Autoría de 3:32 pm Memorias Peregrinas - Andrés Garrido

La región queretana y pueblos prehispánicos (III) – Andrés Garrido del Toral

Fray Isidro Félix de Espinosa refiere que “Cuenta su primera fundación en la gentilidad por los años mil cuatrocientos y cuarenta y cinco en que el emperador de México Motecuzoma Ilhuaicamina, primero de este nombre, lo redujo a la devoción mexicana, fortaleciéndolo como término y frontera de su imperio con militares guarniciones de sus soldados contra las invasiones de los michoacanes y rebeldes chichimecas, según la erudición del Doctor D. Carlos de Sigüenza y Góngora”.[1] Por su parte, Valentín Frías, apoyándose en el historiador de Indias Juan de Torquemada escribe, “Querétaro se fundó en 1446, en que el emperador Moctezuma Ilhuicamina, primero de este nombre, lo redujo a la devoción mexicana, fortaleciéndolo como frontera de su imperio con guarniciones militares contra las invasiones de los michoacanos y chichimecas”.[2]

Se puede observar, dice Somohano, de acuerdo a un pleito por la encomienda de las estancias de Tlachco y Cincoque, expediente de 1536, que los lugares habitados por otomíes y chichimecas que dominaban la región de Querétaro en el principio del siglo XVI son dos puntos en el Valle de San Juan del Río, Iztaquechichimeca; en la planicie de Huimilpan, Apapátaro o Cincoque, y en el valle de Querétaro ya no es El Cerrito el lugar hegemónico, si no que aparece un nuevo asentamiento llamado Tlachco, que también es conocido como Querétaro por los purépechas. “Por medio de la arqueología no se tenía noticias que nos indicaran su presencia, quizá debido a que Querétaro creció sobre algún tipo de vestigio que pudiera existir, o porque simplemente fue un pequeño asentamiento disperso cohesionado alrededor de la pequeña laguna que se hacía junto al cerro de la cruz, o muy próximo a La Cañada, ambos lugares, cercanos a las zonas de cultivo”.[3]

“Un dato arqueológico que pudiera indicarnos la presencia de caseríos dispersos prehispánicos fue reportado en un salvamento arqueológico en el año de 2006. Encontraron fragmentos de cerámica típica de los mexicas denominada Rojo Texcoco, o Azteca IV, del mismo tipo al que se había localizado en los otros asentamientos señalados. Claro que esto no muestra que existiera un asentamiento prehispánico.

Lo que los arqueólogos informaron en un artículo era que aparentemente el valle de Querétaro fue ocupado por caseríos dispersos por los cerros y junto a sus tierras de cultivo, por grupos que hoy conocemos como chichimecas, incluidos los otomíes, purépechas, los grupos norteños, etc. Se interpreta que estos asentamientos son parte de una estrategia militar de la Triple Alianza para resguardar los puntos fronterizos y de avanzada del imperio”, según Somohano.[4]

Sigüenza y Góngora dedica varios párrafos a esta cuestión cuando sostiene que “La ciudad de Querétaro, dignamente merecedora de la primera plana, y esto aún antes del año de 1446, en que el Emperador Moctezuma Ilhuicamina, primero de este nombre, juntamente con las provincias de Xilotepec y Hueychiapan, lo redujo a la devoción mexicana fortaleciéndolo como frontera y término de su imperio, con militares guarniciones de sus acolhuas, contra los insultos de los michuacanes y chichimecas, pero su descripción, que bosquejaré entre sombras será la más proporcionada recomendación de su grandeza”.[5]

