Autoría de 2:05 am #Opinión, Rocío Ruiz - Entre las Sábanas • 3 Comments

Santi descubre sus superpoderes – Rocío Ruiz

                          

“¡No pones atención! ¡Todo lo haces mal! ¿¡Cuándo vas a aprender a hacer las cosas!? ¡Eres un inútil, un cochino, todos tus trabajos están sucios! ¡Mejora tu letra, nada se entiende!”

Todo el salón se quedó en silencio. Desde la segunda fila, donde se encontraba sentado en su pupitre, Santi pudo observar las lágrimas de Paquito resbalar por sus mejillas. Tras el violento regaño, su pequeño amigo se quedó totalmente rígido, su cuerpo parecía una piedra blanca, fría, inmóvil y sin gota de color.

Sin pestañear, todo el salón observaba lo ocurrido. En el salón la tensión se encontraba a tope. Daba la impresión de que nadie podía respirar. El escritorio de la profesora, donde aún estaba Paquito, se hallaba situado sobre una tarima que se levantaba unos 15 centímetros arriba del piso.

Al ver la inmovilidad y las lágrimas de su alumno, la profesora sintió una nueva oleada de ira y trató de desvalorizarlo aún más ante sus compañeros, por lo que aumentó su rabia hacia el niño.

“¡Pareces niña! ¡Sólo las niñas lloran! ¿¡No te da vergüenza llorar frente a todos tus compañeros!?

Santi sintió mucho enojo al oír lo que la profesora le decía a su amigo. El “error” de Paquito había sido equivocarse con esos quebrados que le costaban tanto trabajo, y cuyo resultado había borrado una y otra vez, provocando con la goma un agujero en el cuaderno.

Él y Paquito eran amigos desde el kínder, y ahora ambos ya cursaban el cuarto grado de primaria. Muy unidos, siempre, Santi lo defendía de los compañeros que se burlaban de él o de los maestros abusadores, como la profesora Rutilia.

Una vez en el kínder la maestra castigó injustamente a Paquito. Esa ocasión, Santi la enfrentó diciéndole que no lo regañara, que él no había hecho nada malo, que eran otros compañeros los que habían escondido el lunch de María, otra compañerita del salón. La maestra en ese momento se dio cuenta de su error y le ofreció disculpas a Paquito. Desde entonces, Santi comenzó a defenderlo, pues sabe que su amigo es muy sensible y le duele que lo traten injustamente.

Esta vez, con la profesora Rutilia, se estaba repitiendo la misma historia. Por eso, Santi hizo lo que había hecho antes: tomó mucha fuerza y se paró a consolarlo. De entrada, para calmarlo le susurró al oído: “no te está regañando, sólo tiene la voz muy fuerte, tranquilo”. Y, acto seguido, lo abrazó.

Las palabras y la muestra de solidaridad de Santi hacia Paquito hicieron que la profesora perdiera el control:

“¡Santiago, no tienes por qué apapacharlo, no es niña!”, gritó la enfurecida maestra, quien agregó: “¡Apapáchalo cuando se muera su madre! ¡Pareces mariquita! ¡Los hombres no se abrazan!”

Ante los gritos de Rutilia, Santi se asustó, sintió que las piernas se le doblaban y la garganta se le cerraba, se quedó inmóvil por varios minutos. Mientras tanto, los demás niños estaban confundidos, no sabían cómo actuar. Algunos estaban de acuerdo con los regaños hacia Paquito, pues pensaban que éste nunca hacía nada bien. Otros, sin embargo, estaban asustados y ni siquiera pestañeaban, pues temían que la maestra descargaría su ira sobre ellos. Los menos, sentían pena por Paquito y querían defenderlo, como lo hizo Santi, pero no se atrevían.

Santi recordó, entonces, lo que su tía le dijo un día: los niños y las niñas tienen los mismos sentimientos y emociones. Sin distinción de género, las personas pueden sentirse tristes y llorar, o enojarse, o tener miedo, asustarse, angustiarse. Los sentimientos no son exclusivos de las niñas o de los niños.

La tía también le dijo que cuando sintiera miedo o estuviera asustado que lo reconociera y que lo sintiera, y que sólo así podría moverse y defenderse si se sentía amenazado. “Recurre a una persona confiable inmediatamente”, recordó que ella le hizo énfasis aquel día.

Por ello, una y otra vez Santi se comenzó a decir a sí mismo:

“Siente el miedo, siente el miedo, siente el miedo, siente el miedo…”.

Santi, entonces, pasó por muchos sentimientos, tantos que ni siquiera pudo registrar todos, pero al reconocer el miedo Santi enfrentó a la maestra y le dijo lo que sentía:

“Usted me da mucho miedo, y le da mucho miedo a mis compañeros… usted nos debería de enseñar a reconocer nuestras emociones, no a gritarnos para asustarnos y abusar porque somos niños… Nadie es mejor o peor por llorar… Usted no es una buena maestra, por eso la voy a acusar con la directora para que la sancionen las autoridades”.

Rutilia no esperaba la reacción de su alumno, y se quedó atónita. Aprovechando ese momento, Santi tomó a su compañero del brazo y lo sacó del salón de clases. Ambos fueron a la dirección y Santi narró a la directora lo que había ocurrido.

Asombrada, la directora llamó a la maestra y a todos los alumnos, y uno a uno comenzaron a narrar lo sucedido. La directora levantó un acta contra la maestra, quien fue suspendida.

Todos los compañeros agradecieron a Santi por su valentía y le pusieron de mote SS Súper Santi.

Santi invitó un día a Paquito a platicar con su tía para que le enseñara a descubrir sus emociones, sentirse bien con todas ellas y reconocer que no es malo llorar.

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Last modified: 2 abril, 2022
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