Autoría de 3:16 pm #Opinión, Josué Méndez Ruiz – Azul casi morado • 2 Comments

La derecha azul, la derecha guinda – Josué Méndez Ruiz

Desde el inicio de su administración, el presidente Andrés Manuel ha manejado la narrativa de que su grupo político impulsa una agenda de izquierda, socialmente responsable, contraria a los sectores privilegiados y que lucha por acabar con la corrupción en México. Sin embargo, para quien quiera ver y escuchar más allá de la efectiva retórica electorera de López Obrador, a lo largo de los cinco años de gobierno morenista se evidenció que la desigualdad y pobreza no se acaban ni muestran signos contundentes de transición hacia un orden más justo; asimismo, los sectores privilegiados de la alta burguesía y alta burocracia siguen manejando los asuntos estratégicos del país, mientras los casos de corrupción en Segalmex, la protección injustificable al García Luna de Peña Nieto (Salvador Cienfuegos) o el amparo total a autoridades (Ebrard, Sheinbaum) y empresas por la tragedia de la Línea 12 del Metro de CDMX, entre muchos otros casos, contradicen las promesas ardientes del mandatario más popular en la historia reciente de México.

Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard: aspirantes presidenciales a pesar de su involucramiento en la tragedia del Metro de CDMX.

Durante sus tres campañas a la presidencia del país, Andrés Manuel López Obrador evitó a toda costa denostar al “empresariado aliado” y a personajes de la cúpula política con los que tenía acuerdos, aunque estos indiscutiblemente también eran, y son, parte de la “mafia del poder”. Sin duda es un hombre que cuida con celo a sus amistades, pero el heroico relato transformador que sigue contando durante dos o tres horas, de lunes a viernes, en Palacio Nacional no es congruente con esas “relaciones peligrosas”, que fueron clave para llegar a la silla que ocupó aquel histórico diciembre de 2018.

Andrés Manuel López Obrador y Manuel Bartlett (hoy director de CFE), secretario de Gobernación con Miguel de la Madrid y organizador de las elecciones presidenciales en las que resultó dudosamente ganador Carlos Salinas.

Desinteresado por los derechos de la comunidad LGBT, la problemática ambiental, los atropellos a derechos humanos en países con “gobiernos de izquierda”; reacio a la argumentación y confrontación de ideas, defensor de los “buenos empresarios”, militarista en asuntos de seguridad pública; antiaborto, antimarihuana, propetrolización de la economía; triunfalista sobre los yerros de sus adversarios políticos, pero omiso ante los propios, son algunos de los rasgos lopezobradoristas que considero lejanos a la idea de un agente político de izquierda plausible. Pero, ¿qué es la izquierda?

El presidente López Obrador impulsa una campaña contra el consumo de las drogas en general. No mostró interés en legalizar la marihuana, pese a los beneficios que una normatividad al respecto tendría para la paz social.

De derecha o de izquierda

En política, los conceptos de “derecha” e “izquierda” son términos paraguas, pues aglutinan muchas tendencias ideológicas de forma muy laxa. La derecha, en pocas palabras, la constituirían posicionamientos a favor de conservar la estructura que hay; la izquierda consideraría injusta esa estructura y buscaría enmendar, o disminuir, las afectaciones sociales que provoca. Es un tema inagotable por sí mismo mencionar las ideologías que caben en esos moldes manoseados y guangos, pero en la política institucional actual sobre todo se denomina “de derecha” a modelos políticos neoliberales, mientras la izquierda tendería a la socialdemocracia y al bienestarismo.

Esto es porque la derecha tendría por meta la estabilidad del orden económico preponderante y la protección de los intereses de quienes se benefician de él; para ello partirá de “naturalizar” los procesos económicos, convenciendo a la mayor cantidad de gente de que la vía capitalista es lo “real” y no puede haber relaciones político-económicas fuera de ese esquema: el ser humano es en extremo egoísta y la única forma de hacer más eficiente su producción (la razón de la existencia humana) es apelando a la promesa de enriquecimiento (tener excesiva capacidad de consumo) que “todas las personas buscan”. La mejor manera de llegar a ello es generando las condiciones más atractivas posibles para que los poseedores del capital sigan invirtiendo y obteniendo cantidades de riqueza inconmensurables.

