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Clasismo, narcocultura, el dispositivo de la cancelación: Peso Pluma y el fenómeno de los corridos tumbados – Braulio Cabrera

En la columna de hace unas semanas les pedí que imaginaran que la cultura es como el agua. Hoy les pido que la vean como la luz: igualmente inmensa, sin forma, en movimiento, emanada sin control de entre todas las grietas de este planeta. No obstante, esta conceptualización alternativa viene con un gesto especial, a saber, la obscuridad. Si la cultura es la luz, ¿cómo llamamos a su ausencia?, ¿a qué o a quién relegamos a sólo ser siluetas?, ¿por qué y con qué derecho?

Hassan Emilio Kabande Laija, mejor conocido como Peso Pluma, es un cantautor de corridos tumbados, el subgénero avant garde del regional mexicano. Originario de Jalisco y Sinaloa, a sus 23 años es reconocido como uno de los principales exponentes de la música mexicana en el mundo, especialmente después de alcanzar el número 1 en el top musical de Spotify en abril de este año.

Peso Pluma en concierto

El éxito de Peso Pluma no es fortuito, mucho menos aislado. Detrás de él existen más de 100 años de tradición, así como grandes nombres. Desde la inmigración alemana al norte de México, que trajo consigo la técnica e instrumentos de la polca, mismos que fueron el canal democrático de noticias predominante durante la Revolución. Los corridos son a la vez música, cantar de gesta posmoderno y medio de comunicación no regulado por el Estado.

Antes de Hassan, fueron los Tigres del Norte, profundamente criticados por su tema Contrabando y traición, uno de mis corridos favoritos; dicho sea de paso, Valentín Elizalde y Chalino Sánchez, asesinados por cantarle a un capo en tierra de otro; Ariel Camacho, quien murió a los 22 años en un derrape descontrolado en la carretera. Cada uno de ellos, figuras polémicas a su modo, consolidaron el corrido y el estilo de vida de sus exponentes como lo conocemos hoy, e influenciaron su evolución.

Los Tigres del Norte

Ahora es buen momento para dejar clara una distinción importante pues, aunque se asemejan, hay diferencias simbólicas y musicales entre los narcocorridos y el corrido tumbado. Por ejemplo, mientras que el primero se mantiene en los cánones de composición y ensamble de la banda norteña, que tiene varias capas en las percusiones, alientos, cuerdas y voz, el segundo podría sentirse austero en comparación, pues se restringe al guitarrón, el bajo acústico, la trompeta y la voz. Por otro lado, incluso cuando sus temáticas son paralelas, la forma de abordarlas difiere diametralmente, pues el narcocorrido romantiza y engrandece a los personajes relacionados con el tráfico y el crimen organizado, así como sus hazañas; los corridos tumbados abordan, más bien, el consumo de sustancias legales e ilegales, el ejercicio del delito y estilizan la violencia, más no la vanaglorian.

Natanael Cano

Continuando con el desarrollo de la vanguardia tumbada, Natanael Cano es, indiscutiblemente, el pionero de este movimiento artístico, que él mismo describe simple y llanamente como “energía”. Originario de un barrio pesado de Hermosillo, dejó la preparatoria para dedicarse a la música y probar suerte con su propuesta del otro lado de la frontera. Fuertemente influenciado por su padre y abuelo, como por el movimiento urbano estadounidense, Cano mezcló la banda, el sierreño y el trap, con una lírica cruda sobre la vida en el lado incorrecto de la moneda, creando un género binacional que describe la vida de muchos jóvenes mexicano-estadounidenses. Codo a codo con otros artistas del frente tumbado, están concretando lo que ninguno de sus antecesores pudo: popularizar y exportar el regional mexicano a todo el mundo.

El corrido tumbado, antes que cualquier cosa, es retrato de la identidad nostálgica, migrante, fronteriza y periférica. Si hace apología a la violencia, el crimen y las drogas, es porque “narcocultura” es tan sólo una forma obtusa de llamarle a la cultura de un país donde el narcotráfico y el crimen organizado juegan un papel importante en la vida social, que influencia a los creadores para difundirla en sus audiencias, quienes son las que deciden si imitar, emular, condenar o ignorar.

Póster de la serie Narcos

Va otra desambiguación, pues lo que comúnmente llamamos narcocultura es más bien “narcoficción”. Confundir estos conceptos es, en sí mismo, un fenómeno sociocultural, pues denota la normalización de la realidad que se sublima en contenido consumible hacia una pauta estética. Una buena ilustración de ello es la subcultura “alucín”: jóvenes de clase socioeconómica indistinta que buscan visibilidad y respeto mediante emular lo que, a sus ojos, es la vida del crimen y el narcotráfico, sin embargo, se limitan a sus aspectos glamorosos, desde ostentar violencia o lujos. De cualquier manera, estas personas son inofensivas; así como ellos dicen, “no le jalan”.

