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Josué Quino: “Tengo más años de vivir con VIH, que sin él”

ENTREVISTA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX

FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX

Decían que cuando yo nací, en vez de llorar, tosí.

Y que mi mamá, en lugar de darme leche en biberón,

me daba jarabe para la tos”.

Fragmento de “Lo positivo de ser positivo”

de Josué Quino.

Activista social, formado en el teatro, ansioso por recibir y dar abrazos, Josué Quino abre la puerta de su casa, donde lo mismo planea sus siguientes obras, que se refugia de la pandemia por Covid-19. Afirma que esta es la segunda pandemia que vive. La primera fue a mediados de los 80, cuando recibió su diagnóstico como persona con VIH y decían que te morías a los cinco años, pero él cumple 35 años de vivir con esta enfermedad y de construir, a través del teatro, una red de apoyo, de información y de calidez para Querétaro.

Entre los 80 y los 90 el virus se llevó a más de 200 de sus amigos. “Fue impresionante cómo amigos gays se morían en la Ciudad de México, mi pareja y yo ya no queríamos contestar el teléfono, porque todo era: se murió tal, falleció tal, ya se fue tal. Cuando me dijeron que no morías a los 5 años sino a los 10, lo creí y me preparé para eso”.

Le tocaron los cocteles de 27 pastillas diarias, vio cómo sus amigos con el virus adquirían un color cobre y desaparecían los músculos, “quedaban con la piel sobre los huesos, a muchísimos les dio sarcoma de Kaposi, las manchas moradas; a otros, algodoncillo y cuando se atendieron era demasiado tarde, sin poder tragar saliva, ni medicamentos, otros muchos fallecieron por tuberculosis”.

En 1986, cuando recibió el diagnóstico positivo, pasó por un periodo de resignación y se inyectó 120 dosis de penicilina por consejo de su médico para evitar la tuberculosis. Se inyectaba solo, como le enseñó su mamá en Veracruz y valió la pena, “porque tuberculosis nunca me dio, a pesar de que siempre fui enfermizo y la tos, desde niño, nunca se me quitó”.

“Tengo ya más años de vivir con VIH que sin él. No recuerdo con claridad, porque fue toda mi infancia, mi adolescencia, el inicio de mi juventud. Me infecté a los 27 años, hoy conozco chavitos que se han infectado a los 14, 15, 16 años, pero las condiciones, afortunadamente son diferentes, en aquel tiempo te infectabas y no sabías qué hacer, solo sabías que te morías”, recuerda Quino.

A pesar de las malas expectativas, sobrevivió a cuatro médicos que lo atendieron, uno de ellos, Ángel Guerra, a quien le entregaron un reconocimiento por su atención a favor de las personas con VIH.

Los sobrevivientes, los médicos “lejistas” y el país bisexual

Josué forma parte del grupo de tres sobrevivientes que acudían al hospital La Raza en la Ciudad de México y a los que durante once años les tomaron muestras de saliva para un estudio. Al finalizar éste, los médicos concluyeron que el VIH no se transmitía por saliva.

“A ese grupo nos llamaron Los sobrevivientes, porque éramos más de 100, luego 80 y tantos y quedamos once. De esos once, la última vez que vi a la doctora encargada de esto, sólo quedamos tres: mi expareja, otro chavo y yo. Sí te sigues muriendo, pero ya no por VIH, no por Sida, te mueres por otro tipo de infecciones. Un amigo decía que prefería morir por un ataque de corazón y murió de un infarto, otro amigo decía que podía morir de lo que fuera, pero no por Sida y lo atropellaron”.

Para todos era importante no verse enfermos, porque la reacción de las personas era alejarse, agredirlos o sentir lástima.  Cuando empezó a montar obras de teatro en 1992, en espacios de más de 800 personas, siempre terminaba con la plática de un médico y la pregunta “¿cuántas personas conoces que viven con VIH?” De 800 asistentes, tal vez 10 levantaban la mano. Conforme pasó el tiempo y ya con la asociación Teatro y Sida, en auditorios de más de 200 personas, sólo diez no levantaban la mano, se fue multiplicando”.

En aquella época, continúa, se pensaba que el VIH era un problema de putos, putas y drogadictos. Los médicos eran “lejistas, porque te atendían de lejos, no se te acercaban, no te querían tocar, te veían y te recetaban. Yo no tomaba agua, no quería ir al baño en el trabajo, porque tenía miedo de contagiar a los demás”.

Un amigo le contó que su abuela le dijo que era bueno que Dios mandara ese castigo para acabar con todos esos desviados. Ella amaba a su nieto, pero le pesaba más lo que le decían en su iglesia.

Por eso, muchos amigos decidieron morir sin decirle a sus familias que estaban enfermos. Hoy la gente ya sabe que la saliva y los abrazos no transmiten el VIH o que una mujer con VIH puede no trasmitir el virus a su bebé si recibe tratamiento en el embarazo.

