. Tanto romanos como griegos se referían a la ciudad como Marakanda, que más tarde fue conquistada por Alejandro Magno en el 329 a.C.

Como la mayoría de los asentamientos estratégicos muy antiguos,  Samarcanda ha sido invadida por diversos conquistadores a lo largo de su historia,  entre ellas los Karajánidas, Gengis Kan y el emir Timur. La ciudad experimentó su mayor prosperidad durante el periodo Timúrida, en el que se produjo un importante desarrollo de la vida académica y cultural, así como un auge del comercio. Muchos de los monumentos arquitectónicos de esta época siguen en pie hoy en día.

En 1868, las fuerzas rusas conquistaron Samarcanda y, tras la revolución de 1917, pasó a formar parte de  Turquestán (Turkestán). La ciudad fue la capital de Uzbekistán de 1925 a 1939, pasando a  Tashkent, desde entonces, hasta la actualidad.

Los edificios y las ruinas centenarias, el olor a especias,  el aire misterioso y la vestimenta de la gente te remiten constantemente al pasado, durante tu visita a Samarcanda.

La Plaza Registán es un imponente conjunto arquitectónico que domina el centro histórico de Samarcanda.  Está bordeada por tres medresas enormes: Ulughbeck,  Sher-Dor y  Tilla Kari. Una medresa es una escuela religiosa islámica. En el caso de estas tres, también fueron  templos importantes. Hoy en día, todo el conjunto tiene la designación de la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Como mi cámara no tenía una longitud focal  adecuada para una superficie tan amplia como Registán, me permito tomar una foto de la Web, para que puedas apreciar su grandeza.

Ulughbeck, nieto de Timur, fue gobernador de la ciudad de Samarcanda y durante su régimen se construyó la Medresa que lleva su nombre, la cual fue concluida en 1421. Además de ser un gobernante justo y musulmán devoto, Ulughbeck era un prominente astrónomo y promotor del arte y la cultura.

La Medresa Sher-Dor, cuyo nombre significa “de los leones” data del siglo XVII y su construcción  finalizó en el año 1636. Es de llamar la atención  que está decorada con unos felinos que acechan a unos gamos ya que esta imagen desafía totalmente la prohibición del islam de representar seres vivos.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

Diez años después de Sher-Dor,  se construyó Tilla Kari, cuyo nombre significa “dorada” en persa. La medresa se construyó no sólo como un colegio con internado para los estudiantes, sino también como una gran mezquita. La medresa tiene una fachada principal de dos pisos y un gran patio interior, flanqueado por las celdas dormitorio, con cuatro galerías a lo largo de los ejes. La mezquita está situada en el lado poniente del patio. Haciendo honor a su nombre, la ornamentación está profusamente dorada.

En la siguiente imagen te muestro  un detalle del interior de la medresa, cuyos motivos geométricos, con una base en amarillo y abundantes  mosaicos  en tonos de azul, son característicos del  arte persa.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

 Cada medresa tiene su estilo particular, pero los elementos ornamentales básicos, son muy similares, dando una personalidad propia a todo el monumental conjunto arquitectónico del Registán, con sus cúpulas, minaretes, arcos y motivos geométricos.

El Gur-e Amir es el mausoleo del conquistador asiático Tamerlán, también conocido como Timur. Gur-e-Amir  significa “la tumba del Rey” en persa y  este monumento ocupa un importante lugar en la historia de la arquitectura islámica, como precursor y modelo de las grandes tumbas de Humayun en Delhi y del Taj Mahal en Agra, construidas por los descendientes de Tamerlán, la dinastía mogol que dominó el norte de la India.

El portal de entrada, que puedes apreciar en la siguiente foto, está ricamente decorado con ladrillos tallados en varios mosaicos  y a pesar de su deterioro causado en los seis siglos que ha estado en pie, aún podemos percatarnos de su belleza. He visto fotos recientes y se ve en mejor estado, ya que con el resurgimiento del interés por Tamerlán después de la fundación de la República de Uzbekistán en 1991, el cuidado de sus lugares de culto se ha intensificado.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

Visitar el Mercado Central de Samarcanda resultó una experiencia memorable. Como muchos mercados alrededor del mundo, es un lugar colorido, bullicioso  y  multirracial. Incluso si no compras, es un espectáculo observar a la gente en su actividad cotidiana, sin estar tan conscientes de agradar o guardar las apariencias frente a los turistas.

