Autoría de 1:29 pm #Destacada, A Ojo de Pájaro - Gerardo Aguilar • 3 Comments

De aves, cerros verdes y café: una odisea colombiana. Bosque de niebla (IV) – Gerardo Aguilar Anzures

En la entrega anterior de esta odisea colombiana (puedes leerla aquí https://lalupa.mx/2024/01/21/de-aves-cerros-verdes-y-cafe-una-odisea-colombiana-de-rio-blanco-a-los-nevados-iii-gerardo-aguilar-anzures/), visitamos la región andina de los alrededores de Manizales y fuimos hasta los 4,130 metros de altitud para buscar una especie de colibrí muy especial: el chivito del Nevado del Ruiz.

Después de varios días, ya dejamos atrás las laderas más altas de los Andes y en esta crónica disfrutaremos ampliamente del bosque de niebla. Tuvimos que desandar mucho camino de regreso al Valle del Cauca, pasando por Manizales, Pereira y Cali, para tomar la autopista hacia Buenaventura. Sobre esta vía, muchos lugares se conocen por el número de kilómetro en el que se encuentran. Después de estar en el auto por siete horas, llegamos al kilómetro 18, donde está la desviación a la Finca Bosque de Niebla (cuyo nombre comercial es Bosque de Niebla, Birding and Nature), que sería nuestro lugar de hospedaje y, a la vez, el primer lugar de pajareo para el día siguiente. Después de registrarnos y dejar nuestro equipaje, regresamos a la altura del kilómetro 18, donde abundan los bares y antros, pero nosotros, más que diversión, buscábamos dónde saciar el hambre de pajareros-náufragos que traíamos, pues el almuerzo había quedado muy atrás. Encontramos un lugar más “familiar”, cuya carta tenía tanto platillos colombianos como la omnipresente influencia gringa de hot dogs, hamburguesas y similares.

Vi que había en la carta la bandeja paisa, que es un plato emblemático de Colombia, pero que no me había atrevido a pedir por lo abundante que es; calibré mi hambre y dije “bueno, pues esta es la oportunidad”, pensando también en que avanzaban los días de viaje y en realidad nuestra prioridad no era la gastronomía, así que, si no la comía aquí, podría perdérmela.

Yo creo que en todas las culturas hay un platillo así, un gran combinado de todo, y en el caso de la bandeja paisa, los ingredientes son: frijoles rojos, arroz blanco, chicharrón (estilo colombiano), carne molida, chorizo antioqueño, rellena, aguacate, arepa antioqueña, tajadas de plátano maduro (en traducción libre del colombiano, rebanadas de plátano macho frito)… y, por si fuera poco, ¡un huevo frito! Te vas a reír ampliamente de mí, pero yo tengo un cierto pudor con estos platillos pantagruélicos típicos, y ya sea la torta cubana de México o el chivito uruguayo, siempre tengo el recato de pedirlos sin el huevo, así que hice lo propio con la bandeja paisa. Aquí te muestro mi “frugal” cena de ese día, acompañada con una Club Colombia, que fue la cerveza que más me gustó entre la variedad nacional.

Bandeja paisa

Estar en Finca Bosque de Niebla es, literalmente, como estar en casa: la propiedad tiene un par de habitaciones separadas, parecidas a cuartos de hotel, pero también alojan huéspedes en una buhardilla que tienen en la tercera planta de la casa construida como un chalet, con techo de dos aguas. A mí me tocó esa habitación y fue agradable y acogedora, me sentía más como un invitado de Luis Eduardo y Angela que como un cliente… la única pega fue que mi cabeza pega con el techo en algunas partes de la habitación, ya que sigue el ángulo de las dos aguas y hay que tener más cuidado en algunos rincones del cuarto, donde el techo es más bajo; pero soy distraído y me golpeé un par de veces… sólo fue una noche, así que no alcancé a hacerme mucho daño.

A la mañana siguiente, nuestros anfitriones nos ofrecieron un rico desayuno en la terraza frente a la casa, con los detalles muy cuidados y con vajilla y tazas con temas de aves, mientras que en las plantas de la terraza revoloteaban los colibríes de varias especies. Decidí contenerme un poco y no intentar tomar fotos, sino disfrutar de ese momento desayunando y disfrutando la vista.