Sigue el mismo autor Sigüenza y Góngora: “Querétaro, pues, antigua población de los othomites robustos, en distancia de casi 30 leguas demora al noroeste de la gran metrópoli de México. Es moderadamente caliente y seco y accidentalmente se desvanece esta última calidad con la mucha copia de agua que humedece y refresca el asiento y contornos de la ciudad. Jamás en aquel sitio tembló la tierra ni se estremecieron los montes. Es el asiento del antiguo pueblo y nueva ciudad de Querétaro, el remate ínfimo de una pequeña ladera, que elevándose hacia la parte Oriental corre de Norte a Sur, abrigándose por ésta el pequeño vallete, que allí se forma con el cerrillo Cimatario y por la otra con los de Patehe, en que está la célebre Cañada, cuyas admirables delicias idean las que celebra Tesalia con las voces que se conservan en el eco de las historias, en lo que hay de montes en el contorno sobran cuantas maderas puede solicitar la conveniencia o para los menesteres continuos o para la manufactura de los adornos domésticos o para el abrigo y duración de las fábricas, como también canteras de suave y hermosa piedra rosada y de liviano tezontle que iguala al mexicano en la ligereza y color además de abundante cal.” [6]

Guadalupe Zárate, Armas Bris y Oliva Solís sostienen que “En el periodo inmediato anterior a la conquista, el territorio de los valles tuvo una historia conflictiva, compleja y muy dinámica dada su ubicación como frontera centro norte de Mesoamérica. Zona de confluencia entre grupos étnicos con diferentes formas de vida, era también una zona en disputa entre los dos grandes poderes políticos: mexicas y tarascos. Bajo el dominio de la Triple Alianza, la región sirvió como “amortiguador” a los embates tanto de chichimecas como de tarascos. Para controlar la zona, los mexicas enviaron colonias de otomíes a resguardar las fronteras”.[7]

La declaración de un tal Pedro, relatando hechos de cuatro décadas antes, aproximadamente por 1496, quien dijo que había estado en la provincia de Xilotepeque y sus sujetos porque había ido a contar a los maceguales de Xilotepeque y sus sujetos lo que tendría que ver con la cantidad de tributos a pagar. Pero dice que fue porque los de la provincia de Xilotepeque habían acudido con el señor Auizoci, Ahuitzotl, señor de los mexicas, porque los de Michoacán los maltrataban y les tomaban sus pueblos sujetos y a los maceguales. Pedían la intervención de los tenochcas para que ya no entraran y les hicieran la guerra. El mismo testigo dice que regresó a esas tierras tres años después para llevar a las provincias de Xilotepeque y sus sujetos un envío que mandó Auizoci, de “muchas cargas de mantenimientos, e plumajes e cotaras para dar a los señores de las provincias de Xilotepeque e su sujeto.” [8]

Los chichimecas entregaban como tributo pieles de venado, que ellos mismo cazaban, por lo que pudiera haber sido un buen lugar para la caza de algunos animales. Pudiendo relacionarse esto con lo declarado por otro testigo, Gonzalo, principal de Tlatelolco, quien para esas mismas fechas dijo que había ido a cazar con muchos otros indios de Tlatelolco y llegaron hasta las estancias de Tlachco-Querétaro y Cincoque-Apapátaro.[9]

En la mayor parte de las descripciones que relatan la fundación de Querétaro, se identifica a los chichimecas como habitantes primitivos de la zona y a los otomíes aculturados como participantes en su proceso de colonización. Puede señalarse como antecedente que los grupos de origen náhuatl, principalmente los mexicas en el siglo XV, utilizaron después de conquistados (los territorios de la región queretana), los asentamientos otomíes, mediante una franja de establecimientos agrícolas-sedentarios, como protección de sus fronteras al norte y noroeste en contra de los teochichimecas.[10]

“Tal vez hacia el siglo XII, hubo una contracción del límite norte de las culturas mesoamericanas hacia el sur y la zona de Querétaro quedó en manos de los chichimecas hasta el siglo XVI. Es dudoso que la zona de Querétaro haya caído bajo la dominación mexica, a pesar de las afirmaciones de varios historiadores” narra David Wright.[11]

Esta región queretana fue confluente de grupos chichimecas, purépechas, otomíes y mexicas, y había sido ocupada y dominada hasta los inicios del siglo xv por los toltecas, quienes habían dejado su huella cultural en las construcciones, en la cerámica, además de las esculturas de piedra conocidas como chacmooles, según se ha comprobado por las investigaciones arqueológicas efectuadas en El Pueblito y La Cañada.

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Last modified: 23 septiembre, 2021
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