El reformado Comité Olímpico se dispuso a establecer otras normas para las competencias milenarias, apegado ahora sí, de manera rigurosa, a los cánones originarios, de modo que los deportistas se verían en la obligación de participar completamente desnudos, como en los tiempos de la antigua Grecia, aunque aún los ejecutivos de estos juegos deportivos están deliberando si proceder o no con esta manifestación al aire libre en algunos eventos, como la equitación, por recomendaciones higiénicas del laboratorio médico al servicio de esta organización planetaria.
Los atletas, sobre todo las mujeres, ya están firmando contratos millonarios con las publicaciones abocadas a los espectáculos y al orbe de los caballeros.
Incluso se dice que en las plataformas digitales se ha pensado diseñar un nuevo espacio para exhibir, en principio, los cuerpos desnudos de los deportistas olímpicos con la firme, y tentadora, idea, cómo no, de proseguir estas aplicaciones con los deportistas no necesariamente olímpicos (por eso de antemano se ha descartado a Instagram para estas exposiciones gráficas; los títulos han nacido fulgurantemente, pero de igual modo diluido por sus obvias referencias: Piadagram u Olymtagram han sido desechados por falta de ingenio, mas Deportagram aún se mantiene como probable nombre para esta galería visual de desnudismo atlético), y se dice, aunque no es posible afirmarlo con certeza, que participarían, gustosos —siempre con una bolsa millonaria de por medio, por supuesto—, beisbolistas de las grandes ligas, basquetbolistas de la NBA, ganadores del Super Bowl, modestas pero hermosas nadadoras dispersas en el mundo, futbolistas de renombre —se cuenta que Messi se halla en la lista, siempre y cuando le sea cancelado el impuesto hacendario.
Las sesiones de gimnasia en esta nueva modalidad ya agotaron el boletaje sin haberse todavía puesto a la venta. Un fotógrafo especializado en multitudes sin ropa ya obtuvo la autorización respectiva para situar sus cámaras durante las carreras largas de atletismo en la pista de tartán, además de la maratón.
Como nunca, la expectativa general ha causado un revuelo en los mercados y las bolsas del mundo.
Sin embargo, no faltan los pesimistas. Dicen los expertos en la taumaturgia continental que estas cosas impudorosas siempre pasan cuando se aproxima el fin del mundo. (No en balde esta sorpresiva propuesta se dio sigilosamente unos meses antes del arribo de la pandemia que inundara al mundo a partir de diciembre de 2019, si bien no se ha archivado del todo esta vuelta a los orígenes olímpicos.)
Pero nadie considera los puntos de vista de estos pesarosos taumaturgos, repuesta la humanidad de la impredecible Covid-19.
Todos, al parecer, aprueban el retorno a las costumbres ancestrales. Y no han faltado los que, al calor del debate, proponen la desaparición física de los instrumentos electrónicos. Incluso han empezado a surgir distintas y variadas conglomeraciones para pronunciarse a favor del renacimiento de los mensajes en papiro. En Egipto, por esta causa, el gobierno se vio en la necesidad de matar a ochenta y seis rebeldes, que lanzaban piedras contra la compañía transnacional Apple. En Siria, a pesar de sus indecibles problemas migratorios y de sujeción dictatorial política, ocurrió algo semejante. En China hubo una marcha en su famosa muralla, cuya secuela fue sangrienta. En Chicago los mítines mantuvieron despierta a la policía. En México los danzantes que enarbolan el periodo prehispánico tomaron el Zócalo capitalino y obstruyeron las vías rumbo al aeropuerto, sin dejar de lado la numerosa marcha de miles de mujeres, sin atavío alguno, que salieron a las calles para mostrar su abierta simpatía por la desprejuiciada pretensión olímpica al son del grito unánime: “Sin ropa, alzamos la copa”.
Nadie sabe cuál será el futuro vestuario de las Olimpiadas.
No obstante, el Comité ha declarado no dar marcha atrás en esta importante reforma deportiva.
Y como los empresarios de los medios de comunicación y los patrocinadores de los juegos respaldan su iniciativa, el asunto —pese a los moralistas, por un lado, y a los aferrados al regreso de las costumbres del pasado, por otro— continúa adelante. El Vaticano ha guardado un cauto silencio.
—Los extremistas nunca faltan en estas consideraciones progresistas —ha declarado el presidente de los Juegos Olímpicos—. Entienden la democracia a su diminuta manera. Pero las sociedades deben avanzar. Una representación del mundo antiguo no significa el retroceso global. Los extremistas, como su nombre lo indica, se van siempre a los extremos.
En Madrid volvió a aparecer la figura pública del indignado, que ahora exige la ocupación de las cavernas. “Limpiemos las ciudades: abandonémoslas”, se lee en un grafiti reciente cerca de la Puerta de Alcalá. Una pancarta es definitiva: “En lugar de tuits, el twist”. El hashtag #YoSoyNudista comienza en Latinoamérica a hacer furor. Por lo pronto se están oponiendo a una transmisión televisiva sujeta a pago por evento, porque —arguyen— así las actividades donde intervengan las más y los más bellos atletas serán clasificadas monetariamente de acuerdo a las sinuosas corporeidades de los y las participantes. En Argentina más de sesenta mujeres se rebelaron contra esta posible disposición saliendo sólo en tangas a las calles bonaerenses.
En África está en su apogeo el baile del salto tomado de las tribus arcaicas, que se ha puesto de moda intempestivamente en los antros más solicitados de todas las naciones.
La decisión del Comité sobre estas nuevas competencias olímpicas será votada el próximo 18 de octubre.
Y no hay otro tema ahora en la boca de la gente. Las redes sociales arden situando este asunto como trending topic desde hace varios meses, al grado que las circunstancias políticas son irrelevantes en este momento.
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