Desayuno temático de aves

Estaba disfrutando un rico cafecito, cuando en una palma frente a la terraza perchó una chachalaca colombiana (Ortalis columbiana), y ahí sí ya no me pude frenar: desenfundé, corté cartucho y disparé con mi “escopeta de luz”, logrando unas tomas que no había podido hacer días antes en Finca La Martina, en Anaime, cuando vimos chachalacas, pero con una luz muy pobre, ya que apenas amanecía y las fotos fueron muy mediocres. Con ese antecedente, fue doblemente gratificante tenerla ahí, como caída del cielo, para fotografiarla en mucho mejores condiciones… Es muy satisfactorio cuando la fotografía de naturaleza te regala esos momentos, en que te compensa esfuerzos anteriores fallidos.

Esta chachalaca es endémica de Colombia, restringida al centro del país. De color marrón uniforme, con cuello y pecho escamosos, piel roja desnuda en la garganta y plumas externas de la cola rojizas. Se encuentra en hábitats boscosos, usualmente, en pequeños grupos familiares o parejas. Hace honor a la fama de escandalosas que tienen todas las chachalacas.

Chachalaca colombiana

Tal vez Finca Bosque de Niebla da la impresión de ser una casa… pero su “patio trasero” definitivamente es el sueño de muchos, entre los que me incluyo. La casa está al frente y la finca se extiende hacia atrás en una ladera con una vegetación abundante, que es hogar para una buena cantidad de especies de aves.

En la propiedad hay senderos, pasarelas y escaleras que facilitan el recorrido. También hay un escondite y una terraza de observación, desde donde se tiene posición privilegiada para el avistamiento hacia partes más altas del follaje. Te comparto una panorámica que “me robé” de su página web, que también te dejo, pues definitivamente recomiendo visitarla si vas a Colombia: https://bosquedenieblabirdingandnature.negocio.site/

Como era de esperar en el bosque de niebla, una leve lluvia se hacía sentir a intervalos. No era muy molesta, pero suficiente para entorpecer un poco la toma de fotografías. Ingresamos en el escondite, o hide, como es común llamarle por su nombre en inglés. En realidad el hide es como una gran caja de zapatos, pero, a pesar de su sencillez, es muy útil y práctica para observar a las aves que, al no sentir la presencia humana directa, hacen su actividad normal en los alrededores del escondite.

Una de las primeras especies en llegar, indiferente a la llovizna, fue la tortolita canela (Columbina talpacoti), una vieja conocida, vista por mí por primera vez en 2015 en Laguna de Metztitlán, Hidalgo, pero me la he encontrado en muchos otros sitios: en la península de Yucatán, Veracruz, la costa pacífica de México, Costa Rica y ahora en Colombia, no sólo en Finca de Niebla, sino en varias localidades más, así que es una especie común y de muy amplia distribución en el continente americano. Se trata de una tortolita pequeña y rojiza que habita en áreas húmedas abiertas y semiabiertas. Es frecuente en zonas aledañas a poblados, donde a veces percha en cables. Suele verse en grupos, que a veces llegan a contar con cientos de aves.

Tortolita canela

Luis Eduardo no es solamente un buen anfitrión, sino que también conoce bastante a las aves locales y funge como un guía dentro de la finca. Una labor importante que hace es estar en contacto y atraer a una parvada de una especie extraordinaria, tanto por su belleza como por su rareza, que es el corcovado castaño (Odontophorus hyperythrus). Esta ave es como una gallina “tuneada”, ya que es rojiza brillante en la cara y las partes inferiores y marrón en el dorso. La hembra es similar al macho, pero con el rojizo más restringido a la parte superior del pecho y con el vientre gris. Puedes ver ambas en la fotografía bajo estas líneas. También tiene un pico fuerte y algo de piel gris desnuda alrededor del ojo. Poco común en el bosque nublado del oeste de Colombia. Tímida y difícil de ver, se queda en pequeños grupos en el suelo del bosque y rara vez sale a lo abierto. Muchas veces sólo se percibe su presencia a través de su alegre canto silbado, similar a otras codornices del género Odontophorus, llamadas wood quails y presentes en Centro y Sudamérica. Cabe repetir que en toda la serie estoy utilizando los nombres en español de la plataforma eBird que, en este caso, nuevamente discrepa del nombre utilizado localmente, que es “perdiz colorada”, el cual de hecho me gusta más.

