Autoría de 12:53 pm Vox Populi

La crisis de la gobernanza global durante la pandemia de Covid-19 – Ana Sofía Renatto Santiago

Introducción

Tal como el autor Thomas Weiss (2013) menciona, la gobernanza global se define como todas aquellas acciones llevadas a cabo dentro de la arena internacional que buscan crear un sistema que genere normas y políticas que puedan seguirse alrededor del mundo, tanto por Estados de todos los continentes, como por otros actores internacionales importantes. La gobernanza global (GG) tiene, entonces, el fin último de alcanzar la paz y el bien común.

Es importante mantener en mente que el origen práctico de este sistema surge durante la Guerra Fría, cuando el mundo se dividía en un sistema bipolar. El sistema que entonces regía al mundo era liderado por Estados Unidos de América (EUA), en el bloque capitalista, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en la contraparte, es decir, el bloque socialista. Este hecho implicaba muchas dificultades para la proliferación de la paz en sí, y ponía trabas a la cooperación internacional para el desarrollo, pues esta se daba únicamente entre Estados del mismo bloque (Murphy, Craig, 2014). Por fortuna, el deseo de evadir conflictos de gran magnitud, como las Guerras Mundiales ya acontecidas para entonces, y el anhelo de restaurar la armonía, fueron elementos clave para el surgimiento de la gobernanza global.

Al tratarse de un sistema de normas comunes, la gobernanza global podría no siempre extenderse o implementarse de la manera deseada. De hecho, es posible afirmar que esta prolifera únicamente bajo ciertos escenarios con características específicas. Un ejemplo de las crisis que puede tener la gobernanza global fue lo ocurrido en 2020 con la pandemia mundial de Covid-19.

Para la humanidad, el año 2020 jugó un parteaguas en la historia. Mujeres y hombres de todo el planeta se vieron afectados por una situación nunca antes vista durante la contemporaneidad. Una crisis sanitaria azotó al mundo. En Wuhan, una ciudad de la República Popular China, se reportaron múltiples casos de una aguda y atípica neumonía vírica. Al estudiar más atentamente estos casos, especialistas se percataron de que se trataba de una enfermedad ocasionada por un nuevo tipo de coronavirus, mismo que nombrarían SARS-CoV-2. Este virus sería el responsable de la enfermedad que hoy se conoce como Covid-19 (World Health Organization, 2020). Los síntomas del ya nombrado padecimiento eran similares a los de un resfriado común: tos seca, fatiga, fiebre, conjuntivitis, congestión nasal y dolor muscular. El sector más vulnerable de contagiarse por este virus son adultos de la tercera edad, personas que padecen afecciones médicas subyacentes; esto no exentaba al resto de la población de presentar un cuadro grave o inclusive de morir.

La Cámara de Comercio Internacional (CCI) emitió un comunicado en abril de 2020 en el que señaló que la pandemia exigía colaboraciones de tipo científico y transfronterizo, en el sector público y privado, para volver más ágil el flujo de material científico que pudiera significar una solución al nuevo virus causante de tantos decesos en el mundo. Durante el mismo mes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó una declaración pública para apoyar la colaboración en cuanto al desarrollo de una vacuna contra Covid-19; de igual forma, la OMS se dedicó a publicar diversos planes con información actualizada para acelerar el diagnóstico, el tratamiento y las vacunas.

Después de un largo proceso, finalmente, llegó el momento clave para el desarrollo de este ensayo: la distribución internacional de vacunas. Entonces el tiempo fue esencial, pues el alcance de la aviación y la cooperación internacional entre gobiernos nacionales y empresas trasnacionales serían factores decisivos para la estabilidad de la población y la economía global. Lamentablemente, y siendo esta una repercusión directa de la escasez de vuelos intercontinentales, el transporte aéreo de carga se vio afectado. Así, en septiembre de 2020, la OMS, la Alianza para las Vacunas y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) emitieron un comunicado notificando que existían múltiples dificultades en los planes de trabajo previstos para la distribución mundial de vacunas. Las medidas de control sanitario se volvieron otra limitante. Aunado a ello, no debe perderse de vista que las vacunas debían atravesar un proceso largo para cumplir con las prescripciones reglamentarias internacionales, establecidas por la Organización Mundial de Aduanas (OACI), y no afectar, de manera negativa, la calidad de estos productos (OMC, 2020).

