Autoría de 2:08 pm #Opinión, Josué Méndez Ruiz – Azul casi morado

Semblanzas posmo (III de III): Ricardo Salinas Pliego, un parásito glorificado – Josué Méndez Ruiz

En el uso coloquial, se entiende que es moderno algo reciente o novedoso, un cambio para mejorar o una actualización. Sin embargo, en ciencias sociales, la modernidad y las cosas que tienen cualidad de modernas refieren al proceso histórico iniciado en Europa con el progresivo abandono de las estructuras y formas de vida medievales, para dar paso a ideales como la individualización que, grosso modo, es la posibilidad de que cada persona construya a partir de la ocupación, el consumo, la propiedad y características identitarias su singularidad. Asimismo, forman parte del proceso de la modernidad el predominio del discurso científico como vía para describir la realidad, al igual que la consecuente expansión del control del ser humano sobre los entornos naturales, por lo tanto, también implica el nacimiento de la industria, la tecnologización de la vida y la formación de grandes ciudades.

La modernidad trae consigo la expansión de mercados y en ese sentido los intercambios culturales y económicos que hoy conocemos como globalización. A partir del apogeo del proceso modernizador, la humanidad ha logrado prolongar su vida y multiplicarse, ya que la medicina, la producción abundante de alimentos, ropas y viviendas, más el establecimiento de gobiernos encargados de proveer bienes públicos, son parte inherente de este momento histórico.

Aunque hasta aquí la modernidad podría parecer una maravilla, la verdad es que también es el contexto en el cual se desarrollan situaciones deleznables que suelen vincularse con malas actuaciones gubernamentales, pero son propias del proceso: el colonialismo, que mancilla y destruye a pueblos enteros; la desigualdad social, que no puede desaparecer mientras los medios de producción sean acaparados por clases sociales hegemónicas; la extinción de la diversidad cultural, por la imposición de formas de vida acordes con los intereses económicos de los grupos preponderantes; la constante degradación de los ecosistemas que requerimos los seres humanos para subsistir, lo mismo que las demás especies a las que, en un planteamiento muy moderno, consideramos menos importantes y meros “materiales” de los que podemos extraer beneficios.

Cuando hablamos de posmodernidad no aludimos a la superación de los graves (incluso apocalípticos) problemas de la modernidad, sino a una actitud crítica que señala los males del proceso modernizador, aunque se basa en las herramientas conceptuales y argumentativas que surgen de la misma modernidad: la filosofía, la razón, la evidencia científica.

En las dos entregas anteriores de esta serie de semblanzas, traté a personajes que ejemplifican elementos del avanzado proceso de modernidad en el que nos encontramos. En el primer caso, Adolf Uunona tuvo que padecer la manera banal con la que se difunde buena parte de la información en un contexto repleto de la misma; la segunda entrega se refirió a cómo el terror ominoso del mangaka Junji Ito nos pone frente a la fragilidad de la vida, y los límites de la ciencia y la tecnología para eludir los miedos más profundos de la humanidad: el sufrimiento y la muerte.

El tratamiento de esos textos buscó ser posmoderno en el sentido de que critica la idealización del acceso a la información como sinónimo de construcción de consciencias y a la técnica como solución última a los conflictos de la humanidad. Esas columnas tienen el objetivo de problematizar y no ofrecer panaceas a dilemas complejos.

Para cerrar esta serie, elegí a un personaje que representa perfectamente varias falsedades del discurso modernizador, lo despiadado que es en muchos aspectos, al igual que el profundo daño social que provoca la alta burguesía; en el caso que aquí nos reúne, los agravios son acentuados porque vienen de un espécimen muy acaudalado y propagandista de una forma de vida abusiva, déspota, pero legal, es decir, cuenta con protección del Estado (del que depende, pero ofende con regularidad).

Ricardo Salinas Pliego nació en 1955 en la Ciudad de México. Es hijo de Hugo Salinas Price, fundador de la cadena Elektra, y nieto de Hugo Salinas Rocha, fundador de las tiendas Salinas y Rocha. Acudió a costosas universidades –el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y la Universidad Tulane, en Estados Unidos–, y al concluir su educación empezó a trabajar en el humilde cargo de gerente de importaciones de Elektra; por ‘méritos propios’, en 1987 ascendió a director general de la compañía.