Corcovado castaño

Un poco después, entró en escena dando saltitos la eufonia ventrinaranja (Euphonia xanthogaster), que es un pájaro pequeño parecido a un pinzón, compacto y de cola corta. Normalmente, para identificar al macho de las eufonias hay que fijarse en la corona y la garganta: la ventrinaranja tiene una gorra amarilla y una garganta oscura. Haciendo honor a su nombre, el vientre es amarillo anaranjado. Con las hembras es otra historia, porque tienen colores más discretos, e incluso pueden verse como una especie diferente. Bochornosamente, fue lo que me pasó: vi llegar frente al escondite a un ave que yo no “tenía en el radar”, y empecé a tomarle muchas fotos, pensando en preguntarle la especie a mi hijo después, sólo para descubrir que era la hembra de la eufonia y no otra especie.

La eufonia ventrinaranja se encuentra en hábitats boscosos abiertos y jardines. Puede formar bandadas de forrajeo con otras especies, como reinitas (chipes) y tangaras. Está presente desde el norte de Venezuela, pasando por las zonas andinas de Colombia y Perú, hasta el norte de Bolivia. Tiene distribución diseminada en las Guayanas y en Brasil. A continuación te dejo las imágenes de macho y hembra para que aprecies el marcado dimorfismo sexual.

Eufonia ventrinaranja macho

Eufonia ventrinaranja hembra

Cuando hago estas crónicas, a veces me arrepiento por no hacer más tomas del entorno en el que habitan las aves, que normalmente está lleno de belleza en la flora y el paisaje. Como humilde muestra, te comparto estas bellas flores, que me encantaron cuando prácticamente me topé con ellas en el predio de la finca.

El rascador gorra castaña (Arremon brunneinucha) es otro viejo conocido que había visto previamente en Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Costa Rica. Se trata de un ave robusta, parecida a un gorrión de tierras altas. Habita principalmente en el sotobosque húmedo y bosques de pino-encino, a menudo en matorrales donde se esconde y es difícil de ver bien. Se alimenta en o cerca del suelo, usualmente en pares. Se le encuentra desde Los Tuxtlas en Veracruz, hacia el sureste mexicano (exceptuando la península de Yucatán) y se extiende por las cordilleras de Centroamérica y los Andes, hasta Perú.

Rascador gorra castaña

La mayoría de las tangaras son aves espectaculares, algunas de ellas con sorprendentes colores. Una de mis favoritas es la tangara dorada (Tangara arthus). Es una tangara pequeña que se encuentra en las estribaciones andinas y la zona subtropical desde Venezuela hasta Bolivia. Su plumaje es amarillo dorado brillante con un parche negro a la altura del oído, con la espalda rayada. Las alas y la cola son en su mayoría negras. No tiene dimorfismo sexual. Es una de las tangaras más comunes en bandadas mixtas de entre los 900 y 2,200 metros de altitud del bosque de niebla, bordes boscosos y jardines. Una broma local con mi hijo Miguel Ángel es que el nombre científico de Tangara arthus se debe a que “hay hartas”, y la verdad es que sí, son una vista frecuente y agradable en su área de distribución.

Tangara dorada

La reinita mielera (Coereba flaveola) ya era otra entrañable amiga desde 2016, vista previamente en Veracruz, Quintana Roo y Costa Rica, aunque esta es una subespecie diferente a la que yo había avistado antes. La verdad es que diferenciar a nivel subespecie ya es demasiado “pro” para un humilde pajarero servidor. La forma de su pico y el patrón del plumaje de su cara la hacen inconfundible. Se encuentra en el sureste de México, en las Antillas y en buena parte del norte de Sudamérica.