Desde la perspectiva neoliberal, la desigualdad no es un problema inherente a la estructura económica capitalista, sino un síntoma de deficiencias gubernamentales e incapacidad individual (los pobres son flojos y/o tontos).

Según el liberalismo clásico, el Estado sólo debía administrar servicios y espacios públicos para que el capitalismo floreciera; el neoliberalismo es suficientemente consciente de que la lucha empresarial puede ser tan brutal que hunda economías completas, así que avala la función reguladora (hasta cierto punto) del Estado en las relaciones mercantiles.

Por otra parte, la izquierda institucional en los Estados modernos advierte que el capitalismo no es natural, o no del todo, y busca que los “efectos secundarios” de su aplicación (pobreza, hambruna, desigualdad, explotación laboral, violencia, discriminación, y un largo etcétera) sean menos ruines hacia la población de clases desfavorecidas. Aquí hago un paréntesis para acotar que la “extrema izquierda” no estaría de acuerdo con minimizar los golpes a los sectores sociales vulnerables, sino que pugnaría por la destrucción del sistema capitalista, que genera esas vulnerabilidades inhumanas; esto, más que ser “extremo”, es ser congruente (recomiendo encarecidamente leer a la magistral Rosa Luxemburgo).

Socialismo o barbarie de Rosa Luxemburgo.

La izquierda de Morena

Como ocurriera con la fundación del PRD, Morena se formó con políticos profesionales llegados de otras agrupaciones políticas, sólo que la unión del club morenista fue más “flexible” respecto a la afiliación previa de sus nuevos integrantes a movimientos o grupos de izquierda. En Morena, hay en primera línea expriistas salinistas, expanistas persignados, herederos de líderes sindicales charros, entre muchos otros especímenes que forman una “izquierda” variopinta. Sin embargo, subsiste un mínimo de cohesión en el partido, al menos por ahora, ya que la línea o tendencia política es llevada con liderazgo por la coordinadora nacional de comités en defensa de la cuarta transformación… Na, bromi. La determina un expriista patriarcal autoconvencido de poder “manifestar” la voluntad del pueblo de México en sus decisiones.

La preferencia evidente de López Obrador hacia Claudia Sheinbaum desde hace años fue determinante en la elección de su sucesora como lideresa de Morena.

Mas Andrés Manuel López Obrador sí procede de lo que podríamos denominar la izquierda institucional partidista mexicana: una que está enamorada de la época de bonanza económica por la venta de petróleo en los 70; una convencida de que los programas asistencialistas son “La Forma” de repartir la riqueza con el pueblo y de que mientras más bienes tenga el Estado “más rica es la gente”.

Con esas ideas, Andrés Manuel logró convencer al pedazo más grande del electorado (que es muy diferente a decir la mayoría de la gente) de que él era la mejor opción para arreglar al país tras el “desastre neoliberal” que dejaron los gobiernos panistas y priistas que arribaron al poder a partir de los 80, los cuales fueron homologados muy efectivamente en el término publicitario “Prian”. No puedo dejar de mencionar como elemento clave para esa capacidad de persuasión al altísimo carisma de López Obrador, con su forma de hablar de padre de iglesia local, su gusto por las garnachas, al igual que su excelente memoria para recordar los pueblos en los que turistea y la gente a la que bendice con su presencia.

Retomando, López Obrador sí tiene un linaje político identificado con la izquierda institucional del priismo setentero, pero el partido que prometió dejar de liderar no realmente. La amalgama de perfiles políticos que hoy constituye Morena ya carece de una tendencia política, fuera de considerar inobjetable la última palabra del líder histórico.

AMLO cuando era militante del PRI.

A las elecciones de 2024 llegará a competir un partido Morena que, más allá de un programa político identificable, busca a cualquier costo hacer realidad el “Plan C”, es decir, conseguir la mayoría calificada en el Legislativo, con el fin de que, en el último mes de su mandato, “el mejor presidente de la historia de México” (como lo ha ungido la maquinaria propagandista a su servicio) haga y deshaga la Constitución como su conciencia –que es igual a los anhelos del “pueblo de México”– le dicte.

