Recuerdo la primera vez que me invitaron a un programa de radio para hablar de mi obra. Era el Día de la Poesía, no sabía que existía un día para celebrar la poesía, hasta ese momento. Todo ese día desfilaron poetas por la radiodifusora. ¡Qué fenómeno aquel! En mi turno, me tocó convivir con dos poetas hombres. Minutos antes de entrar, uno de ellos se acercó, saludó y casi en susurro, al oído, preguntó : ¿Oye, y tú escribes poemas de amor?
Yo, que advertí su pregunta como un encasillamiento (¡Claro, las mujeres sólo escriben de amor!) Respondí con un seco “no”.
¿Ah, escribes poemas eróticos?, volvió a preguntar. Ahí ya me indigné. Y no le contesté porque justo abrieron la puerta de la cabina para entrar “al aire”. Los dos poetas se engolosinaron hablando de teoría y citas de un escritor y otro. Yo sólo esperaba mi turno para leer mis poemas, una selección de versos sobre migrantes, huesos y muerte. El tipo que antes me preguntó por los poemas de amor, se quedó con la quijada entreabierta
Ahora, muchos años después de aquel episodio, debo revelar que sí escribo poemas de amor. Y voy a utilizar de escudo los versos del poeta portugués Fernando Pessoa: “También escribí en mi tiempo cartas de amor,/como las demás,/ridículas./Las cartas de amor, si hay amor,/tienen que ser/ridículas”.
Comparto ahora tres poemas que tienen por destinatario a un hombre que llegó a México y después de un año regresó a su país, nunca más volví a ver. Por supuesto, él desconoce la existencia de estos poemas. Es mejor así.
ES INVIERNO EN TU PAÍS
y el jardín se ha llenado de nieve.
Todo lo blanco arde.
Sólo en el centro de un viejo rosal
una flor se mantiene en pie.
Aunque ya no estemos juntos,
aunque en realidad nunca estuvimos juntos,
quiero que sepas que esa rosa soy yo
y a pesar de todo lo blanco, te amo.
SOS MI AMOR
Una camioneta roja avanza delante del taxi elegido, trae en la ventanilla derecha una estampa de Gardel y me suenan en la cabeza los versos de un tango. Viajé de México a Buenos Aires con una foto tuya. No lo sabes, no lo sabrás nunca. En la primera caminata por la ciudad la gente me observa como diciendo en su interior: ¡Ah, una extranjera rota! Los siguientes días de ese viaje los recuerdo por la serie de fotografías que aún conservo. En la pared, cerca del hotel, alguien escribió con aerosol: Sos mi amor. En los postes pegan anuncios para ir a la peluquería e invitan a un taller de poesía. Unos hombres corren por la calle, se detienen en una pared, estiran una cinta adhesiva y sobre ella pegan uno sobre otro, anuncios de un show pornográficos, detrás viene la policía y de un tirón quitan el deseo sexual. El espectáculo del año se llama Amor Porteño. Al girar en una avenida, el aparador de una tienda exhibe zapatos de tango por 780 pesos argentinos. Tu fotografía, en un acto de liberación, de olvido, la dejé en una tienda de antigüedades. No funcionó, siempre te recuerdo.
NO TE ENAMORES
de un hombre que atraviesa tu país
como si tu país fuera de agua.
No te enamores de sus ojos
ni sus manos blancas
ni su lengua extranjera.
No te enamores si te dice:
la verdad es revolucionaria.
Porque no lo es.
No te enamores
de sus brazos
ni de su lengua extranjera
ni de sus largos silencios
porque despertarás un día
en tu país de agua
pensando que no debías enamorarte
pero lo hiciste necia
malpensada
te enamoraste
y cada día que lo recuerdes
celebrarás una fiesta
al interior de tu cuerpo
sin que nadie se entere.