Reinita mielera

Nuestro siguiente destino sería la Finca Alejandría, que se encuentra unos 800 metros más adelante en la vía de acceso por la que llegamos a Finca Bosque de Niebla, así que recorrimos ese tramo a pie, aprovechando para seguir pajareando, ya que todo el trayecto es un hermoso bosque de niebla, pero no te fíes de mi dicho y míralo en la siguiente imagen.

La Finca Alejandría es un restaurante campestre de comida argentina, con abundantes bebederos y comederos que atraen a una buena cantidad de colibríes y tangaras. Tiene el ambicioso sobrenombre de “el paraíso de los colibríes”, aunque creo que Reserva Proaves, Río Blanco Lodge, Termales del Ruiz y, más adelante, Avistamiento Doña Dora podrían reclamar ese título, al igual que este lugar. Con un consumo en el restaurante, aunque sea sólo un café, eres bienvenido para sentarte en una mesa del restaurante y disfrutar del espectáculo de las aves alimentándose en los numerosos bebederos. Aunque eso de sentarse es relativo, porque uno anda con el radar encendido para ver llegar a las especies más interesantes e ir al bebedero donde se encuentran para intentar captar sus imágenes.

Venciendo la tentación de mostrar nuevamente aves muy hermosas que ya presenté en entregas anteriores de estas crónicas, no repetiré aquí especies de las entregas I a III de la serie… con una excepción, que en su momento señalaré.

Entre los lifers (primer avistamiento de la vida) que encontré en Finca Alejandría se encuentra la amazilia verdiazul (Saucerottia saucerottei), que es un colibrí oscuro y pequeño, mayormente verde, con cola azul oscuro. Su pico es recto y mediano. No presenta dimorfismo sexual. Está presente en los bordes de los bosques, vegetación arbustiva y jardines. Su área de distribución es el occidente de Colombia, con pequeñas áreas en Venezuela y en Ecuador.

Como comentario personal, no me gustó que el género Amazilia se haya fraccionado por consideraciones taxonómicas, y que muchas especies hayan perdido el Amazilia en su nombre científico, porque ese nombre me parece muy bonito, sin embargo, varias especies lo han conservado en el nombre común, como es el caso de este colibrí. La foto que logré de esta ave no es la convencional “estampita” de ¾ de perfil, que permite ver todas las marcas de campo, pero me gustó mucho la dinámica que tiene, como de emprender el vuelo, y te la comparto con gusto.

Amazilia verdiazul

El colibrí de Mitchell (Philodice mitchellii) pertenece a los llamados woodstars, que son colibríes diminutos que vuelan como abejorros. El nombre en inglés de esta especie me gusta más que en español: purple-throated woodstar, que es muy descriptivo para el macho, mientras que “colibrí de Mitchell” no me dice nada. Este colibrí está restringido a la ladera oeste de los Andes en Colombia y Ecuador, donde habita en bosques de niebla, entre los 800 y 2,000 msnm (metros sobre el nivel del mar). Los machos tienen la garganta púrpura brillante, una banda blanca en el pecho, la cola bifurcada bastante larga y manchas blancas en los lados de la rabadilla. Como es frecuente, la coloración de la hembra es menos llamativa.

Colibrí de Mitchell

Así como en México hay un “colibrí opaco”, en Colombia, con tantas deslumbrantes especies, el colibrí pardo (Colibri delphinae) está bien nombrado: es mayormente marrón opaco, sin embargo, tiene un toque de color en las orejas púrpura brillante y la garganta verde. La rabadilla es naranja-cobrizo. Se encuentra en una variedad de hábitats, desde bosques hasta jardines. Le atraen los comederos, y por lo tanto es cliente frecuente de Finca Alejandría. Pero, como todos los colibríes, tiene su gran carácter y encanto, y la imagen que logré de él es una de mis fotos favoritas del viaje (que es mucho decir, porque son más de 3,000 imágenes las que he conservado).