Ejemplo de vestimenta de “alucín”

Gente más estudiada que yo en el tema asegura que esta clase de productos culturales no son causa sino síntoma de configuraciones sistémicas complejas, por lo que prohibir o cancelarlos no tiene ningún fin más que alimentar un discurso moralista y clasista, cuando se deberían generar políticas públicas integrales, instituciones fuertes, mejores oportunidades de empleo y educación. Estos mismos expertos coinciden en que las verdaderas causas de la captación de juventudes en las organizaciones criminales tienen como matriz la identidad familiar y la búsqueda de pertenencia y aceptación social. Las noticias e investigaciones periodísticas, la ropa táctica, los videojuegos, las series de televisión, libros, juguetes e, incluso, el lenguaje son (narco) cultura; estén a favor o en contra, sólo son productos culturales de una sociedad narcoficciosa. Opinar que alguno de ellos es causa inmaterial de las complejas problemáticas que atraviesa el país es tan absurdo como cuando nuestro presidente dijo que los videojuegos hacen violentos a quienes los juegan, y existe una contradicción entre quienes lo criticaron por ese comentario, pero condenan la violencia en la música.

“Miren qué diferencia que nuestros hijos se levantaban a ver a Chabelo; ahora, lo digo de manera respetuosa, esos juegos de Nintendo, pura violencia. Ya vamos a empezar a analizar eso, porque pasan desapercibidos, como de noche, pero son contenidos tóxicos, nocivos, violentos”: AMLO.

En contraste, el ADN de los corridos tumbados es un conjunto de valores muy claros: la familia, el trabajo, la superación, la valentía, la disciplina, la perseverancia y el regocijo. Por sí mismos, son principios sólidos de una vida digna y honrada, que tienen la mala suerte de estar enunciados desde el contexto y experiencias de un discurso sin privilegios. El corrido tumbado es un estilo de composición y ensamble musical, con una lírica que refleja la vida de una –gran– parte de los mexicano-estadounidenses. Bien les responde el Peso Pluma a sus principales críticos en Twitter, que tachan de nacas a las personas que gustan de su música: “Tú no eres naco, eres clasista, que es peor”.

Si esas condiciones se transforman para mejor, también lo hará el discurso. Por ello, aquellos que optan por la cancelación de estas formas de expresión, en vez de reflexionar –si no es que intentar subsanar– sobre las causas que las generan, atentan contra lo poco que algunos han conseguido por cuenta propia, es decir, el reconocimiento de su existencia.

“Tú no eres naco, eres clasista, que es peor”: Peso Pluma en Twitter.

Si la mitad del problema con la narcocultura es la muerte y desolación que viene con ella, deberíamos preguntarnos seriamente si la mejor forma de combatirla es a través de la necrocultura, una manera cruda de llamar a la cultura de la cancelación. Cancelar cosas con las que no estamos de acuerdo, aunque es muy popular, es un mecanismo de acoso y abuso grupal, enunciado desde la superioridad moral y de clase, que no tiene retorno y que carece de algún fin constructivo. Si somos portadores de la verdad, ¿por qué no difundirla con cariño y comprensión con aquellos que no la poseen?

Debemos mirar cuáles son las expresiones culturales que cultivamos diligentemente y las que negamos. Esas que preferimos no ver, o que no sean vistas, se encausan en las dinámicas necropolíticas de supervivencia, en las que el narcotráfico y el crimen son los principales dispositivos de reconocimiento social, violencia y superioridad, mediante la vida y la muerte. Un abismo viéndose a sí mismo. Y que intentamos silenciar y cegar y atar para matarlo, consiguiendo únicamente darle la razón.

Natanael Cano y Peso Pluma

Por eso, defiendo fervientemente el libre intercambio de ideas, escuchar lo que tienen que decir hasta los extremos más políticamente incorrectos. Sólo así, mediante el diálogo, podremos enriquecer las perspectivas de nuestras sociedades, sus expresiones musicales –como ya lo hacen las “Indomables del regional”, playlist en Spotify de cantantes femeninas de corridos tumbados– y, con algo de suerte, terminar con el silencio, que es muerte, para mejorar la vida de quienes están detrás de los micrófonos y de las bocinas, que somos todxs.

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Last modified: 24 mayo, 2023
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