Aquí venden de todo: especias, legumbres, pan, dulces, caramelos, frutos secos, verduras, frutas, quesos frescos, mantequilla, miel, pasteles, pero también ropa, accesorios, herramientas, etc.

Me sorprende recordar que sin saber uzbeko y con diez palabras en ruso, me las arreglaba para regatear,  intentando que me entendieran  para poder comprar lo que me llamaba la atención. Todavía recuerdo que los pistaches y nueces estaban deliciosos y eran bastante baratos (Aún más, con mis rublos del mercado negro). En este mercado compré también mi tubeteika, el gorro tradicional uzbeko del que ya te platiqué más arriba.

Bajo estas lineas verás una foto en la que se aprecia la parte  al aire libre del mercado, aunque también  tiene una zona techada. Mira esas enormes calabazas o melones o sandías y la cantidad de ellas que hay. Me pregunto qué fruta o verdura es, no lo he investigado. En cuanto a la gente, observa que los hombres llevan ropa occidental, pero muchos usan la tubeteika. La mayoría  de las mujeres usan vestidos floreados y pañoletas en la cabeza. También se veía a algunos hombres con turbantes.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

El edificio al fondo a la derecha en la imagen, con el segundo piso redondo, contiene los baños públicos del mercado. Aunque ya habíamos sido advertidos  por los guías, no deja de impactar entrar en ellos, puesto que el piso es casi plano y no hay excusados como los conocemos. Sólo hay unas bases de porcelana en el piso, que tienen unas huellas  donde se apoyan los pies, con  un orificio al centro… y ¡eso es todo, amigos! Dejo a tu imaginación  la aventura de ir al baño ahí.  Se le conoce como inodoro turco y aquí te muestro uno.

Volviendo al tema de la gente en el mercado, en general eran amables y aunque no hablaran más que uzbeko, se esforzaban por tratar a los extranjeros bien. Se nota que visten con orgullo su ropa tradicional y normalmente acceden a que uno les tome una foto.  En la imagen siguiente, podrás ver a una señora, muy ufana de su colorido atuendo, junto con su hijo adolescente. Muchas mujeres vestían de manera similar a ella. El depilado de cejas no formaba (hace 40 años) parte  del arreglo femenino en esta región, así que ésta era una belleza uzbeka en pleno derecho. Con nostalgia y cariño, te comento que el señor de lentes que está en segundo plano, no era uzbeko sino mexicano, y era mi querido abuelito Antonio Anzures, que junto con mi abue, Elenita, eran los compañeros de viaje que supuestamente yo iba a cuidar. La verdad es que a pesar de sus años, eran bastante independientes y sólo requería atenderlos un poquito, ayudarles con las maletas, explicarles algo que no entendían y cosas así.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

Algo que fue muy valioso para mí fue poder presenciar, por primera y única vez, el rito musulmán, en persona. Lo hicimos desde respetuosa distancia y con discreción afuera de una pequeña mezquita, bastante modesta y construida de mampostería y madera,  nada que ver con el esplendor centenario de las medresas del Registán.

Comenzó con el Ahdan, que  es llamado a la oración, que lleva a cabo el muezzin con voz melodiosa desde lo alto de minarete, que es la torre que exprofeso se encuentra en la mezquita. Puedes ver ese momento en la foto siguiente.  Como podrás apreciar,  el minarete es relativamente pequeño y sencillo.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

Al escuchar el llamado, los fieles  llegaban a la mezquita, pero siendo ésta pequeña, nosotros podíamos ver a los que se quedaban fuera. Los que podían entrar, dejaban  los zapatos en la puerta. Un detalle que me pareció simpático fue ver, auténticas babuchas árabes, puntiagudas e incluso con punta curvada hacia arriba, como de genio de la lámpara. Las había visto en películas y también como parte de un disfraz,  pero no como un zapato de uso cotidiano.

