La carta la había dejado dos noches antes en un calcetín. Nadie, ni sus padres, sabía el contenido de la petición, pero la niña esta vez quería ser sorprendida por los Reyes Magos. Y así lo escribió: “¡Sorpréndanme!”. Ni una palabra más.
Por eso cuando abrió los ojos corrió donde estaba el árbol de Navidad sin ver nada, no había nada, todo estaba tal como ayer, las luces de los foquitos aún se encendían y apagaban.
La niña regresó triste a su alcoba, pero en el camino miró a su mamá espantada que salía de la recámara.
―¿Tú, tú, tú… pediste eso? ―preguntó a la niña señalando horrorizada hacia su cuarto.
La niña se apresuró a mirar lo que tanto asustaba a su madre y ahí estaba un pequeño rinoceronte debajo de la cama, tapado con un cobertor. La niña se acercó para mirar si era de verdad o de peluche. Cuando palpó su cuernito supo que no era de juguete, y entonces lo abrazó llena de alegría. ¡Los Reyes Magos vaya que la habían sorprendido!
El rinoceronte, por extraño que parezca, nunca creció de tamaño. Siempre fue así de chiquito, y jamás se separaron. Hasta lo llevaba a la escuela en su mochila, y como era silencioso y obediente nadie se dio cuenta de su presencia. A veces veían a la niña hablar sola, pero a nadie le importaba.
Le puso de nombre “Disfraz” al pequeño rinoceronte.
Y lo disfrazaba de perrito, de gato, de león, de fantasma, de princesa, de espantapájaros y hasta de muñeca llorona.
Nunca tuvo en su vida otra sorpresa más bonita.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/
A mí sí que me sorprendiste con estas letras tuyas. Te abrazo, Víctor querido.
¡Muy dulce historia de reyes!