Crisis de la gobernanza global

Con esto inicia la crisis de la gobernanza global. Aunque lo expuesto en el párrafo anterior pudo regularse, gracias a que la OACI creó el concepto de corredor de salud pública, con el fin de que se agilizaran los procesos de exportación, esto no bastó. La producción de vacunas se concentraba en países ricos o de primer mundo, y la generación de estas se volvió insuficiente; en un mundo regido por el capitalismo, no es de sorprenderse que pronto se vieran reflejados los intereses económicos que los Estados productores tenían sobre los Estados receptores (OMC, 2020). Las vacunas, además, eran imposibles de administrar si no se disponía de un equipo apropiado de inyección; esta situación afectó gravemente a países de renta media, media-baja y baja. Debido a ello, el acceso a vacunas, que cada vez era una realidad más tangible en países primermundistas, se veía lejano e incluso como un privilegio en aquellos que no tenían tantos recursos económicos.

En marzo del presente año, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un estudio que revela que hay una gran brecha entre países ricos y pobres en cuanto a la distribución de vacunas contra la Covid-19. En países de renta baja, el promedio de la población vacunada con una sola dosis era de tan sólo 3 %, en contraste, más del 60 % de los residentes de países de renta media-alta y alta ya cumplen con el esquema de vacunación que ronda las dos o tres dosis por persona. Esta es una clara prueba de que ha habido preferencias por llevar vacunas a Estados con gran o mayor impacto económico global. Se trata entonces de una situación alarmante, pues aún existen aproximadamente 2,800 millones de personas de todo el mundo que no han recibido la primera dosis de la vacuna (ONU, 2022). El mismo estudio de la PNUD demostró que los países más vulnerables, aun después de dos años de pandemia, son aquellos situados en África subsahariana, como Chad y la República Democrática del Congo, donde menos del 1 % de la población total ha cubierto el esquema necesario de vacunación (ONU, 2022); así mismo, existe una situación similar en Yemen y Haití, donde la cobertura no alcanza ni siquiera el 2 %. De nueva cuenta, esto representa una evidente crisis de multilateralismos y coordinación en términos de cooperación internacional para el desarrollo. Los Estados ricos anteponen sus intereses, y los de las industrias, ante la dignidad humana; esto no es más que un acto de destrucción a la ciudadanía mundial. Se ha demostrado que además el precio de venta de las vacunas es excesivamente alto y desproporcional para gran parte de los países (OXFAM International, 2021). La pandemia no ha hecho más que agrandar las brechas y la disparidad económica que ya existía en la sociedad.

El Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax) es una iniciativa apoyada por la OMS que prometía garantizar el acceso al esquema de vacunación completo para la gente. Su creación contemplaba que habría donativos por parte de las farmacéuticas productoras de vacunas, e inclusive de países primermundistas (Cano, M. 2021), pero esto no sucedió; la falta de solidaridad y cohesión social jugaron en contra del manejo adecuado de esta crisis sanitaria.

En diciembre del año pasado se celebró un seminario impartido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en el cual precisamente se trató el tema de la nula solidaridad internacional por parte de países desarrollados hacia el resto de los Estados. Se hizo hincapié, por parte de los diplomáticos que asistieron, a decretar acuerdos de gobernanza a nivel regional para agilizar el acceso a los servicios de salud en pandemia (CEPAL, 2021).

Otra situación que se volvió preocupante durante la pandemia de Covid-19 fue el incremento de racismo, xenofobia y nacionalismos. No era novedad que a nivel global los inmigrantes fueran asociados con conceptos negativos, como el de la pérdida de empleo para nacionales o el incremento de la delincuencia; se ha construido una connotación negativa alrededor del extranjero no-adinerado, situación que está directamente ligada con la aporofobia, mas no se considera que en muchos países son los inmigrantes quienes representan la base de trabajo precarizada en el capitalismo neoliberal.

Como enuncia la Dra. Emilia Tijoux (2019), en tiempos de crisis, y sobre todo en la pandemia vivida recientemente, es sencillo encontrar un chivo expiatorio dentro de una sociedad que ya a construido una identidad negativa hacia un sujeto o un grupo de personas, en este caso, los inmigrantes chinos residentes de continentes distintos al asiático. A su vez, esta práctica resulta funcional para el gobierno, dado que le permite ajustar estrategias para posicionarse adecuadamente frente a la población cuando sus políticas dejan de ser eficaces o estables. Distintos jefes de Estado han propiciado crímenes de odio racial al hacer uso de comentarios de retórica anti-china. En múltiples naciones esta crisis de gobernanza dio pie a que se impulsaran teorías a favor de la supremacía blanca, de extrema derecha y ultranacionalista. Ejemplo de ello son declaraciones hechas por altos mandatarios de Francia, Alemania, Estados Unidos de América, Grecia e Italia (Human Rights Watch, 2020). En mayo de 2020, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, lanzó un comunicado exigiendo que se frenaran las olas de racismo y xenofobia desatadas por el miedo y la desinformación (Human Rights Watch, 2020).

