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Ely cambió los tacones y el traje sastre por el volante y los motores

HISTORIA: JESÚS ARRIAGA/LALUPA.MX

FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX

La china —como es conocida Elizabeth Salazar, por sus compañeros— cambió hace casi 20 años los tacones y los trajes sastre por el volante y los motores diesel por necesidad, pero después se convirtió en un gusto y, más tarde, en una pasión. Ahora conduce una unidad de transporte público en la ciudad de Querétaro y su próxima meta es manejar un tráiler.

Ely llega manejando su unidad de transporte público. Con habilidad maniobra el camión de casi 12 metros de largo para estacionarse en reversa junto a otras unidades. En un ambiente dominado casi al 100 por ciento por hombres, incursiona luchando contra el machismo. Enfatiza que no quiere que la traten diferente por ser mujer, sólo quiere un trato igualitario.

Ely se dedica desde hace casi 20 años a ser conductora de un transporte público, aunque de formación es secretaria.

“No fue porque lo haya querido. Fue por necesidad que estoy aquí y me gustó. Soy egresada del Instituto Cambridge, soy secretaria, y por cosas del destino estamos aquí. Es un trabajo que ha sido muy pesado, muy trabajoso, pero me gustó y aquí estamos”, dice con una sonrisa.

Recuerda que comenzó en este oficio en una escuela particular de la zona de Satélite, en la capital queretana. Le preguntaron si conocía a alguien que pudiera manejar un transporte escolar. Ella tomó el puesto, y se convirtió en chofer de niños de kinder y de primaria. Ahí trabajó por 15 años. En ese periodo ingresó también al sistema de transporte público.

Comenta que sí ejerció su carrera de secretaria, a pesar de que se casó muy joven, a los 17 años. Terminando la carrera no le fue fácil ejercer, pero lo hizo. Su hija era chica, no tenía a dónde dejarla, además de que, dice, tuvo mala suerte con los trabajos que además eran mal pagados.

Tuvo que dedicarse totalmente a la crianza de su hija que ingresó al jardín de niños. Luego tuvo a su segunda hija, por lo que fue madre de tiempo completo. Cuando inscribió a su hija a la escuela fue cuando le preguntaron sobre el conductor del transporte.

“En mi mente pensé: híjole, si supiera manejar sería excelente. Por necesidad aprendí el oficio de ser conductora. Empezar con unos niños en preescolar fue mucha responsabilidad, les agradezco a los directores la oportunidad. Al año llegué y les dije: Aquí está mi licencia, ya sé manejar, vamos a empezar. Me dijeron que estaba medio pesado. Les dije que tenían razón, pero dieron la oportunidad. Duré 15 años”, narra Ely a la sombra de su unidad, pintada en color gris.

Relata que sus comienzos en el manejo de unidades pesadas fue cuando el padre de sus hijas, que trabajaba en una empresa fabricante de camiones trasladándolos por tierra a diferentes destinos, le pidió ayuda para llevar unas unidades a Veracruz. Aunque sabía manejar aún no contaba con licencia, pero le dieron un permiso. Ese fue un reto muy grande, pero confiesa que le gustó la carretera, y comenzó a trabajar en los traslados, a llevar camiones a diferentes puntos del país.

“Empecé en las rutas (transporte público de Querétaro) porque él (el padre de sus hijas) administraba camiones y necesitaba a veces que le ayudaran y yo le decía que le ayudaba. Empecé y saqué mi licencia de transporte y me aventé de lleno. Dejé la escuela y empecé en aquel tiempo en Soci (empresa transportista), fueron casi seis meses. Posteriormente ingresé a la línea de Taxivan (también compañía transportista). Ahí estuve nueve años.

“Entré en Red Q y me fui a la UAQ, trabajando con los chicos de la Facultad de Lenguas, trasladándolos del Campus Aeropuerto. Estuve tres años con ellos, fue una etapa muy bonita. Se acabó el contrato y de ahí ingresé en el sistema Nueva Generación en la ruta H. Después me llamó más la atención estar en Transmetro, donde estuve seis años. Después llegó Movil Qrobús, pero no era lo mismo. Regresé con el dueño de Transmetro a los carros de Viñedos, donde estuve tres años. Otra etapa muy bonita, porque conoces a los pasajeros”, abunda.

Señala que lo más gratificante como servidora público es el reconocimiento de la gente, de sus pasajeros, con quien tiene contacto o se acuerdan de ella, desde los niños del jardín de niños que ahora son estudiantes universitarios; los estudiantes de la UAQ que trasladaba, que ahora son profesionistas, pero quienes la hacen partícipe de sus logros.

Después de eso decidió tomarse un descanso, pero la invitaron a participar como conductora de una de las 60 unidades de refuerzo que la Agencia de Movilidad del estado de Querétaro incorporó hace unos meses para mejorar el transporte público de la capital. Actualmente trabaja cuatro horas en la mañana y cuatro en la tarde, por lo que cuenta con espacio para sus asuntos personales y puede administrar más su tiempo.

Dice que disfruta su trabajo, a pesar de lo agobiante que puede ser manejar durante tanto tiempo en la ciudad una unidad de transporte público. “Me gusta mucho mi trabajo, lo amo, me apasiona mucho la carretera, el volante. Esa es la diferencia con muchos compañeros que desgraciadamente vienen por obligación o que vienen sólo con esa necesidad de trabajar o de llevar dinero a la casa”.

Sin embargo, el trabajo no ha estado libre de sacrificios, pues para poder hacer lo que le gusta tuvo que renunciar un tiempo a sus hijas, pues no es fácil dedicarse al volante con la abnegación que lo hace Ely, quien destaca que su madre fue quien le enseñó el trabajo duro.

Ely suspira y sus ojos se humedecen al hablar de sus hijas, con quienes no estuvo todo el tiempo que pudo estar y que le reprochan eso hasta la fecha. “Lo que hice, lo hice con cariño. Quizá les falté en tiempo, pero traté de darles algo material para que pudieran hacer su vida. Ahorita la mayor es psicóloga, no ejerce. La mediana acaba de recibirse hace un año, es licenciada en Enfermería, estoy muy orgullosa de ella. La más pequeña tiene ahora 19 años, está trabajando y está en espera de entrar a estudiar Derecho”.

Subraya que al día de hoy tiene más contacto con mujeres traileras, pues su intención es manejar una de estas unidades de transporte pesado.

“Mi pareja es trailero, tenemos casi nueve años juntos. Cuando viene me voy con él y me deja manejar. Me anda instruyendo. Me dice que ya casi. Entonces, espero en un futuro cumplir ese sueño. Me gusta, es algo bonito. Es un oficio muy difícil, pero me encanta”, enfatiza.

Dice que aún falta mucha educación vial, pues no se respetan los pasos peatonales, los límites de velocidad y muchos manejan con imprudencia. “No porque llevemos un autobús estamos exentos de accidentes. Al contrario, debemos de medir siempre las consecuencias y ser un poquito más prudentes porque siempre habrá alguien que nos espere en casa y vida sólo hay una. Y que tengan paciencia con nosotros porque no es fácil, traemos personas a bordo, muchos traemos problemas y tratamos de hacerlos a un lado. Aunque se nos venga cayendo el alma aquí, al menos en mi caso, es un buenos días, una sonrisa y que la gente se sienta a gusto y contenta”.

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Last modified: 17 agosto, 2023
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