Cuando las mujeres empezaron a contagiarse y no eran trabajadoras sexuales ni drogadictas, se pensó que sus esposos andaban con trabajadoras sexuales, pero se destapó otra realidad: México es un país bisexual. “Lo que decimos es: soy tan hombre, que me cojo a otro hombre y sigo siendo macho, el puto es él y eso no ha cambiado”.

A partir de su propio trabajo con población abierta, entendió algo más. Las mamás no tienen problemas con que sus hijos sean gays, sino miedo de que los demás los rechacen, que los maten por ese odio, que se contagien y desarrollen Sida, que se burlen de ellos o que se vistan de mujeres. El miedo a que otros los lastimen.

“Comencé mi doble vida.

 De lunes a viernes, de 8 a 16 horas,

trabajaba en mi oficina.

De 19 a 21 horas, era el director de teatro

que todo México esperaba.

Los fines de semana me convertía en el más fervoroso

creyente de todas las formas de curación

mágicas y alternativas”.

La búsqueda de la solución mágica

A los nueve años de su diagnóstico, Josué tenía que iniciar su tratamiento, pero las pastillas lo hacían sentir enfermo. 27 pastillas diarias que debía tomar con dos litros de agua. “Al principio entendí mal y tomé dos litros de agua con cada toma, durante algunos días tomé seis litros de agua por día hasta que me escurría el agua hasta por la nariz”.

El niño Josué con su mamá, en la década de los 60

Aceptó la medicación sin muchos ánimos y también ir a terapia, pero con su pareja probó varias alternativas de curación: piedras calientes en los genitales, piedras de colores en la cabeza y en los ojos, péndulos, agujas desde la cabeza hasta los pies, electropuntura, lavativas, infusiones, sangrías y hasta el agua de Tlacote. Lo único que no hizo fue la uroterapia, porque el amigo que la hacía, falleció.

El tratamiento médico tampoco era fácil. Había una cápsula de 5 centímetros de largo y 2 centímetros de ancho que debía tomarse íntegra con mucha agua. Los cocteles de pastillas incluían fórmulas para calmar el ardor del estómago, algunos perdieron sus dientes. Josué también es un sobreviviente del uso del AZT, un medicamento antirretroviral que retardaba la progresión de la enfermedad, pero dañaba el hígado.

Josué, de suéter rojo, en Radio Educación, en los años 90

Ahora toma 11 pastillas por día, siete de ellas antirretrovirales, cuatro de profilaxis, entre ellos, omeprazol. Sin embargo, hoy también hay otro problema, como el uso engañoso de la Profilaxis Preexposición (PrEP), medicamento aprobado como prevención contra el VIH para ser utilizado por personas sin el virus, pero que corren el riesgo de infección, a través de relaciones sexuales o drogas inyectables. Es común que en las aplicaciones de ligue la gente, en México, coloque en su perfil “negativo, tomo PrEP”, aunque en realidad no lo estén tomando.

Benjamín Delgado, quien se integró a Teatro y SIDA hace 20 años, señala que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se fijó la meta 90-90-90 para dar acceso a los servicios de salud y atención médica con el fin de acabar con la epidemia del Sida para 2030.

Benjamín Delgado y Josue Quino

La PrEP se presentó entonces como una opción para detener el VIH, medicamento que para más eficacia y protección debe tomarse a diario. “Todas las naciones ricas le entraron y la invirtieron a la detección y a la PrEP. Los gays aspiracionistas de México empiezan, entonces, a ver en las aplicaciones de ligue, que los europeos y estadounidenses que llegan a Vallarta o a Cancún escriben en su perfil que usan cotidianamente la PrEP, así que en nuestro país toman este discurso y lo repiten en la Ciudad de México, en Puebla, en Querétaro, sin que en todos los casos sea cierto que lo estén utilizando, pues en México la PrEP se ha implementado a pasitos, igual que la meta 90-90-90”.

Cuando México entró al Grupo G-20, para conseguir más recursos, eso lo obligaba a dar dinero a los países más pobres, así que se truncó el proyecto. Sin embargo, se consolidaron organizaciones que hacían pruebas rápidas, aunque desde 2019, disminuyeron los recursos a las organizaciones para apoyar esa labor, así que se desmantelaron las acciones para ubicar a personas con VIH/Sida y las detecciones disminuyeron en 60 por ciento desde ese momento.

Las orgías y las drogas de Querétaro

Josué y Benjamín advierten riesgos en la falta de información y actuación de las autoridades en todo el país frente a las conductas de riesgo de la población. Ambos saben que, en Querétaro, igual que en otros estados, se acostumbra “slamearse”, una práctica con drogas que abre el apetito sexual y da sensaciones más intensas, pero también facilita la adicción y las conductas de riesgo.