Conclusiones

Es indudable que la poca equidad en acceso a vacunas vuelve más lento el proceso de acabar con la pandemia de Covid-19, además de entorpecer la recuperación económica de naciones enteras en crisis, e impide que muchos países puedan velar por la integridad de su población, ya que escasea el capital económico mínimo para cubrir todas las necesidades de la gente. A finales de 2021, la OMS decretó el objetivo de vacunar, al menos, al 70 % de la población global para mediados del presente año, mas la realidad es que este objetivo fue del todo idealista (ONU, 2022). Las normas establecidas por la gobernanza global aún no prevén las olas de violencia por racismo que se han presenciado en los últimos dos años transcurridos, o la crisis acontecida en la cooperación internacional para el desarrollo. En el escenario internacional se vuelven cada vez más evidentes las desigualdades y cómo estas se acrecientan rápidamente. Los Estados poderosos que se habían comprometido a apoyar a los más vulnerables no están cumpliendo del todo con su palabra, pues anteponen su crecimiento económico a poder otorgarle un final a un asunto de salud y seguridad internacional; eventualmente, la mala administración de relaciones multilaterales podría llevar a colapsar el sistema internacional.

El optar por vacunar a sus nacionales en vez de donar un porcentaje de vacunas a otros países, es decir, el nacionalismo de vacunas, sólo está alargando esta crisis sanitaria. Hay Estados que se encuentran en situaciones de riesgo, pues gran parte de sus ciudadanos se encuentran en pobreza extrema, y costear las vacunas contra Covid-19 implicaría descuidar otros sectores que apenas se sostienen, como la educación, el desarrollo de tecnologías u otras aristas tan básicas como la producción de alimentos o el acceso al agua potable. Es por esto que, en un mundo tan desigual, tan dicotómico, es indispensable la unión entre naciones.

Debido a la situación planteada a lo largo del ensayo, el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), parte de la Agenda 2030 de la ONU, se está viendo ralentizado, situación que aleja a la población global de un futuro esperanzador, o si quiera decente. Para problemáticas globales, no basta con aplicar acciones individuales: hay que actuar en conjunto.

La ayuda de organizaciones no gubernamentales no basta, pues garantizar la salud es una obligación que los Estados tienen con sus ciudadanos. Esta crisis debería servir para replantear entonces las normas de la gobernanza global y cubrir esos vacíos que en la práctica se han visto. Esto nos llevaría a reformular los principios o medidas de acción de los líderes que representan a las naciones a lo largo del globo, o incluso cuestionar la eficacia de actores internacionales como la Organización de las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud. Aunque gran parte de la responsabilidad del control de la pandemia sí recae sobre los Estados, la sociedad civil también debería priorizar su propia integridad.

Si alguna situación similar llega a acontecer en el futuro, es estrictamente necesario que se mejoren los sistemas de donación, distribución y aplicación de vacunas. Aunque se pueden proponer medidas a nivel global, esa resulta una tarea para los representantes de la arena doméstica de cada nación, pues incluso si las condiciones económicas y políticas sean similares entre dos o más países, estas jamás serán idénticas; hay que adecuar, a nuestro contexto, las herramientas brindadas por las autoridades internacionales en materia de salud. Finalmente, es importante recapitular que la gobernanza global no tenía previsto un plan de acción en un escenario de descontrol total como el ocasionado por el SARS-CoV-2, pero ahora es algo en lo que sin duda se puede trabajar. Se espera también una catarsis en las relaciones internacionales, es decir, que se refuercen las relaciones multilaterales entre naciones, y que haya más sensibilidad y comprensión en momentos de caos.

Los jefes de Estado necesitan trabajar en materia de política exterior y cooperación internacional, y dejar de promover discursos de odio hacia los asiáticos y de racismo en general. Crear campañas de concientización respecto a que no es ético tomar como chivo expiatorio a los chinos sería lo ideal; en otras palabras, demostrar que todos los seres humanos deben recibir un trato digno y equitativo, sin importar su país de origen.

Bibliografía

ANA SOFÍA RENATTO SANTIAGO ES ESTUDIANTE DE LA LICENCIATURA EN RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO (UAQ)

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Last modified: 10 marzo, 2023
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