¿Cómo he vivido la pandemia por Covid-19? Hay muchas respuestas para esa pregunta. ¿Qué veo en ella? Vaya, hay todavía más respuestas para ello. Vivimos en tiempos inusuales, en tiempos indecentes, en tiempos preocupantes y sobre todo en tiempos peligrosos.Todo esto por muchos motivos. Parece un cuento en un libro, uno malo, por cierto, en el que el prólogo habló de China y en el que apenas vamos en el capítulo dos o tres.
Esta pandemia nos ha alterado la vida en muchos aspectos y hay que superar esos cambios por más tediosos o lastimosos que sean. A mí también me ha transformado de cierta manera la naturaleza de mi trabajo, que adoro con todas las letras, aunque de eso hablaré más adelante. Hoy tenemos un panorama diferente, uno que nos está poniendo a prueba y que está marcando la historia de nuestro país de manera vertiginosa, aunque quizá no sea tan fácil verlo.
La novela del nuevo coronavirus comenzaba y parecía lejana allá en China, literalmente al otro lado el mundo, pero cada día, cual ola que se acerca a la orilla de la playa a medida que se desvanecen las horas,avanzaba y avanzaba hasta llegar a nuestro territorio. Primero Corea del Sur, luego Irán, más tarde Italia, España y Reino Unido, luego Brasil, Estados Unidos, y finalmente nosotros. Bien decía Porfirio Díaz, “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Pues sí, mi general, eso también nos dio en la torre, aunque hoy en día podría decirse: tan lejos de la tecnología y tan cerca del populismo.
Cuando el virus llegó a México hubo muchos memes de quien lo trajo, pero no hay que culpar a nadie, ineludiblemente iba a llegar y toca lidiar con el virus. Recuerdo que muchos tuvimos confusión y dudas de cómo las autoridades iban a hacerlo, pues se notaba una parsimonia ampliamente acordada, como sucedió en decenas de países alrededor del mundo. Aquí podemos rememorar al poeta Dante Alighieri parafraseando una idea de su Divina comedia que dice: los lugares más profundos del infierno están destinados para personas que no hacen nada en tiempos de crisis social. Si el toscano viviera hoy, ¿cuántas palmadas nos daría en la espalda?
Ahora estamos en un periodo cada vez más prolongado de confinamiento en el que cada día, como disco de vinil, nos repiten las medidas sanitarias en las noticias, en las redes sociales, en las conferencias mañaneras y en los informes vespertinos. Pero justamente eso me ha hecho meditar acerca del país con mayor profundidad. Es un hecho que esta crisis cada quien la ve y vive diferente, lo que me ha invitado a pensar y reflexionar en la fragilidad de nuestra sociedad. En general, pero sobre todo en este escenario, lo primero que me duele es la pobreza. Me duele saber que si bien muchos hemos tenido la fortuna de poder quedarnos en casa, otras personas tienen que salir a “ganarse el día”, y esa salida forzada y con las mejores intenciones puede poner en riesgo a familias y, claro, al personal médico. Podremos, con suerte, seguir siendo la decimoquinta economía mundial, superando a países como Arabia Saudí y Países Bajos, pero eso no borra el hecho de que vivamos en una sociedad sumamente desigual, y este periodo de contingencia ha evidenciado aún más esa brecha entre los que tienen y los que no. Algo que debe arreglarse con una estrategia menos populista y más eficiente.
Pero como dije al inicio, este confinamiento nos ha modificado nuestras actividades. En mi caso, salvo cuando hay que salir por despensa, he estado todo tiempo en casa y en lo personal me ha brindado un poco más de tiempo libre. Esto se unió con las “vacaciones que no son vacaciones”, según López-Gatell, y pude hacer varias cosas que no había podido realizar hace tiempo, como leer obras fuera de la academia, reanudar mi aprendizaje de alemán, terminar un paper que tenía atorado desde hace meses e incluso armar un rompecabezas, actividades que me han relajado, me han dado mucha alegría y se han mezclado con el trabajo de una forma más enriquecedora.
La pandemia nos ha cambiado nuestras prácticas sociales, nuestro contacto con el exterior y nuestras actividades laborales. Yo trabajo como columnista en algunos medios y como profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro y me encanta mi trabajo, para mí es fantástico escuchar las ideas de los estudiantes y generar diálogo y debate.
De lo primero realmente no ha cambiado la forma de hacer las cosas, pero de lo segundo sí. Las clases virtuales han sido la estrategia para continuar con los cursos lo más normal posible, es lo que más se apega a la labor de las clases presenciales, pero tiene sus debilidades que van desde lo técnico, hasta lo referente al proceso de transferencia que se obtiene de mejor manera en una clase “en vivo”. Lo cierto es que esta estrategia fue un “bomberazo”, y aquí habría que explorar nuevas formas de continuar los cursos para que en un futuro haya opciones mejores y más adecuadas. Pero la respuesta ha sido buena por parte de la comunidad estudiantil y eso ha permitido continuar con los cursos, en mi caso, a través de clases virtuales, como lo mencioné, pero también por grabaciones de audio, resolución de dudas por correo electrónico y hasta grupos de WhatsApp. Son variadas los conductos, pero entre más haya, mejor. No son momentos fáciles y, como lo comenté arriba, cada uno lo vive diferente.
Y al final de cuentas, yo pienso que hay que sacarle provecho a esta pandemia, y no quiero ser irónico con esto, sino invitar a identificar los males que tenemos en sociedad. Hay muchas personas que no creen en la enfermedad ni en el virus, quizá por desconocimiento o por desconfianza en el gobierno, pero de igual manera el conocimiento puede justamente disipar las dudas y evaluar si lo que dicen las autoridades es cierto o no. Otra falla es la solidaridad. Bien decía Emile Durkheim, una de las relaciones que debe existir para que una sociedad funcione es la solidaridad, pero, ¿dónde ha estado en estos días llenos de pesadumbre? Aquí cerca de su casa, no diario, pero de manera frecuente escuché fiestas en los alrededores sobre todo en el espejismo de vacaciones que tuvimos hace unos días. Son decisiones que pueden afectar a muchas personas, particularmente al personal médico que, lleno de incertidumbre, a veces sin la protección o las herramientas necesarias y teniendo familia, no discriminan en su servicio y atención.
¿Nos hemos puesto a pensar en eso cuando decidimos salir innecesariamente en esta pandemia? Hay que reflexionar que lo que uno haga o deje de hacer va a beneficiar o perjudicar al otro; esa es la solidaridad que debemos tener y que debe quedarse para bien como enseñanza entre nosotros a partir de esta pandemia por Covid-19.