Autoría de 1:15 pm #Opinión, Jorge Díaz Ávila - Disonancias

¡Los marcianos llegaron ya! (II y última) – Jorge Díaz Ávila

El peor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, es la ilusión del conocimiento.

Stephen Hawking

Mensajes y señales

El próximo 5 de septiembre, el objeto de fabricación humana que más lejos se encuentra actualmente de la Tierra cumplirá 46 años de navegar el espacio, y aun cuando no ha abandonado el sistema solar se sitúa ya en el espacio interestelar, más allá de la heliopausa, que superó hace poco más de 10 años.

Contra todo pronóstico, se mantiene operativo y en comunicación con la agencia espacial (NASA) que la lanzó con la misión esencial de visitar los planetas Júpiter y Saturno, aunque como objetivo adicional lleva un mensaje en código destinado a una hipotética civilización que más allá del sistema solar pudiera recuperarlo e interpretarlo.

Las imágenes y datos que la Voyager 1 ha estado enviando a la Tierra durante más de cuatro décadas representan una enorme contribución para la comprensión del universo que nos rodea. Sin embargo, desde mediados del año pasado, la sonda comenzó a enviar “señales” confusas para los científicos que le dan seguimiento.

Voyager 1

Sin contar con una respuesta definitiva a estas “señales”, los entusiastas de la vida extraterrestre de inmediato asumieron que el artefacto ha sido intervenido por vida inteligente y que, a través de sus sistemas, intentan ponerse en contacto con la Tierra.

Malinchismo cósmico

Este afán por atribuir todo tipo de fenómenos que no comprendemos a “inteligencia extraterrestre” responde al mismo impulso que llevó a los primeros humanos a adjudicar a deidades desde la ocurrencia del día y la noche hasta los relámpagos, la lluvia, la nieve y toda clase de sucesos que, en la actualidad, tienen una demostración científica irrebatible.

Es cierto que, aún hoy en día, acontecen sucesos para los que no existe una explicación plena, tales como los propios objetos voladores no identificados que, como su denominación lo indica, son objetos para los que no hay una identificación fehaciente, lo que de ninguna manera significa que sean objetos provenientes de otro planeta y, sobre todo, enviados o tripulados por seres inteligentes de otra galaxia.

No sólo eso. Los vestigios de las civilizaciones ancestrales que nos precedieron, por su magnificencia y perdurabilidad, son frecuentemente atribuidos también al pensamiento y obra de “extraterrestres”. ¿Por qué?

Muy distantes para conocernos

En la primera parte de esta colaboración para La Lupa, nos referimos al físico italiano Enrico Fermi, quien a inicios del siglo XX formuló su famosa paradoja, según la cual a pesar de la vastedad del universo y la ingente posibilidad de que exista vida inteligente en otra parte de este, por las inmensas distancias en el espacio-tiempo resulta casi imposible que dos civilizaciones lo suficientemente avanzadas puedan entrar en contacto. De hecho, los vestigios arqueológicos que nos asombran en la Tierra, y que por su extraordinaria manufactura imputamos a los visitantes de otros mundos, son obra justamente de aquellas colosales civilizaciones que nos precedieron y que, en algún momento, desaparecieron por causas que evidentemente desconocemos, tanto como el grado de avance científico y tecnológico que dichas sociedades alcanzaron.

El asumir que fueron extraterrestres quienes construyeron los monumentos egipcios, mayas, teotihuacanos, etc., que aún se mantienen en pie, no sólo demerita la inteligencia humana, sino que niega la capacidad de nuestros ancestros para edificarlos, confirmando la teoría de C.G. Jung referente a la humana necesidad de “creer” para evadir el peso de la ignorancia y el obligado razonamiento que conlleva hallar una explicación científica.

Lo mismo ocurre cuando se afirma, sin prueba alguna, que la tecnología actual que ha revolucionado todos los ámbitos de la vida es resultado de la “ingeniería inversa” que gobiernos de algunos países han aplicado a vehículos interestelares recuperados de “accidentes” de ovnis.

¿Qué tipo de civilización somos?

Cuando en los años sesenta la humanidad se preparaba para su primera incursión fuera de la Tierra, el astrofísico ruso Nikolái Kardashov propuso una escala para conocer el avance de una hipotética civilización que pudiera trascender las fronteras del mundo en el que se originó.

Acorde con Kardashov, una civilización de tipo III sería aquella que pudiera aprovechar para su beneficio los recursos existentes en su galaxia al haber agotado los de su planeta y de su sistema planetario. Es decir, dicha civilización estaría obligada, para sobrevivir, a trascender los límites de su planeta y su sistema planetario.

Bajo esta escala, para que una civilización pudiera visitarnos tendría que ser tipo III. Aun cuando ya no sólo Rusia y Estados Unidos alistan misiones de exploración espacial (China completó una misión exitosa a la Luna en el año 2020, y la India, en este mismo mes, insertó en la órbita lunar un dispositivo que durante la última semana de agosto se prevé alunice correctamente), la humanidad, según cálculos científicos, podrá construir una civilización de este tipo dentro de 100 mil a un millón de años, desde luego, si no se autodestruye antes o sucumbe a fenómenos como pandemias, calentamiento global, crisis hídricas y alimentarias, etc.

Por ello, si una civilización llegara a establecer contacto, seguramente sería porque está en búsqueda de recursos. Esto representaría para la Tierra y los humanos un panorama desolador y distópico (ya retratado muchas veces por la ciencia ficción), contrastante con las ideas de los entusiastas que perciben en los hipotéticos “visitantes extraterrestres” casi deidades que vienen a rescatarnos del daño que nosotros mismos hemos infligido a la naturaleza y al planeta.

Más contradicciones de los “visitantes superiores”

La propagación en internet de fotos y videos construidos (falsos) como “evidencias” de naves o entidades alienígenas sólo desacredita los avistamientos reales de fenómenos inexplicables que, insistimos, no significa que sean de otros planetas.

En la colaboración anterior, retomamos algunas contradicciones que el astrofísico y buscador científico de vida extraterrestre Carl Sagan puntualizó en su obra El mundo y sus demonios en torno al comportamiento de los “visitantes de otros mundos”.

Completamos dicha lista con este otro breve recuento:

  • ¿Por qué si los dispositivos en los que viajan son capaces de atravesar el cosmos, frecuentemente, muy frecuentemente, fallan y se estrellan en zonas desérticas, boscosas, selváticas (eso sí, siempre desoladas) de la Tierra?
  • ¿Por qué si el rayo láser, los hornos de microondas, el disco compacto, el velcro y todos los artilugios tecnológicos que usamos hoy en día derivaron de la tecnología inversa aplicada a los ovnis recuperados de accidentes, aún los gobiernos no logran desarrollar una tecnología para viajar al espacio como ellos?
  • ¿Por qué si nos visitan desde la más remota antigüedad dejando siempre vestigios de su paso, aún no se muestran públicamente con una evidencia notoria e indiscutible?
  • ¿Por qué si, según los ufólogos, los extraterrestres pertenecen a diversas civilizaciones de distintos lugares del universo, todos, sin excepción, tienen una morfología sospechosamente humanoide?

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Last modified: 18 agosto, 2023
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