Autoría de 10:36 am #Opinión, Niels Rosas Valdez - Procesos del Poder

La causa rusa no ha muerto – Niels Rosas Valdez

Hace unos días, la noticia de la muerte de Alexei Navalny sacudió al mundo. Si bien su sentencia era larga, se esperaba que pudiese cumplirla o salir antes para regresar con el pueblo ruso a seguir luchando por la apertura democrática en su país. Sin embargo, una tercera posibilidad se concretó: su fallecimiento en la prisión. ¿Qué implicaciones tiene esto para el régimen putinista y la democracia en Rusia?

Navalny se configuró como una voz de oposición política en Rusia desde hace más de una década y media. En sus inicios, su vocación en la abogacía y activismo fue reconocida por muchos, permitiéndole adentrarse a varios círculos políticos rusos e incluso conocer a varias figuras políticas que se manifestaban en contra del gobierno de Vladimir Putin.

Al paso del tiempo, estos contactos y su interés por mejorar las condiciones democráticas de Rusia le llevaron a realizar ciberactivismo a través de su blog y, posteriormente, a incursionar en la política a través de varios partidos. Su fama comenzó a ascender cuando invitaba a sus lectores a mítines y les cautivaba con sus críticas al gobierno de Putin y sus ideas en torno a la democracia en Rusia.

Fue arrestado en múltiples ocasiones por organizar reuniones públicas sin consentimiento del gobierno, ya que, por sorpresivo que parezca, en Rusia es ilegal hacer este tipo de actos sin la aprobación de Moscú. Navalny cumplía sus condenas de unos días o varias semanas en prisión por estos mítines en espacios públicos, siempre mostrándose sin el menor temor ante el público ruso y ante las autoridades gubernamentales, que lo hostigaron constantemente al paso de los años.

Recibió ataques, lastimando severamente su salud. En 2017, Navalny fue atacado con “zelyonka”, un líquido verde que puede provocar quemaduras en la piel y que, en efecto, lastimó su tejido ocular. Asimismo, en 2020 fue envenenado, con lo que médicos alemanes que lo trataron identificaron como Novichok, un agente nervioso utilizado en la era soviética con diversos propósitos.

Navalny fue atendido médicamente en Alemania por este envenenamiento, pero tan pronto se recuperó, regresó a Rusia, en donde fue apresado por violar su libertad condicional impuesta por el Kremlin. Tras varios juicios, se le estableció una condena de dos años y medio, que después aumentó a 19 años a raíz de otros cargos que la justicia rusa identificó. Así, el opositor ruso fue enviado a una colonia penal de régimen estricto, en la que en repetidas ocasiones acusó al personal penitenciario de tortura y malos tratos.

Navalny perdió la vida hace unos días y eso sella una era de lucha por la democracia en Rusia, actividad que fue evidentemente incómoda para el Kremlin y su líder. Si bien la razón de su fallecimiento es un misterio aún, hay razones claras que apuntan al involucramiento de Moscú en su deceso. De manera invariable, hay que recordar que la salud y la vida de los reos es responsabilidad del Estado, por lo que el Kremlin guarda esa culpa haya sido o no el perpetrador de la muerte.

Será complicado, por ponerlo cándidamente, que sepamos a ciencia cierta la razón del deceso de Navalny, pero su fama, popularidad y liderazgo como figura opositora a Putin era bien conocida en Rusia y en el mundo. Por ello, no es difícil de comprender que el Kremlin pudo estar detrás de su muerte. Así podemos ver lo importante y trascendental que era el activista y político de oposición en el país.

Si bien Navalny ha muerto, deja una enseñanza para el pueblo ruso: no hay sueño pequeño, aun cuando el panorama se vea complicado, nunca hay que abandonar la esperanza en el cambio. El líder opositor murió, pero la causa de una mejor democracia sigue para las nuevas generaciones en Rusia, que pueden continuar la lucha para encontrar un mejor futuro para sus familias, sus compatriotas y su nación.

Niels Rosas Valdez

Historiador e internacionalista

@NielsRosasV (Twitter)

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Last modified: 28 febrero, 2024
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