“Hoy nuestros jóvenes llegan a los hospitales no con VIH, sino con Sida, porque no se hicieron las pruebas. Los jóvenes siguieron teniendo relaciones sexuales, incluso con o sin pandemia, la gente ha seguido contagiando porque no saben que viven con VIH y cuando llegan, ya pasaron tres años de que se infectaron”, detalla Benjamín.

Eso es porque los funcionarios no tienen el pulso de la calle. “Difícilmente los van a invitar a las orgías”. Las estadísticas también son engañosas: muchas personas acuden a hacerse pruebas de detección a otras ciudades para que no los vean en Querétaro.

Las orgías en esta ciudad, dicen, no son una leyenda urbana. En esos afters hay drogas y tachas, como el éxtasis y los “papelitos y los ajos”, que alteran los sentidos. También hay espacios habilitados para ver películas porno, donde piden ingresar sin ropa con instalaciones adaptadas para tener orgías y a todas las personas les cobran cierta cantidad, a veces desde 50 pesos hasta los mil, según los servicios que se ofrecen. En algunos no le cobran a quien vive con VIH para jugar a ver “quién consigue el premio y se contagia”.

Estas prácticas no son exclusivas de los homosexuales. También las personas heterosexuales tienen sus propias fiestas y forman parte del turismo sexual. “Si tú vives en Celaya y vas a un lugar así y vas tres veces pues ya te encuentras a la misma gente, entonces mejor vienes a Querétaro y luego a la Ciudad de México y así sigue el turismo sexual o te vas en diciembre a Cancún o a Zipolite”.

“Decidí prepararme para morir.

Comencé a cerrar círculos.

Fui a Veracruz a pedir y otorgar perdones,

a dar abrazos y despedirme de toda mi familia.

Le dije al señor que estaba listo para partir,

pero que no me quería ir sin haber cooperado

de alguna manera para evitar que los jóvenes se infectaran

 y recordé que lo único que yo sabía hacer, era teatro”.

El teatro como proyecto de vida frente al VIH

La mirada de Josué se vuelve profunda cuando recuerda las épocas más difíciles. Conseguir los medicamentos, retenerlos en el estómago cuando lo único que quieres es vomitar, brindar ayuda a los compañeros sin empleo sólo para enterarse de que no podían tomar el tratamiento porque debía acompañarse de los alimentos y no tenían qué comer.

Retiene las lágrimas, pero su relato no se detiene. Así como él, muchos amigos tuvieron que recorrer un largo camino y la posibilidad de morir siempre estuvo presente. Cuatro médicos que lo atendieron se quedaron en el camino, pero desde hace 25 años nació la asociación civil Teatro y Sida, que fue resultado de su renacimiento tras aceptar su enfermedad y que tiene cabida en su propia casa.

A través de Teatro y Sida acerca la información y la prevención a los más jóvenes, pero también a sus padres, lo mismo a través de sus columnas en lalupa.mx, donde destaca el trabajo de otros activistas y se acerca cada vez a más gente.

Con el apoyo de muchas personas, Josué dejó el miedo a medicarse y encontró calma, paz y sosiego. Hoy ve que el temor de los demás disminuye y que hay más apertura a la información, aunque sigue el estigma hacia el VIH, pero eso no modifica su manera de ver las cosas más de tres décadas después de su diagnóstico positivo.

Con Teresa García Gasca, rectora de la UAQ, y Roxana Ávalos, ombudsperson del estado de Querétaro

“Yo soy un sobreviviente. Yo tomé el primer coctel que hubo y soy un sobreviviente, yo tomé el AZT y soy un sobreviviente, pero se lo debo a mis amigos, a mi familia y a este trabajo que hay que seguir haciendo, porque la gente no termina de entender que, si haces esto por mí, en realidad lo estás haciendo por ti, por tu sobrino, por tu hijo, por tu hermano, por tu tío. Hoy soy muy feliz y agradecido, a todas las personas que han confiado en mí, que me apoyan, Benjamín que se hizo cargo 18 meses de ir mes con mes por mi medicamento al Seguro Social porque estuve encerrado (por el Covid), hoy soy feliz”, sostiene Josué.

Con Paty López, reportera de lalupa.mx

“Antes de este despertar,

yo no sabía lo que era la vida.

 Ignoraba dónde estaba parado.

He llevado a cabo el plan de VIHda,

que no imaginaba ni en sueños: hacer teatro

con el tema VIH/Sida. 

He conocido lo positivo de ser positivo”.

AQUÍ PUEDES LEER #DIÁLOGOS DE LATÓN Y #BITÁCORA DE VIHDA, LAS COLUMNAS DE JOSUÉ QUINO PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/dialogos-de-laton-josue-quino/

https://lalupa.mx/category/archivos-de-la-lupa/bitacora-de-vihda-josue-quino/

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Last modified: 1 diciembre, 2021
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