Autoría de 9:50 pm #Opinión, Braulio Cabrera - El sonido de la H • One Comment

Las guerras por Afganistán (III y última) – Braulio Cabrera

Ayer, 7 de octubre de 2021, fue el 20° aniversario de la ocupación militar en Afganistán; oficialmente llamado “Emirato Islámico de Afganistán”, hoy. Las dos décadas de control de la Coalición Internacional -liderada por EE. UU.- dieron un giro sobre su propio eje: el grupo fundamentalista conocido como el Talibán, expulsado del poder en 2001, ha vuelto a controlar el gobierno desde el 15 de agosto, cuando las tropas nacionales capitularon.

Tras la evacuación final de más de 120,000 estadounidenses, afganos y ciudadanos de otros países, debe hacerse un recuento de daños: ¿Quién ganó la guerra? ¿Estados Unidos? ¿el pueblo afgano? ¿las empresas? ¿los soldados muertos? ¿el desarrollo y el progreso? ¿la paz?

Dos semanas después de la rendición de las fuerzas afganas, el Mayor Chris Donahue, encargado de la selección, entrenamiento y coordinación de los cuerposde evacuación, fue fotografiado a punto de abordar un avión, siendo el último soldado estadounidense en abandonar el país.La presencia de Donahue, 17 veces desplegado en los peores escenarios bélicos de las últimas tres décadas, retrata un aspecto de los EE. UU. que pocas veces se observa: la estrategia en la huida.

Al mismo tiempo, los soldados del ejército afgano deponían las armas y regresaban a guardar sus uniformes en bolsas de plástico, temiendo represalias. Mientras el ex presidente Ashraf Ghani se asilaba en el extranjero, las tropas no podían evitar sentirse decepcionadas, vendidas, pero conscientes de que nadie había ganado luchando.

Un mes después, a finales de septiembre, el teniente coronel del Cuerpo de Marines de EE. UU. Stuart Scheller, publicó un vídeo viral criticando a los líderes militares y políticos norteamericanos por la retirada y los fracasos en Afganistán. Dos días más tarde, fue detenido y actualmente se encuentra en prisión.

Como enfaticé en las dos entregas anteriores de esta columna, la mayor parte de los objetivos de este conflicto quedaron sin cumplir. En dos décadas de guerra, no se logró estabilizar la economía del país, ni su sociedad, mucho menos crear un ejército nacional capaz de afrontar un escenario de ese calibre.

Dicho esto, no es extraño que, tras la invasión de 2001, la falta de interés por volver a consolidar los lazos comunitarios en el país fue la oportunidad perfecta para el surgimiento de cacicazgos, líderes étnicos y organizaciones de todo tipo; mismas que comenzaron a generar pérdidas a los empresarios locales, quienes desde hace años apoyan el proyecto de mando único que presenta el Talibán.

Por si eso fuera poco, muchos de los combatientes antitalibanes (en ese entonces, aliados de la Coalición Internacional) quedaron en puestos de poder y no dudaron en emprender vendettas personales, incluso inspiradas en antiguas rencillas étnicas. Los ataques a pequeñas villas, en que los drones y misiles “fallaban” muchas veces daban en el blanco, sólo que se apuntaba por debajo de la mesa.

Fue de ese modo, bajo el gobierno occidental del caos, que miles de afganos comenzaron a buscar protección en la única opción patriótica, islámica, no occidental: el Talibán. Aunque reneguemos desde nuestros sillones, su legitimidad democrática es difícil de cuestionar al ver el número de hombres, mujeres y niños que apoyan este movimiento.

Por supuesto, que en esta reconfiguración política hay un sector que ha llevado las de perder: las mujeres -principalmente de las urbes- quienes durante 20 años gozaron de derechos humanos y libertades básicas. Ahora, con el advenimiento de un fundamentalismo aún más recalcitrante por el rechazo a las ideologías occidentales, no les queda más opción que manifestarse ante un gobierno de hombres, arriesgando sus vidas.

Hoy, el país se encuentra bajo el liderazgo religioso, político y militar de Maulaui Hibatullah Akhundzada, también llamado emir al muminin. A su lado, los principales lugartenientes sonAbdulghaniBaradar,SirajuddinHaqqani y el mulá Mohamed Yaqoob. Cada uno de ellos son fuertes figuras dentro de la organización y frente al pueblo de Afganistán; algunos, como Haqqani, vinculados con células terroristas y otros, herederos de la autoridad religiosa, tal es el caso de Yaqoob, quien es hijo del fundador de los talibanes y primer emir, el mulá Omar.

La corrupción durante las presidencias pro occidentales permeó también los negocios, generando prácticas de enriquecimiento ilícito y malversación de fondos para ayuda humanitaria, principalmente. A este difícil escenario de despegue para el Emirato Islámico, se le suman una nueva crisis económica y sanitaria.

En los últimos años, con un país arrasado, la economía ha decrecido y la inflación ha aumentado, llevando al 74% de la población a una situación de pobreza. Por si fuera poco, la pandemia ha azotado a una infraestructura de salud casi inexistente y las recientes sequías han disminuido la producción de alimentos, encareciéndolos; siendo que hoy, sólo el 5% de los hogares Afganistán pueden costear comida diariamente.

Ni siquiera los talibanes, habiendo recuperado el control, parecieran muy victoriosos. No es que los billones de dólares invertidos hayan dejado un país en mejores condiciones; en ese saco roto, los bolsillos que se llenaron fueron otros.

Por cada soldado estadounidense desplegado en Afganistán, había dos empleados subcontratados por el gobierno a empresas privadas, algunas estadounidenses, también afganas. Los contratistas, realizaban desde tareas de mantenimiento hasta operación de equipos sofisticados, reduciendo la cantidad de activos en servicio y convirtiendo la guerra en un negocio redondo, que no tiene por qué rendirle cuentas a nadie. Por ello, esta dinámica se daba de tres formas: por usura, al inflar los precios; por corrupción, al desviar parte de los recursos; y mediante presupuesto fantasma, donde simplemente desaparecían grandes cantidades de dinero.

Posiblemente me equivoque, pero la retirada -como toda la guerra- obedeció a lo redituable de las ganancias, ya fueran económicas o políticas. De la misma manera en que millones de usuarios de redes sociales dejaron de compartir sus opiniones al respecto cuando dejó de ser trendingtopic, así fue como todxs abandonamos Afganistán.

Es por eso que sería bueno cuestionar antes de nombrar a un enemigo, quiénes lo componen y sobre qué se sustenta. El cuento de los héroes y los villanos ha construido una falsa idea, y ha llevado a millones a la muerte pensando que ellos eran los buenos, cuando sólo los bandidos ganan en las guerras.

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Last modified: 8 octubre, 2021
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