Según su entrada en Wikipedia, la reestructuración que realizó en Elektra salvó a la compañía, que se encontraba en problemas económicos. Tan exitosa fue esa reestructuración que en 1993 tuvo el capital suficiente para liderar al grupo empresarial que adquirió los medios de comunicación del gobierno federal mexicano para conformar TV Azteca. En 2002 alcanzaría un ‘nuevo triunfo’, al conseguir la primera licencia bancaria otorgada en México en una década: nace Banco Azteca, complementando el negocio de aprovechamiento de endeudamiento de las clases trabajadoras que representan sus tiendas de “abonos chiquitos”.

En el centro, Ricardo Salinas Pliego durante el proceso de compra de los medios de comunicación del gobierno mexicano.

Cabe hacer un paréntesis aquí para desestimar cualquier excusa al agio que Salinas pone en práctica en las empresas que heredó de su padre y de su abuelo. A diferencia de Richie, la enorme mayoría de la población no tiene recursos para estudiar en universidades caras, y mucho menos le regalan puestos laborales recién egresada en los que les pagan centenas de miles de pesos al mes. Es aún más remoto que de premio por buen desempeño laboral te obsequien ¡la empresa misma! Muchísimo más usual es que las personas de a pie luchen por meses o años de trabajo arduo, intenso y muy exigente (física e intelectualmente) sólo para comprar un electrodoméstico, que el señor Salinas Pliego les vende con intereses elevadísimos a cambio de la posibilidad de pagar con la raya de la semana. Espero, estimado lector, note que la nobleza no desapareció en la modernidad, sólo se cambió de nombre a ‘empresariado’.

Cuando hay capital (es decir, riqueza que se invierte en medios para generar más producción), la pregunta es dónde ponerlo para sacar más dinero. En eso nuestro ‘tío’ (como le gusta que le digan, aunque no le dirigiría la palabra en persona a la mayoría de la plebe) ha sido muy avispado. Le metió dinero de los trabajadores a Unefon, Iusacell, Totalplay e Italika, todas empresas con buenos ingresos.

Ahora, por sus circunstancias de clase, la mayoría de las personas jamás tendrá un capital, o será tan pequeño que apenas les permitirá poner una tienda o pequeño negocio, el cual exigirá que lo trabajen por sí mismos, algo que Richie nunca haría, porque no es un ‘perdedor’, un ‘pobretón’. De hecho, nunca lo ha sido: es rico desde que nació y las propiedades sobre los medios de producción que tiene le garantizan que el trabajo de otros le seguirá dando de comer y consumir lo que se le ocurra (y a varias generaciones más de sus vástagos) hasta que estire la pata.

Algo más difícil que volverse rico desde la carestía es empobrecer si se nace en la riqueza, porque no se necesita inteligencia o trabajo para recibir dividendos del esfuerzo de otros si se tienen títulos de propiedad de empresas rentables.

En su página personal, Richie es descrito como “uno de los emprendedores más destacados de América Latina y un hombre convencido del enorme potencial de su país”. De hecho, es el tercer hombre más rico de México, sólo por detrás de los ‘benefactores’ Carlos Slim y Germán Larrea (amigo y examigo, respectivamente, del presidente mexicano), otros buenos ejemplos de que a la burguesía se accede con una membresía heredada.

“Actualmente, Grupo Salinas emplea a más de 116,000 personas a través de América Latina y Estados Unidos”, se presume en la misma página como parte de su biografía. ¿Se incluye ese dato porque Richie les dio trabajo? No, un poseedor de una gran empresa no da trabajo. ¿O acaso este hace la labor de reclutamiento, o coordina funciones operativas de la empresa? ¿Siquiera tiene que dirigir algo para que le paguen? No, si se es dueño sólo hay que estirar la mano y recibir, igual que la nobleza premoderna.

El mito de que los dueños de las grandes empresas dan trabajo viene de la posibilidad de contratar o despedir, lo cual es un mecanismo de coerción al que tienen ‘derecho’ por ser propietarios, mas ellos no generan el puesto laboral en sí, su necesidad ni continuidad sólo por su carácter de poseedores del medio de producción.