Colibrí pardo

Cada vez que veo a la tangara azulgris (Thraupis episcopus) recuerdo el momento cuando la vi por primera vez en Chachalacas, Veracruz, cuando me sorprendió el bellísimo tono azul aguamarina de su plumaje. Hoy en día, me sigue pareciendo sumamente sutil y hermoso. Tiene amplia distribución desde Veracruz, pasando por el sureste mexicano y Centroamérica, hasta el norte de Sudamérica. Habita en campos abiertos con árboles grandes y setos vivos, también en pueblos y jardines en regiones tropicales y subtropicales. Suele alimentarse de frutas en la parte alta y media de los árboles.

Tangara azulgris

El silfo de King (Aglaiocercus kingii) es una especie que me parece de fantasía. Ya lo he presentado en las entregas anteriores y el único pretexto para incluirlo ahora es para motivarte a leer las crónicas de la I a la III, si no lo has hecho, e incluir nuevamente aquí una imagen del enorme colibrí, que siempre es fascinante ver y que también nos dio espectáculo en Finca Alejandría.

Silfo de King

La capucha amarilla de la tangara coronigualda (Tangara xanthocephala) me parece irreal, como si estuviera pintada o fuera un casco. Tiene una máscara negra y el cuerpo es mayormente verde azulado, con alas más oscuras y rayas en la espalda. Se encuentra en la zona subtropical andina desde Venezuela hasta Bolivia. Es un miembro bastante común de bandadas mixtas desde los 1,200 hasta los 2,400 msnm, en bosques de niebla y en los bordes de bosques andinos. Aunque había un par de estas tangaras muy a la vista, me tomó un poco de paciencia esperar a que terminaran de comerse un trozo de plátano, que no quise que saliera en las fotos.

Tangara coronigualda

El colibrí capucha azul (Florisuga mellivora) se encuentra en tierras bajas tropicales y gusta de los bordes del bosque, los claros adyacentes con árboles dispersos y arbustos en flor, así como de jardines. Se alimenta a todos niveles, frecuentemente en el dosel, manteniéndose con la cola en abanico, como se ve en la foto bajo estas líneas. Tiene una amplia distribución, desde Oaxaca en México, pasando por toda Centroamérica y el norte de Sudamérica, hasta Bolivia y Brasil. Yo pude verlo y fotografiarlo en 2019 en Costa Rica, donde tuve la oportunidad de fotografiar al macho, que (sin ser machista) es más llamativo, con su capucha azul brillante, que la hembra, también hermosa, que te comparto a continuación.

Colibrí capucha azul

El colibrí de raquetas faldiblanco (Ocreatus underwoodii) es un diminuto duende del bosque que se encuentra en elevaciones medias del bosque de niebla andino, aproximadamente entre los 1,000 y 2,200 msnm, desde Venezuela hasta Ecuador. El macho es uno de los colibríes más distintivos, con su cola larga en forma de raqueta y sus prominentes calcetines blancos o anaranjados, que le dan un toque cómico o tierno (perdón por humanizarlo). Se le puede ver alimentándose en niveles bajos o medios de bosques y en sus bordes. Es frecuente encontrarlo en comederos.

Colibrí de raquetas faldiblanco

El brillante pechigamuza (Heliodoxa rubinoides) es un colibrí de tamaño mediano, encontrado en el bosque de niebla andino de 1,000 a 2,200 msnm. Se distingue por las partes inferiores beige y las partes superiores verdes. El pico es bastante largo y ligeramente caído en la punta. Tiene un parche rosado en la garganta. Se distribuye en las laderas andinas, desde el norte de Colombia hasta el sur de Perú.

Brillante pechigamuza

El inca bronceado (Coeligena coeligena) es un colibrí grande, conocido por su plumaje apagado, completamente marrón rojizo, casi sin color o iridiscencia. La garganta es un poco más pálida y con apariencia escamada. Tiene el pico largo y recto. A pesar de su coloración anodina, en mi opinión, su tamaño y porte lo compensan y resulta muy grato verlo. Es bastante común en el bosque de niebla andino de Venezuela a Bolivia, de 1,000 a 2,500 msnm. A esta especie también le gusta frecuentar los comederos y cierra la lista de lifers de una muy productiva mañana.

