“El gobernador está muy molesto por lo que publicamos”, se escuchó decir, al otro lado del teléfono, al Director Editorial del periódico. “¿Por qué sacamos eso?”, cuestionó.
—Pero si lo habíamos platicado; les informe que lo íbamos a publicar”, respondió el responsable de la edición local que el mismo periódico tenía en la entidad.
Pero su interlocutor pareció no escucharlo y siguió. “Es necesario que vengas a México”, dijo. “Mañana mismo te espero por la mañana”, remató.
Así terminó la charla.
Escribir sobre delincuencia
La gran molestia del gobernador la comunicó de inmediato a su amigo, el dueño del periódico, a quien conocía varios años atrás cuando el mandatario se desempeñaba como Senador de la República.
El enojo del gobernante se generó por la publicación, en la edición local, de una nota sobre el aumento de la delincuencia en la entidad, específicamente, de los delitos de robo y de homicidio.
Era la segunda de una serie de textos y reportajes que se había planeado publicar; un día después vendría una nota sobre los tres polígonos de alta incidencia delictiva que la policía federal había ubicado en el estado. Dos de ellas en la capital del mismo.
La dirección editorial nacional de la empresa periodística estaba enterada del plan. Incluso, conocía los adelantos informativos de la serie de trabajos que se contemplaba publicar a lo largo de una semana. Sólo se publicaron dos notas y una réplica del gobierno; nada más. El enojo gubernamental impidió que continuara la serie.
Era el tiempo en el que en la entidad prácticamente estaba prohibido escribir sobre delincuencia y menos aún si se trataba de información que revelara lo que desde entonces era una realidad: el incremento de los índices delictivos y de las acciones violentas.
Lo curioso del momento fue que el PAN, por conducto del entonces presidente de la Comisión de Administración y Procuración de Justicia del congreso local, aseguró en aquel entonces que en Querétaro “pudiera operar” el crimen organizado.
Por su parte, el PRI a través del presidente de la Comisión de Seguridad y Protección Civil, negaba que “esto pudiera estar sucediendo”.
Hoy, a ocho años de distancia de aquellas declaraciones, pareciera ser que los puntos de vista han cambiado radicalmente, hasta llegar a ser opuestos.
¿Quién lo nombró?
Al día siguiente, la reunión del editor local con el Director Editor del gran periódico de México en las oficinas del segundo en la capital del país, fue breve y precisa.
Le comentó algo así como: “El gobernador llamó, muy molesto”. Acto seguido y sin rodeo alguno, comunicó al periodista que se había decidido destituirlo del cargo y despedirlo de la empresa, en la que había trabajado por más de 15 años.
La curiosidad del periodista se mantuvo aun en esta situación. -“¿Quién ocupará el cargo?”, preguntó a su interlocutor.
Entre un mundo de papeles esparcidos por el escritorio pudo encontrar una tarjeta en la que estaba el nombre del sucesor al frente del periódico en la entidad. Lo leyó y preguntó: “¿Lo conoces?”
Todavía con la cara de incredulidad y aún sin salir de la sorpresa, respondió con estupor: “¡claro que lo conozco!”
Le quedaba nítida la idea de que los jerarcas del periódico no habían nombrado al nuevo responsable de la edición local, pues era evidente que este directivo ni siquiera sabía quién era el siguiente empleado del periódico. Parecía como si alguien fuera de la empresa, pero muy cercano a ella, había decidido el relevo.
Colofón
En pleno siglo XXI aún se tejen este tipo de historias, de autoritarismo, de sumisión y de control político del periodismo.
Lo lamentable es que este tipo de hechos siguen sucediendo; sin embargo, me parece que poco a poco (muy lentamente) cada vez son menos.
Las pocas historias de este tipo que aún existen, hay que narrarlas, denunciarlas, hacerlas públicas para que ayudemos a que su frecuencia cada vez sea menor hasta que se extingan.
Lo de hoy es desprestigiar a las y los periodistas usando los recursos del Estado desde la llamada mañanera.
La intromisión del poder en el quehacer periodístico no ha disminuido ni tantito, ha aumentado exponencialmente. En México se sigue atentando contra la libertad de prensa, y se hace diariamente.
El periodismo tradicional siempre estuvo al lado del poder y por ello recibían millones para callar o para justificar, por eso los famosos ” telectuales” e intelectuales del poder. Hoy en día las redes sociales han puesto al descubierto a estos periodistas de Estado. Desde luego con sus contadas excepciones.