El problema mayor de ese plan es que los principales cambios constitucionales que López Obrador ha anunciado, si consigue el control del Congreso de la Unión, tienden a exacerbar el poder presidencialista, algo que no “arruina” las cosas (la política en el Estado mexicano, como en todos los Estados nacionales, es hipócrita y deslindada de las necesidades de la mayoría de la gente), pero sí las puede poner un poquito peor… Un mucho, si una figura política despótica arribara a la presidencia con una Suprema Corte elegida igual al Legislativo (como repartición de botín político entre partidos, o peor, un solo partido), con un INE chimuelo (o muerto) y sin un mecanismo general de acceso a la información de las acciones del Estado (“el Inai no sirve para nada”, diría nuestro presidente).

Derecha azul, derecha guinda

Al terminar el sexenio de Peña Nieto, el desprestigio que quedó producto de la corrupción insolente de esa administración y el hartazgo hacia la imagen metrosexual del político profesional fueron factores que le dieron la indiscutible victoria electoral al eterno candidato de la izquierda institucional. En aquel peculiar 2018, muchos votantes estaban furiosos y emitieron votos de castigo hacia el “Prian”, pero también hubo una ligera inclinación hacia el cuestionamiento del sistema político-económico imperante… ese haz de luz no existe más.

La legitimidad de Andrés Manuel López Obrador implica que el grueso de los votantes sí creen que la justicia social se alcanza con los tres pilares de la política pública 2018-2024: repartición de apoyos asistencialistas con recursos del erario, retomar la importancia económica de la explotación petrolera para las finanzas públicas y que grandes obras y empresas estratégicas sean propiedad del Estado… Spoiler alert para el próximo sexenio, la próxima década, el próximo siglo: Esas medidas no evitan que los patrones exploten a empleados, no acaban con la concentración de riqueza en unas cuantas familias burguesas, no garantizan la vida digna ni siquiera de la mitad de la población; no aseguran la viabilidad del gasto público, no implican que la violencia en el país decaiga. En resumen, las grandes acciones del lopezobradorismo no son determinantes para que haya un mejoramiento de las condiciones sociales.

Para lo que sí han sido determinantes es para la legitimación del orden capitalista, su “naturalización”, ya que ahora nadie advierte un mundo fuera de él. Han “limpiado” a la burguesía como clase responsable de la miseria social, dirigiendo la culpa a políticos corruptos y malos empresarios, siempre de forma individual; y han convencido a cientos de miles que la única forma de sacar a la gente de la pobreza sí es atrayendo seductoramente a burgueses a México para que pasen de ricos a megarricos, muchas veces a costa de las terribles condiciones salariales promedio de México y “regalitos” (terrenos, condonación de impuestos) que dan los distintos niveles de gobierno para que se “casen” con este santo territorio de oportunidades.

La popularidad de AMLO también conlleva un cese al cuestionamiento de la desigualdad inherente al capitalismo, disfrazado ahora con una máscara de “conciencia social”.

Es decir, los grandes pilares de la política de Andrés Manuel han cumplido con los propósitos máximos de los gobiernos de derecha, y mucho mejor que en las administraciones del “Prian”. No hay cuestionamiento a lo “barato” que es nuestro trabajo para las empresas, no hay cuestionamiento al enriquecimiento de los burgueses buenos, no hay cuestionamiento al sistema capitalista que ahora usa la máscara buenaondita del “humanismo mexicano”. Mientras tanto, México sigue registrando una tendencia sostenida a la pérdida de capacidad de consumo entre poblaciones de clases media y baja, además de un envejecimiento de la población laboral, que en su retiro no le va a alcanzar para vivir con 5 mil pesos bimestrales del gobierno ¡si no tiene ni casa!; y quizá en treinta años esos 5 mil pesos le alcancen para diez bolillos.

Nunca pondría en duda que el PAN, y los partidos menores que le acompañan, son de tendencia económica de derecha, como no lo haría la mayoría de la población, pero no me creo en absoluto que su proyecto de gobierno tenga una alternativa real en Morena y su nueva campeona, quien buscaría continuar con los “logros”, maravillosamente convenientes para los privilegiados, que deja el lopezobradorismo.

A la gente que tiene conciencia social le imploro que empiece a aceptar una trágica realidad para que entonces podamos trabajar en un verdadero programa político que nos salve de la barbarie: en la contienda electoral federal de 2024 no habrá opción de izquierda.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “AZUL CASI MORADO”, LA COLUMNA DE JOSUÉ MÉNDEZ RUIZ PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/josue-mendez-ruiz-azul-casi-morado/

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Last modified: 12 noviembre, 2023
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