Los fieles iban arrodillándose en dirección a La Meca para hacer la oración, o Salat, una de las cinco veces que debe hacerse en el día. Las personas que vimos, todos hombres, se veían muy concentrados en su devoción al hacerlo, incluso personas mayores (bueno, de mi edad actualmente) se inclinaban hasta el piso, salvo muy pocos, que se sentaron. Con esta práctica cinco veces al día, sus articulaciones se ejercitan y necesitan estar bien, entonces me dije “por eso no tienen problema en usar el inodoro turco”, que yo nunca me animé a usar.

Toda la gente se veía muy apacible en su momento sagrado, con rostros relajados y amables: nada que ver con  los hombres con desorbitados ojos fanáticos, con chalecos cargados de explosivos, descargando rifles AK-47 contra civiles en una plaza pública,  antes de inmolarse, que hemos visto en tantas películas de Hollywood… Pensé: “No es la gente: son los líderes, su propaganda y su arenga, los que los  generan el odio.  Pero no sólo los musulmanes, también los soviéticos, los chinos, los judíos y los de la OTAN”.  Lo pensé hace 43 años y sigue siendo válido, aunque los motivos de disputa, los actores y las reglas del juego hayan variado un poco.

Foto: Gerardo Aguilar Anzures

3. Créditos Finales

Hemos llegado al final de la narración, ya que Samarcanda era la última parada de este viaje al pasado y como en las películas, llegó el momento de los créditos.  No me hubiera sido posible recuperar la historia, sin mi colección de “instantáneas retro”: mis transparencias Ektachrome, así que con nostalgia e incluso emoción, te presento a la cómplice y compañera que me permitió captarlas,  en éste y varios viajes que hice entre 1976 y 1981: Mi cámara Yashica Electro 35, que puedes ver bajo estas líneas.

Hoy día hay cámaras digitales con toda la tecnología, pero que evocan este look de los sesentas,  ya que es muy atractivo. Era una buena cámara, con bastante tecnología, para su tiempo. Otros chavos de mi edad cargaban una Kodak Instamatic o una Polaroid, pero mi Tía María Elena (la maravillosa Tía Maru) puso en mis manos la Yashica y me dio un impulso hacia la fotografía decisivo para mi vida.

La cámara tenía un lente fijo de 45mm, muy bueno para paisaje y retrato, muy luminoso con su apertura máxima de f;1,7. Tenía prioridad de apertura y la velocidad era seleccionada automáticamente, contando con un indicador de sub y sobre exposición. El enfoque era manual, pero tenía una ayuda visual que consistía en dos rombos que aparecían en el visor y se movían al girar el arillo de enfoque, traslapándose completamente cuando el sujeto estaba en foco.

Tristemente, no la conservo: cuando me compré mi primera Minolta Reflex en 1982, arrumbé la Yashica, que era para entonces “un cacharro viejo”, en comparación. Debe haberse quedado en la casa familiar y nunca la recuperé, ni me ocupé más de ella, sino hasta ahora.

Al poder desempolvar tantos recuerdos, he revalorizado la importancia que esa cámara tuvo en mi vida y por eso te transmito aquí un sentimiento de enorme nostalgia y mi agradecimiento hacia la Tía Maru, ya que sin su  influencia en mi interés por la cultura y la naturaleza y mi gusto por el arte, tal vez no habría fotos, ni crónicas soviéticas,  ni de aves, que con tanto gusto comparto contigo.

En esta serie en particular, te estoy especialmente agradecido por tu lectura y compañía, ya que fue un tema de recuerdos personales, muy diferente de lo que normalmente escribo. Y al esforzarme por escribir para ti, he escrito también para mí y estoy muy satisfecho por ello.

Concluyendo como empecé, también expreso mi profundo agradecimiento a mi editor, José Antonio Gurrea, director de lalupa.mx, por haberme entusiasmado para escribir esto, tan diferente a mis habituales Crónicas “A ojo de pájaro”.

Puedes leer las dos primeras entregas en estos enlaces:

Si gustas ponerte en contacto conmigo, tendré mucho gusto en contestarte. Aquí te dejo los datos:

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Last modified: 18 agosto, 2024
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