Inca bronceado

Saliendo de Finca Alejandría, regresamos por nuestro equipaje a Finca Bosque de Niebla, donde también compramos algunos recuerdos con el tema de aves, ya que venden cosas funcionales y bastante bonitas. Pero la motivación para comprarles va más allá del mero gusto por los productos, sino que es satisfactorio impulsar a sus propietarios en un proyecto de conservación y ecoturismo cultivado con empeño y pasión. Uno no puede menos que apoyarles y desearles lo mejor.

Salimos a la carretera a Buenaventura nuevamente, con dirección al kilómetro 55, donde se encuentra Avistamiento Doña Dora, uno de los lugares con mayor biodiversidad en nuestro recorrido. Aunque la distancia no era muy larga, se trata de un camino sinuoso y transitado, en el cual frecuentemente se encuentra niebla, así que no se puede ir muy rápido; pero no llevábamos mayor prisa y fuimos con calma, en lo personal, asimilando y degustando todo lo que habíamos encontrado en el Bosque de Niebla.

Hicimos una escala para comer en un lugar a pie de carretera que tiene el divertido nombre de “Aquí me quedo”. El restaurante está construido en tres niveles, mirando hacia una ladera de bosque, así que cada uno de sus balcones es como una plataforma de observación de aves. Sin embargo, después de estar en ello toda la mañana, y ante la perspectiva de un rico almuerzo, me puse en “pausa pajarera”, al igual que Luis, y nos centramos en disfrutar nuestra comida, aunque mi hijo y Rotsie siguieron pegados a los binoculares en las pausas entre la llegada de los platillos a la mesa. A eso, en la jerga pajarera se le llama “intensear”, término que no encontrarás en el Diccionario de la RAE, pero que no necesita explicación.

Después de comer bien, proseguimos nuestro viaje y llegamos a Doña Dora cerca de las 5 p. m., pero a mitad de una llovizna y con niebla, así que la colorida construcción se nos apareció de pronto, entre la neblina blanca, cuando ya estábamos a pocos metros.

Avistamientos Doña Dora está “en medio de la nada”, en cuanto a poblaciones, pero más bien en medio de todo, si hablamos de biodiversidad: Con un registro histórico cercano a 500 especies de aves, es un lugar “de culto” para los observadores que visitan el Valle del Cauca, pudiendo encontrar aquí especies de la selva húmeda tropical, pero también del bosque de niebla. Además de los avistamientos que haríamos en sitio, tomaríamos Doña Dora como base para ir a otros puntos de avistamiento que se encuentran a lo largo del Alto Anchicayá, que es un río que va desde el oeste de Cali hasta la desembocadura en el mar, cerca de Buenaventura.

En la próxima entrega de esta serie, te platicaré con calma acerca de Doña Dora, del lugar, de su gente y las maravillas que encontramos en el sitio y en los recorridos que hicimos por los alrededores. Por el momento, me despido, esperando que hayas disfrutado acompañándome en el bosque de niebla, en lo que ha sido el cuarto capítulo de la odisea colombiana. A estas alturas, calculo que ya he compartido contigo cerca de un centenar de imágenes de las maravillosas aves colombianas y todavía nos restarán unas cuarenta más, en los dos capítulos restantes. En la época actual, en la que todo es rápido, te agradezco enormemente que me hayas leído por seis cuartillas a renglón seguido, con 24 imágenes.

Nos vemos en unos días más, con la quinta entrega de la odisea… ¡Hasta entonces!

Me dará gusto si quieres ponerte en contacto conmigo, por los siguientes medios.

CONTACTO:

Correo electrónico: gerasimoagui@gmail.com

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Instagram: gerardoaguilaranzures

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X: @gerasimoagui.

Para consulta de información de aves, se puede acceder a: https://birdsofcolombia.com/index.php/home

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “A OJO DE PÁJARO”, LA COLUMNA DE GERARDO AGUILAR ANZURES PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/a-ojo-de-pajaro/

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Last modified: 11 febrero, 2024
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