Tac tic, tac tic, tic tac tic.
Las siete de la mañana. Mateo se despierta como siempre. Con los pies y las manos heladas. “Mami, si a Saturno le dicen el Señor de los Anillos, ¿cómo le dicen a Urano?” Tiene días obsesionado con el sistema solar. A sus cinco años ya se sabe los nombres de todos los planetas, en inglés y en español. Pero son las siete de la mañana y a mí, la verdad, no se me ocurre de qué otra manera se le puede llamar a Urano.
Tengo que despertar, tic tac tic. Me cambio la pijama por ropa de ejercicio. Pongo un video de DanceFit, una rutina corta, nomás por no dejar, para que al terminar la cuarentena no se diga que “no me faltó tiempo sino disciplina”. Después comienza la carrera de hacer el desayuno y dárselo a mi hijo para que terminando se vaya a la escuela…o sea a un rinconcito de la sala en donde hemos puesto su mesa de trabajo y su silla, a modo de salón de clases improvisado.
“Mami, ¿los meteoritos pueden caer en Querétaro?” “Mamá, si viene un tornado ¿se puede llevar nuestra casa?»» Mamá, soñé que llovía mucho y nuestra calle se inundaba”. Este niño está muy influenciado de los tiempos apocalípticos, me digo a mí misma.
Se acerca su cumpleaños y para estar ad hoc, ya nos dijo que el tema del festejo será, ¿por qué no?, el “coronavirus”. Para él la “cuarentena” comenzó el 12 de marzo. Ese día fue el último que fue a la escuela. Primero por el Consejo Técnico, luego la conmemoración del aniversario del Natalicio de Benito Juárez y después, la contingencia sanitaria. Desde entonces ha estado recluido en la casa.
Todas las noches reza: “Jesús… cuida a mi mamá, a mi papá, a mi abuelita y a los que están lejos de mí. Por favor, que el coronavirus se vaya a Mercurio (¿verdad Mami que allá el calor del Sol acabará con el virus? ) y que ya no se enferme nadie y que podamos salir”. Simplemente me mata.
Me he percatado de que es común que durante esta cuarentena (que ya va para sextena) la gente que se queda en su casa siente que todos los días son iguales; incluso, algunos se quedan fijos en los jueves o en los viernes. En mi caso particular, creo que todos los días son sábados; porque no es un día hábil pero tampoco se siente descanso como en los domingos.
Para llenar los días de Mateo hemos hecho de todo: armado rompecabezas de 100 piezas; germinado semillas de frijol y lenteja; inflado una mini alberca para que tome el sol; jugado memoria como cien mil veces ( por cierto, siempre gana); construido un sistema solar con esferas de unicel; horneado galletas; hecho yoga y zumba “kids” (¡gracias YouTube!); ordenado y desordenado su pequeña biblioteca infantil; jugado damas chinas; diseñado unas manualidades que pondrían a mi idola «Cositas» verde de envidia; construido ciudades y edificios con bloques; y hasta concursado en las olimpiadas de derribo de botella de detergente…
Apuro los pasos: cumbia merengue chachachá y chan chan chan. Apago el video y corro a la cocina. Tic tac tic, tic tac tic. ¿Está bien ese reloj? Fruta, desayuno, huevo con jamón…En el wats, las mamás del grupo escolar comienzan a enloquecer. Preguntan si ya entramos a la sesión, si la contraseña es la correcta, si hoy toca clase de deportes o de música, y cuál es el libro que necesitarán los niños, porque juran que ese, precisamente ese, es el que no les entregaron en la escuela.
Mateo se está haciendo experto en manejar mi laptop. Sabe entrar a las sesiones, domina como un maestro el mouse y sale como si nada del programa al finalizar sus clases virtuales. Se frustra porque las maestras no le dan la palabra, a pesar de que levanta la mano y enseña a la pantalla el ejercicio terminado. Yo le sonrío para que esté tranquilo y le digo que ya le preguntarán mañana, que no se preocupe.
Tic tac tic, las ocho de la noche, y antes de ir a la cama, aún tiene pila para ganarme en dos juegos de memoria, brincar en el colchón, intentar darse de maromas y reir a carcajadas con sus caricaturas. Estos últimos días le ha dado por “acampar” en su recámara y duerme casi toda la noche sobre una colchoneta en el suelo. Por fin le llega el sueño, no sin que le cante sobre la luna y el rey que duerme a su bebé.
Me acuesto a dormir. El reloj se reinicia y todo vuelve a comenzar otra vez, tac tic tac tic.