Hay personas que, cuando hablan, crean paisajes.
Esta semana, el mundo del futbol perdió a uno de sus mejores paisajistas.
Cuando César Luis Menotti hablaba, pintaba.
No sólo el futbol, sino el sentido del futbol.
Su modo de hilvanar ideas era por sí mismo un estilo de juego: buena recepción, conducción, toque, desmarque, anotación. Y volver a empezar.
Nunca hablar por hablar (triste y recurrente práctica en los infinitos programas futbolísticos), Menotti hablaba para imaginar.
Así como hay jugadores que hacen pases que nadie más ve, Menotti veía valor en aspectos en los que nadie reparaba. Cuando otros comentaristas computarizaban el juego, que si 4-4-2, que si 5-3-1, malabares supuestamente tácticos, Menotti simplificaba: hacía versos.
No comentaba para tener la razón, sino para disfrutar del futbol. Cuánta diferencia con algunos “especialistas” deportivos que más bien hacen una práctica antideportiva de su oficio: se arrebatan la palabra, echan el balón a la tribuna, se burlan del contrincante, juegan sin honrar al deporte.
Oradores como Menotti, en cambio, encuentran y comparten; dan belleza y simplifican. No son velocistas, son contempladores. Conversan, no imponen. Escuchan, no descalifican. Hacen de su trabajo filosofía, no faramalla. Da gusto verlos trabajar como puede dar gusto ver obrar al herrero, al carpintero o al pescador.
El futbol, como tanto otros ambientes, está contaminado de los vicios de la comunicación, se aprende poco y se dice mucho porque lo que importa no es sumar ideas, ni mucho menos estética, sino agrandar la convulsión que genera el futbol, una que, el propio Menotti denunció, está empecinada en vender, no en fortalecer el imaginario futbolístico.
Como muestra de su aportación, en una conferencia que impartió a un grupo de técnicos y que se puede encontrar en la red, detallaba sobre los futbolistas y el carácter formativo de los entrenadores:
“Tenemos que adquirir el mayor de los conocimientos porque tenemos que ayudarles a ser mejores futbolistas y mejores tipos, porque les guste o no, directa o indirectamente, uno en cualquier actividad plantea un estilo de vida o una sociedad en la que le gustaría vivir”.
Un gran maestro hace que quien lo escucha aprenda a mirar, no porque quiera ponerse a sí mismo de relieve, sino porque honra y da profundidad al tema que trata.
Menotti hablaba y uno podía atestiguar su proceso creativo: creaba, pausaba y precisaba. Apelaba a la belleza y a la eficacia del lenguaje (práctica que también implementó en los equipos que dirigió).
César Luis Menotti deja escuela y habrá quienes debamos graduarnos de ella, puesto que el maestro se ha ido y esto, aunque parezca un autoelogio, en realidad es un tributo: comprometerse con lo que el maestro te ha enseñado para que llegues donde te corresponde, no por tu bien, sino por la belleza de lo que amas, la poesía del futbol.
Adiós, Maestro.
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