Hay que mencionar que Ricardo Salinas Pliego también es ‘filántropo’, al apoyar ‘la libertad e innovación’ en el Centro Ricardo B. Salinas Pliego y la Universidad de la Libertad, “asimismo, apoya diversas iniciativas sociales y ambientales mediante la Fundación Azteca”. Es curioso que los multimillonarios dan y dan dinero, pero nunca disminuye su patrimonio por ello. Por su puesto, sus actos ‘desinteresados’ terminan cuando eso amenaza sus riquezas, o supera el beneficio fiscal que tan justamente se premia con deducciones en impuestos por parte del Estado.

Pero basta de alabanzas de terceros hacia Salinas Pliego. Lo que hace tan buen ejemplo de la decadencia de la modernidad a este junior pedante sexagenario son sus propias publicaciones en Twitter, donde se autoelogia continuamente por el dinero que obtuvo ‘producto de su trabajo’ (qué mal chiste), insulta a personas con las que está en desacuerdo por su físico; presume sus vacaciones faraónicas; regala cosas que realmente no le cuestan nada, porque son pagadas con poquito de la riqueza absorbida por él y su familia; hace apología de la violencia hacia manifestantes que no tienen su privilegiada y zángana vida de Richie Rich; reiteradamente denosta al gobierno por subsistir de otros (de eso él sabe mucho), e intenta humillar a sus detractores por no tener tanto dinero, que es la única forma en la que los Salinas saben medir el éxito y valor humanos.

Aquí dejo algunas joyas que evidencian la podredumbre de este sujeto:

Lo escribe quien siempre ha sido millonario y lo presume.
Vale más la comodidad al trasladarse de un sujeto que presume tener helicóptero que el respeto a la libertad de expresión e integridad de los seres humanos.
Lo escribe un elemento sobresaliente de la minoría más excluyente del mundo: los ultrarricos.
Para qué argumentar, si te puedes burlar de la constitución física de alguien. Es fácil y haces reír a otros abusivos como tú.
Muy chistoso burlarse de quienes no tienen el nivel vomitivo de privilegios que tú:)

Reconozcamos también su visionaria actitud frente al Covid, ya que este sensible hombre obligaba a los empleados de las empresas que exprime a laborar presencialmente durante los momentos más crudos de la epidemia (aunque las tareas de los trabajadores no requirieran estar en oficinas). No olvidemos tampoco lo enojado que se puso cuando la Suprema Corte de Justicia le ordenó que pagara su deuda con Hacienda: unos 2 mil 626 millones de pesos. Un dineral inconcebible para cualquier persona que viva de su trabajo, pero el mayor daño que haría a Richie pagar sería bajarlo un peldaño o dos de entre las personas más asquerosamente ricas de México. Y en verdad, este sujeto consideraría eso una calamidad.

Porque Salinas Pliego no entiende lo difícil que es sobrevivir sin un papi rico. No sabe lo que es trabajar para comer. No comprende, ni nunca abrirá la mente para hacerlo, que su posición dentro del sistema capitalista contribuye a la pobreza e inaccesibilidad de muchísimos a los recursos más básicos para vivir con dignidad. En su mundo de fantasía burgués, este nene consentido de 67 años defeca dinero y los asnos de arrear debajo de él deben pelearse por sus desechos, mientras presume que está de vacaciones (como lo ha estado toda su vida) en algún destino turístico exótico.

Es deprimente que haya gente que festeje los desplantes de un parásito como él y los otros que aparecen glorificados en listas de ‘finanzas’ y ‘sociedad’ por ser los mayores acaparadores de riqueza, a costa de la vulnerabilidad de la población en general.

No soy una persona religiosa, pero, como la mayoría, tengo una brújula moral con la cual clasificar aquello que está mal o bien; ella me dice que está mal que un hombre y su familia se apropien de recursos que no generaron y que no necesitan, pero alimentan sus egos enfermizos, como junkies desesperados por reafirmar constantemente que son mejores que los demás. Me parece asquerosa y monstruosa esa patología, pues ocasiona sufrimiento a la misma persona absorta en la gula y avaricia, aunque más daño hace a quienes deja en la miseria. Un solo burguesito como Salinas Pliego consume lo que miles de personas, y eso para mí es siniestro, no digno de aplausos y admiración.

Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos.

Jesucristo

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “AZUL CASI MORADO”, LA COLUMNA DE JOSUÉ MÉNDEZ RUIZ PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/josue-mendez-ruiz-azul-casi-morado/

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Last modified: 31 julio, 2023
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